'Correr para vivir', de Gerardo Dorantes, y los hermanos fugaces de la sierra

A los rarámuris se les reconoce como corredores de gran resistencia. Sus pies ajados son capaces de recorrer amplísimas extensiones, imposibles para la gran mayoría de las personas. Por desgracia, la sierra tarahumara también es un territorio donde se ha anclado el crimen organizado y que mantiene en vilo a la comunidad. Entre estas dos realidades se compone las opera prima de Gerardo Dorantes Correr para vivir.

En Correr para vivir, dos hermanos, Capo y Homero, deben decidir entre seguir el sueño del atletismo, o engrosar las filas del crimen organizado. El dilema, que cruza lo practico y lo ético, es sustancia para un thriller de gran calibre, que problematiza y sensibiliza sobre un conflicto que se vive en distintos territorios del país.

Correr para vivir estrena el 28 de abril en salas de México. Platicamos con Gerardo Dorantes sobre está historia de atletas y crimen organizado, pero también de resilencia.

Es posible que muchos conozcamos las historias de corredores rarámuris, ¿Por qué te llamó la atención el desarrollo de la película?

 Siempre se busca entender a los corredores mediante documentales y trabajos periodísticos, solo por su cultura e historias personales. A mí me voló la cabeza leer un reportaje sobre Arnulfo Quimare, representante internacional de los corredores rarámuris, quien ganó un maratón en el que tuvo que correr 30 horas seguidas. Yo quería indagar sobre los factores que les permiten llevar su naturaleza a ese punto. ¿Cómo ha sido su vida, qué comía, cómo crea esa resistencia?, me preguntaba. 

Después sale el tema adicional del crimen organizado, algo complejísimo en nuestro país; los criminales se dieron cuenta que podían usar corredores rarámuris para sus negocios. Es una paradoja que muestra lo corrompido de nuestro sistema. Ellos tienen este don de correr, pero tampoco se salvan de los abusos del narcotráfico, que los orillan a sembrar amapola, marihuana y transportarla. Es un contexto social desfavorable. 

A los jóvenes de estos lugares les resulta fácil aceptar ese tipo de propuestas ante la falta de trabajo y en eso se parecen al resto de los jóvenes del país. 

 

Resulta interesante usar la ficción para problematizar esta historia ¿Cómo desarrollaste la historia, con Fabián Archondo?

Tuvimos asesoría de Ana Paula Pintado, una etnógrafa reconocida. A ella le llamó la atención el proyecto, porque el guion prescindió de una mirada indigenista en la que solo se les mira como agricultores, viviendo en comunidades lejanas. Hablar de los rarámuris es hablar de mexicanos y son muy variados, al igual que las personas de la sierra alta, sierra baja, los mayas o los de la zona centro. Lo importante era entenderlos como personas reales. 

Los jóvenes viven inconformes por las condiciones limitadas, aunque también te encuentras rarámuris con smartphones. Ellos van al centro de la comunidad para cargar sus celulares y tener acceso a internet, sin importar que tengan que caminar cuatro horas. Es un mundo con historias propias, que rebasan lo que en ocasiones se captura. 

Queríamos también una historia con tres actos marcados y que fuera emocionante, vertiginosa, impredecible, y que comunicara más allá del entretenimiento. La historia tenía que ser responsable, con tintes culturales, y esa fue nuestra apuesta al escribir el guion. 

Fuimos sinceros con nosotros mismos, hicimos la historia lo mejor que pudimos y esto facilitó que la historia encontrará su propio camino. 

 

¿De qué manera lograste con Emiliano Villanueva, el director de fotografía, recrear las imágenes que tomaron en la sierra y los acantilados?

Nuestro objetivo era retratar algo acorde a la película: amaneceres impresionantes, un relieve majestuoso y al mismo tiempo áspero, difícil de cruzar. Usamos lentes angulares amplios, para contar con un fondo que también muestra la inmensidad en la que se sumergen los personajes. 

Trabajamos con lentes anamórficos, pero son muy delicados y lo tuvimos que ir compensando sobre la marcha. Para nosotros lo más importante era no perder de vista la majestuosidad e inmensidad. Igualmente hicimos uso de una imagen sucia, que los remite al  

Una imagen sucia nos remite al concepto japonés del wabi sabi, que habla de encontrar la belleza en la imperfección, así logras un realismo crudo, que resulta estético. 

El polvo y las sombras son elementos propios que no se pueden evitar. 

 

 

La fortaleza de la película reside en los dos hermanos ¿Cómo trabajaste con tus protagonistas, Vladimir Rivera y Manuel Cruz?

Ese dúo fue lo mejor, me agrado el reto de trabajar con un actor real, ya que al tratarse de ese tono de realismo no quisimos encapricharnos con esa idea del método o los no-actores. Queríamos apegarnos al oficio actoral y cinematográfico, pero no íbamos a disfrazar ni maquillar caras conocidas. 

Con Vladimir y Manuel trabajamos la parte de sembrar la conciencia rarámuri: interpretar resistencia y resiliencia no es sencillo. Trabajamos la parte física y fueron ejercicios exhaustivos; por ejemplo: corrían alrededor del parque con un limón en la boca, no podían respirar bien, y a mitad de carrera se detenían a hacer abdominales. Trabajamos su psique y su parte física, entonces cuando llegaron al set para los primeros ensayos, lo lograron bastante bien. Me gusta preparar a los actores para que en el ensayo lo den todo, que tengan la oportunidad de jugar o divertirse con su papel. Ellos interpretan y lo importante es que lo hagan lo más natural posible. 

Hicimos un arco dramático muy fuerte que le brinda a nuestros personajes emociones y sensaciones fuertes así que el trabajo actoral era fuerte, fino y sofisticado. Nos sorprendió lo que se plasmó al final. 


Respecto a tus estudios de cine en Australia, ¿Qué te otorgo estudiar en Australia?

 Como tal no hay una línea muy marcada, sé que hay escuelas que se inclinan bastante por lo autoral, como es el caso del CCC o la ENAC en México, pero en el caso de Australia la cultura es nueva, quizás fresca, espero no se tome a mal lo que diré: si algo te gusta la idea es que lo hagas y si no te gusta; no lo hagas, no hubo prejuicios ni sugestiones. Esto porque no hay como esa tradición que tienen países como Francia o Inglaterra. En retrospectiva me parece que la experiencia fue benéfica para mi opera prima. 


 

Correr para vivir. (México, 2024). Dirección: Gerardo Dorantes. Productor: Pablo Zimbrón Alva. Compañías productoras: Varios lobos. Guión: Fabián Archondo, Gerardo Dorantes Edición: Daniel Castro Zimbrón, Hervé Schneid. Fotografía: Emiliano Villanueva. Sonido: José Miguel Enríquez Rivaud. Música: Emiliano Motta. Participan: Mayra Sérbulo, Eligio Meléndez, Manuel Cruz, Vladimir Rivera, Emma Malacara.