‘Sísifos’ de Nicolás Gutiérrez Wenhammar y Santiago Mohar Volkow: un espacio de purgas y redenciones

Está ese final de Crimen y castigo de Dostoievsky, cuando Rodión Raskólnikov purga condena en Siberia e intuye que su redención “tendría que adquirirla al precio de largos y heroicos esfuerzos…”.  Esta historia ya no la cuenta el narrador ruso, pero se parece a la de los hombres que viven en los anexos que retrata Sísifos, documental de Nicolás Gutiérrez Wenhammar y Santiago Mohar Volkow.

Centros de desintoxicación y rehabilitación, hospitales psiquiátrico, refugios de narcotraficantes, última morada para vagabundos o indeseables, los anexos son instituciones que buscan resolver problemas de adicciones en poblaciones de clases populares. Su falta de regulación también los convierten en purgatorios improvisados, donde la culpa y la redención se debaten desde férreas disciplinas; espacios que desde la fraternidad y una comunicación atropellada, hace que sus habitantes se acerquen a cierta forma atormentada de lo espiritual. 

Nicolás Gutiérrez Wenhammar y Santiago Mohar Volkow visitaron uno de estos anexos, “Una Luz en la Oscuridad”, que se encuentra en la población de Coita, Chiapas. Con un equipo de producción austero, los documentalistas retratan un universo que contrasta luces y penumbras, esperanzas y condenas, y hace de los hombres recluidos un experimento social que alude al mito de Sísifo de Camus: el esfuerzo inútil y férreo del hombre, que quizá sea el único camino para recuperar el sentido de la vida.

Sísifos, dirs. Nicolás Gutiérrez Wenhammar y Santiago Mohar Volkow 

¿Cómo nació la idea de este documental?

Santiago Mohar Volkow (SMV): Nico y yo trabajábamos en otro documental y conocimos distintas realidades en torno a la violencia estructural en México. Visitamos varios centros de rehabilitación, conocimos Una luz en la oscuridad en Chiapas y nos interesó lo que se podía desprenderse de ahí, desde un punto de vista filosófico. Los temas relacionados con adicciones son monopolizados por el crimen organizado, y si bien es una problemática vinculada a esto, queda en la sombra un universo paralelo. Al Estado no le gusta manifestarse, porque deja en evidencia su negligencia sobre crear una política de adicciones a gran escala, y porque no les conviene acabar con estos lugares, que les están resolviendo un problema. En Chiapas no existía un hospital psiquiátrico público al que pudiera asistir la población. En Coita, donde grabamos, hay una población de 15,000 personas donde sólo había cuatro centros. Donde estuvimos nosotros había casi noventa personas. Si no los encerraras, estas personas estarían en la calle. 

 

No sabemos bien qué es un anexo. Hay un territorio difuso entre espacio de salud, o de reclusión, con un sesgo de hospital psiquiátrico. Ahí empieza lo interesante, en esta identidad ambigua, y ustedes deben de ser de los primeros que nos llevan al interior de uno. 

Nicolás Gutiérrez Wenhamman (NGW): El tema merece un libro entero, porque de la identidad del anexo se podría desprender varios temas subtemas interesantes. Una parte tiene que ver con el anexo como algo tabú. A este espacio se manda personas problemáticas desde múltiples aristas: problemas de adicción, peleas, alguien que está en conflicto con la familia, el Estado, las autoridades. Incluso podrías decir que el anexo es el no-espacio del Estado, de la familia o de la comunidad. Tienes un primo, un padre, alguien que es adicto y la solución es anexarlo, sacarlo de la sociedad. Una tendencia reciente en la historia de estos centros de rehabilitación, es que muchas veces son usados como refugios de los carteles. Si alguien reclutado por el cártel cometió algún delito, se guarda en el anexo, porque ahí la policía no va a entrar. 

Incluso, si la policía encuentra un borracho agresivo pero que no ha cometido ningún delito, muchas veces los lleva al anexo y ahí tienes un problema legal. También los anexos se combinan con la migración. Muchas veces son albergues que mezclan adictos con migrantes. También son espacios para la psiquiatría. En muchos centros de rehabilitación hay personas que no sufren de alguna adicción, sino que tienen algún tema psiquiátrico. 

 

En Sísifos encuentro elementos religiosos: votos de respeto, disciplina y obediencia, o una de las escenas más bellas: los hombres abrazados, que hace pensar en monjes. Incluso en sus discursos usan muletillas hipnóticas que parecen mantras. Quería saber si estaban buscando esta parte monástica o espiritual...

