Julián Robles adapta la obra teatral El eclipse de Carlos Olmos con una mirada moderna y necesaria hacia los lugares recónditos de nuestro país. Bajo el título homónimo del poema de Carlos Pellicer, Robles presenta el retrato de una humilde familia que se enfrenta a las modernizaciones del mundo y se aferra a tradiciones carentes de sentido. El inminente eclipse, considerado por los lugareños como un augurio de mala suerte, marcará un desequilibrio en la vida de la familia.
Estoy todo lo iguana que se puede forma parte de la Selección Oficial Largometraje México de la 26ª edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato. Conversamos con Julián Robles sobre su película.
¿Qué te llamó la atención de la obra de teatro El eclipse de Carlos Olmos para adaptarla?
Fui alumno y trabajé con Carlos Olmos. Desde que lo conocí me encantaba su obra. Me atraía su aspecto visual y pensaba que podría funcionar en el cine. De hecho, Olmos intentó llevar el proyecto adelante, trabajó mucho tiempo para hacer esta película, pero nunca se concretó.
Años después, cuando él ya había fallecido, retomé algunas ideas de su obra para reelaborarlas. Más allá del tema familia, lo que me importa es la poética cósmica, esa conexión con la naturaleza y cómo nos afecta. Trata sobre el sol y la incertidumbre, un tema relevante en estos tiempos: ¿qué va a pasar? ¿qué viene después? También me preocupa la insignificancia de los seres humanos en comparación con todo lo demás.
Me da la impresión de que el título Estoy todo lo iguana que se puede crea un giro distinto a lo que propuso Olmo, una nueva orientación en la historia. ¿Cuáles fueron los desafíos para adaptar la obra y finalmente filmarla?
El principal objetivo era hacer cine y no teatro. En ese aspecto, creo que tuvimos éxito, ya que logramos que la película dejara de sentirse tan teatral. Siempre estaba pensando en la imagen y en los efectos cósmicos que afectan a los personajes; esto se percibe constantemente.
El entorno donde filmamos y la fotografía de Claudio Chea jugaron un papel fundamental para capturar esa esencia. Conversábamos mucho sobre cómo mostrar en pantalla que los personajes no dominaban el entorno, sino que siempre estaban en armonía con él. Fue un desafío lograr que no se impusieran sobre ese entorno tan hermoso e imponente. Queríamos que no se redujeran, que no se volvieran menos importantes en medio de todo eso, queríamos que no perdieran fuerza, sino que sus conflictos fueran menos predominantes.
Me interesa tu enfoque del entorno, pero además la película aborda temas actuales como la gentrificación, la homosexualidad y la influencia del medio ambiente en la dinámica familiar. ¿Fue tu intención tratar estos temas?
No tenía en mente todos los temas que la obra abordaba. Edipo sigue tocando temas actuales al igual que Medea, eso pasa cuando se escribe bien.
Sin embargo, lo que sí quería hacer era realizar ciertas modificaciones, restarle importancia al melodrama para resaltar otras cosas, como la gentrificación. También fue importante para mí mostrar la pobreza, no extrema, pero siempre presente.
Hablaba con Gloria Carrasco, la diseñadora de producción, le gustaba el término que yo usaba: buscar la belleza en la fealdad. Es decir, encontrar lo bonito en esas cosas horribles que están presentes en esos lugares. Hay muchas cosas que son bonitas a pesar de su aspecto horrible, como una puerta de periódicos o la decoración de las casas, incluso un viejo muro puede ser visualmente atractivo y no necesariamente tiene que verse como algo negativo.
El salitre de esas regiones costeras puede ser muy poético, por el acento decadente…
Claro, el salitre representa el olvido. La pobreza también tiene su importancia en la belleza, es donde viven, es interesante cómo no lo ven. Por ejemplo, hay un diálogo de Olmos, donde un personaje dice: “Para mí, el mar es una mancha azul” y es cierto, para ellos acaba siendo solo una mancha azul, pero cuando uno está ahí es curioso cómo cambia la perspectiva.
Hubo muchos temas que abordé y rescaté, algunos se transformaron en el proceso, mi enfoque era restarle al menos un poco de importancia.
Cuentas con un elenco de lujo, talentos como Dolores Heredia, Mayra Batalla, Kristyan Ferrer y Luisa Huertas. ¿Cómo ha sido trabajar con este excepcional grupo de actores, esta especie de película que no deja de ser de compañía teatral?
Siempre hablo de "nuestra película", no de "mi película". Soy una pieza más, y desde el principio quise que todos fueran parte de ella. Cuando digo "todos", no me refiero solo a los actores, también al equipo técnico y a la gente que estaba ahí. En el caso de los grandes actores, siempre estuvieron súper comprometidos con la manera de trabajar y eso era muy importante para mí.
Utilizamos un pequeño hotel frente a la locación, y una palapa que cumplía funciones de camerino, comedor y habitaciones para el equipo cercano. Todo implicaba ir y venir varias veces al día. Cruzábamos el estero en dos barquitos e incluso en una camioneta, fue una imagen muy similar a la de Fitzcarraldo, con la camioneta flotando en medio del estero.
Los actores también mencionaban que era imposible no compenetrarse, sintiendo que todos estábamos unidos, trabajando en armonía para contar la historia. Esta unión crea una excelente atmósfera cuando nos reunimos, todos creíamos firmemente en nuestra película.
Ahora que mencionas a Fitzcarraldo, estás sugiriendo que filmar en una playa de Chiapas implicó retos importantes.
Nos encontrábamos un poco aislados en el Soconusco, alejados de la mayoría de la gente. No lo digo solo por loco, sino porque se siente ese aislamiento, muy lejos del turismo masivo. Por fortuna, cada vez en México hay más turismo en todas las costas, pero eso cambia un poco la dinámica de cómo debe ser esta palapa. Es un pueblito con pocas palapas y se nota que la gente se va cuando alguien cae enfermo, eso es algo que literalmente no olvido.
¿Qué te parece presentar Estoy todo lo iguana que se puede en el GIFF?
Es un festival increíble. Nunca había experimentado esta nueva dinámica que abarca León e Irapuato. Anteriormente, había acudido cuando se llevaba a cabo en San Miguel y Guanajuato. Es emocionante porque nací en León, así que todos mis paisanos tendrán la oportunidad de ver la película.
He tenido la suerte de trabajar en el teatro Bicentenario, que es maravilloso, me siento cómodo en este festival. Además, es fundamental que este festival siga mejorando cada vez más. Hay muchas cosas interesantes que espero que ocurran en este festival.
Habrá una sorpresa, no porque sean de Guanajuato, sino por el estilo de música que tocan, la canción principal de la película se basó en su interpretación y en la colaboración del grupo llamado Costa Mar de Pueblo Nuevo de Guanajuato, así que habrá una aparición especial por ahí.
*Colaboración de Rubén Navarrete.
Estoy todo lo iguana que se puede (México, 2022). Director: Julián Robles. Fotografía: Claudio Chea. Producción: Matthias Ehrenberg, Khotan Fernández. Guión: Carlos Olmos, Julián Robles. Edición: Ana García, Enrique Pérez García, Julián Robles. Música: Enrico Chapela. Sonido: Miguel Hernández, Pablo Betancourt, Marcos Cabal, Miguel Molina, Anuar Yahya, Raquel Belver. Dirección de arte: Gloria Carrasco. Reparto: Dolores Heredia, Kristyan Ferrer, Mayra Batalla, Fernando Álvarez Rebeil, Luisa Huertas