SMV:  Desde el título sabíamos que evocaríamos el mito de Sísifo según Camus, buscábamos una metáfora sobre el sentido de la vida y evidentemente entraríamos en un terreno espiritual. Por otro lado estos lugares, aunque no están adscritos al órgano central de Alcohólicos Anónimos, sino que son una escisión, asume los preceptos de la organización: los 12 pasos, la aceptación del poder superior. elementos espirituales intrínseco. La frase de que la perseverancia hace al monje implica una vinculación entre la repetición y lo monástico, y en la vida dentro del anexo todo se basa en la imposición de una disciplina y una rutina. Se acaba asemejando mucho a una vida monástica. 

La parte de la oralidad es impresionante y conmovedora: gente que no está acostumbrada a que las escuchen, y quizá a eso se reduce el problema de muchos de ellos. De pronto estás en un lugar donde lo único que pueden hacer es hablar y escucharse. Entonces adoptan este carácter. Así se percibe el tiempo estando ahí adentro, era la única manera de dotarle de esperanza hacia el final. Obviamente es muy complejo: hay anexos donde hay prácticas de violencia, incluso física. Elegimos Una luz en la oscuridad porque nos parecía que trataba a la gente con dignidad, y podíamos aludir a esta espiritualidad sin que nos sintiéramos hipócritas.

 

Hay escenas poderosas, como de cristianismo primitivo: cuando agradecen por las comidas, cuando lavan los platos, ejercicios físicos: seguramente el lugar ofrece estas escenas, pero también hay una mirada de documentalista que busca ciertas imágenes. 

NGW: Con Santiago fuimos desarrollando, además de una intuición, también una metodología de trabajo relacionada al retrato de la realidad y su proceso en convertirse en algo cinematográfico. Muchos de esos conceptos los llevamos a la práctica en Sísifos. Se deriva, primero, de observar sin llevar preconcepciones estéticas para forzarlas; eso tiene determinantes éticas que muchas veces pasa en el cine, donde los realizadores tienen una idea estética que quieren forzar en un espacio y terminan siendo tiranos éticos del espacio. 

Entonces mucho consistió en observar qué sucedía en Una luz en la oscuridad,  y buscar la distancia correcta con respecto al sitio. El lugar planteaba algo muy interesante en su luz, derivado del espacio geográfico y la temporada en la que filmamos, antes de las lluvias, cuando hay un sol tremendo. Eso crea una luz contrastada; por otro lado, las luces artificiales que tiene el sitio son pocas: focos potentes que crean contrastes. Ahí descubres la poética del sitio e intentas transportarlo a la película. No llegamos con ideas para que el lugar se transformara, más bien encontramos en el lugar esas ideas.

 

Sísifos, dirs. Nicolás Gutiérrez Wenhammar y Santiago Mohar Volkow

¿Cómo fue la relación con las personas anexadas? 

SMV: Pedimos permiso a la población, que en ese momento constaba de unas noventa personas. Aclaramos que quien no quisiera salir nos avisara y no lo íbamos a meter. Desde entonces fuimos construyendo la confianza. Se acostumbraron a nuestra presencia porque estábamos todo el tiempo con ellos; quizá la primera semana nos manteníamos alejados, luego ellos mismos se acercaban. Creo que la parte más importante del oficio del documentalista es cómo traduces la relación con el sujeto de tu película, cómo los vas midiendo. Cuando lo vemos desde fuera le damos una gravedad más grande que la que ellos le dan. Incluso querían salir, se ponían adelante de la cámara o te decían, “yo quiero contar esto”. Hubo un tema casi de colaboración, donde ellos también se sentían partícipes de lo que hacíamos.

Siempre fuimos una cámara, un tripié, yo con el micrófono y una persona más. Nunca sacamos un dolly ni nada que pudiera darle otra dimensión. Y hay cosas que en edición decidimos excluir, los testimonios más fuertes, por respeto hacia ellos, pero también para que no se sintiera esa violación extractiva. Intentamos mantenernos en este equilibrio respetuoso pero tampoco hipócrita, sin dejar de asumir que somos dos personas de fuera que están ahí con una cámara.

 

Entiendo que tienen parcelas muy obvias en la codirección, que marcan desde los créditos: Nicolás con la fotografía, Santiago con el sonido. Pero debe haber un momento en el que deciden cosas juntos, entonces quería saber cómo trabajan la codirección.

NGW: Santiago y yo desarrollamos mucha intuición y confianza trabajando juntos. Hay aspectos meramente técnicos, como el uso de la cámara, del micrófono, que ya habíamos llevado a cabo. Más allá de eso, hubo mucha charla previa de lo que buscábamos. Ni Santiago ni yo teníamos las respuestas antes de empezar el rodaje. Teníamos más inquietud de qué íbamos a conocer, cómo lo íbamos a ir explorando, y pues la práctica documental fue explorar en el sitio las aristas más finas, los intereses de Santiago y los míos, que tenían que ver con cuestiones estéticas de los espacios, de la luz, que pudieran reflejar la lucha de estos pacientes, el encierro, sus historias de vida. 

Fue un rodaje muy gentil, la dinámica implicó un espíritu de camaraderia, que encontrará cualquier persona que ha asistido a una junta de AA: personas que no están juzgando a nadie. Entiendes que el perdón y la redención están ahí siempre y eso nos regía, un respeto a lo que teníamos enfrente.

 

Sísifos es de 2019. Estrena varios años después, pero en un contexto interesante, como el interés en los temas de salud mental derivados de la pandemia, la moda de los coachings, los grupos de hombres que están generándose, como los de Temach, y el otro contexto, la violencia en Chiapas. 

SMV: Siempre es curioso eso de las películas que tienen una vida desfasada, entre que haces una película hasta que la  exhibes pasan muchas cosas. La película, casi como un ser vivo, va cambiando según las circunstancias y va resignificándose. 

Definitivamente el tema de la salud mental, y el de la violencia en Chiapas, esta película los puede ejemplificar. Más allá de la carencia institucional te habla de una carencia cultural, educativa, de entender los trastornos mentales como parte de la salud. La adicción todavía se ve como una cosa de gente que no quiere mejorar, en lugar de entenderlo como una enfermedad. Entonces tenemos que insistir en los temas de la salud mental, porque es una cosa tan abstracta que no se manifiesta como un tumor, sino que se manifiesta en actitudes dolosas y demás. 

Lo que dices sobre Temach es una de las aristas más interesantes de la película, y va a ir siendo cada vez más rica. Es lo que nos puede decir sobre la masculinidad, porque es un lugar donde hay noventa hombres encerrados, hablando de sus sentimientos todo el día, una cosa anómala. Es la opresión de los sentimientos o de cualquier forma de vulnerabilidad. Gente poco acostumbrada a hacer eso en cualquier circunstancia, teniéndolo que hacer todos los días, desde un lugar de mucha humildad y aceptación. Hay muchas terapias cuestionables porque son brutales, pero esencialmente hay una especie de deconstrucción involuntaria que sucede ahí adentro y que empezamos a dimensionar en la cantidad de anexos que hay en México, y la cantidad de personas que hay no es poca cosa.

NGW: El tema de la adicción está en la sombra de otros grandes temas, como el narcotráfico y el crimen organizado. Es su contracara, un reflejo muy fuerte en las tendencias que tiene el crimen organizado con las tendencias de consumo. Nosotros elegimos Chiapas por ser un estado ecléctico en sus creencias, en sus tradiciones, y porque era un estado poco violento en ese momento. Hoy la historia es otra: los cárteles están tomando el estado porque es un lugar importante para la ruta de las sustancias, y el tema influye en cómo surgen adictos que antes no existía. Hay una correlación entre estas noticias del narcotráfico desfilando por ciudades y pueblos chiapanecos, y la tendencia creciente del consumo; Luego le metemos otro grado de complicación, los menores de edad. Hay un problema en que un adulto pierde su voluntad y un familiar lo interna, pero ahora también estamos hablando de menores. La norma 028 de la Secretaría de Salud, que regula a estos centros de rehabilitación, tienen prohibido el ingreso de menores. Estos menores no tienen un espacio legal para rehabilitarse. Los centros son las respuestas de la comunidad, pero entonces es un tema complejísimo. Y sí, en Chiapas, desde que filmamos a hoy, ha cambiado.

 

Sísifos (México, 2019). Dirección: Nicolás Gutiérrez Wenhammar y Santiago Mohar Volkow. Fotografía: Nicolás Gutiérrez Wenhammar. Asistente de fotografía: Eduardo Sin Otero. Sonido Directo: Santiago Mohar Volkow. Producción en línea: José Julián Morales Castañon. Edición: Analía Goethals y Omar Guzmán. Diseñador de sonido: Arturo Salazar Rivero Borrel. Corrección de color: Oyvind Stiauren. Operador de mezcla THX: Carlos Cortés Postproducción: Santiago de la Paz y Joakim Ziegler. Producción ejecutiva: Juan Sarquis, Moisés Cosío, Santiago de la Paz, Nicolás Gutierrez Wenhammar; Alejandro Quintero, Santiago Mohar Volkow. Casas productos: Cauce Cine, Laredo 17, Nómadas, Filmaciones de la Ciudad, FOPROCINE. Centro de rehabilitación: Una Luz en la Oscuridad A.C.