Hay una cuarta historia, la del cineasta Ismael, quien desde el telar de su madre se hace preguntas sobre la trascendencia de la vida, y desde ahí reconoce lo más genuino de su comunidad, San Pedro Amuzgos, en Oaxaca: aquí el arte y los dones se heredan; y vida y muerte urden la trascendencia desde la transmisión de los saberes. En Hilando sones el taller es filosofía y la música, liturgia; pero acaso la lengua, el amuzgo, amalgame estos prodigios. Una lengua que en Hilando sones teje, canta, sustenta la trama y la sinfonía de una comunidad.
Hilando sones se ha presentado con éxito en festivales como Hot Docs (Canadá), Guadalajara, Morelia, Zanate, y ha representado al país en la Cumbre de los países G20.
Ahora es el turno del público mexicano: estrena el 24 de julio en salas nacionales. Desde ahí se tejió esta conversación con Ismael Vázquez Bernabé, quien ve a su madre tejer, quien escucha la música de Donato y Lorenzo, mientras se hace preguntas.
Zoila es tu madre; Lorenzo y Donato son personas de tu comunidad. ¿Cómo se convirtieron en personajes valiosos para protagonizar un documental?
El primero que apareció fue Donato, en mi infancia lo escuchaba tocar su violín en momentos especiales de la comunidad, como las mayordomías y otras actividades culturales y sociales. Yo escuchaba su música y así imaginé mundos que posiblemente llegarían a suceder.
Ya de adulto, al tomar esta herramienta del cine, pensé que me encantaría compartir con mi comunidad la sensación que tuve en mi infancia al conocer a Donato. Como ya está muerto, me acerqué a su hijo, Lorenzo, quien ha intentado aprender a tocar el violín, a pesar de las dificultades que tiene en el conocimiento de la música.
La historia de Donato me recordó mi infancia, cuando surgieron mis primeras preguntas existenciales del mundo y la vida. Ahí pensé que estaría increíble contar el documental desde el telar de mi madre, porque ahí nacieron estas preguntas, que a veces no tenían respuesta, o sí la tenían, pero mi mamá y yo no podíamos resolverlas.
Hilando sones trata de dos oficios, uno que parecería estarse perdiendo, la música que practican Donato y Lorenzo, y otro fundamental en San Pedro Amuzgos, el telar de cintura. Me gustaría saber si había distintas formas de abordar la historia de Donato y Lorenzo cuando ejecutan su violín, con respecto a Zoila y su oficio del telar.
Aquí es un pueblo de tejedoras, muchas mujeres se sostienen con el telar de cintura, y muchos crecimos debajo del telar. Cuando muere alguien importante es como si se rompiera el tejido, podrían desaparecer los espacios a los que le daba vida, y a la comunidad nos tocaría recuperar ese telar que se está rompiendo.
Sentí que la mejor manera de contar la historia de Donato sería desde esa metáfora. En la comunidad, cuando tienes una habilidad o un don, estás obligado a compartirlo. Donato era el músico del pueblo y su trabajo se volvía un cargo. Con los cambios culturales y el impacto de la globalización, se ha afectado lo que implica llegar hasta ese punto, en el que se rompe algo o muere un personaje, y aun así se continúa.
La mejor manera de contarlo era desde el telar de mi madre: ahí viví, crecí, y cada vez que visito a mi madre la veo tejiendo, es una actividad muy apegada a mí.
Hay otro tema, las preguntas que le haces a tu madre sobre la vida y la muerte: da la impresión de que tu película está inmersa en la trascendencia de los muertos. En Hilando sones propones un matiz filosófico.
En nuestras comunidades la muerte es un tema importante. Cuando celebramos el Día de Muertos, mi madre y la mayoría de las personas lo dedican a preparar bebidas, comidas, lo que les gustó en su vida a sus seres amados.
A pesar de que ellos se van, queda la memoria y el conocimiento que ofrecieron. Eso nos ha ayudado a fortalecer nuestro conocimiento y nuestra lengua.
Y algo curioso que me pasó hablando sobre la muerte: cuando empecé a trabajar en el proyecto tuve un trastorno de ansiedad, y el tema de la muerte fue complejo de pensar. La película me funcionó como terapia. Yo no podía mencionar la muerte, y al momento de centrarme en mi cultura, cómo vive la muerte, me pareció importante, algo que no deberíamos dejar por el miedo, sino que es parte de nuestra vida; ahí consideré que debería tener un lugar dentro del proyecto.
Hilando sones está hablado en la lengua amuzgo. Entiendo la necesidad de rescatar la lengua y proyectarla a los espectadores, pero desde lo creativo, ¿qué tiene el amuzgo para que lo elijas y que tu documental sea hablado en esta lengua?
Desde el inicio me dije: "nuestra historia va a ser contada en nuestra propia lengua”. Crecer como indígena en México es complejo y difícil, la lengua se menosprecia, se considera que no tiene valor. Nosotros sufrimos mucha discriminación por hablar una lengua indígena; desde niño mi lengua era motivo de violencia física y emocional: al hablar el amuzgo era golpeado por mis compañeritos y violentado por mis maestras. Ahora estoy tratando de decir que podemos contar nuestra historia desde nuestra cosmovisión, que también podemos contar cosas interesantes, importantes, para mejorar nuestra sociedad.
Ha sido bellísimo escuchar el amuzgo en una sala de festival de cine en Toronto, cuando fue el estreno mundial. Cuando toda mi infancia me dijeron que mi lengua no importa, escucharlo en una sala fue maravilloso. Para mí es impresionante escuchar mi lengua, que muchos todavía piensan que no sirve o no funciona.
También intenté eliminar estereotipos de nuestros pueblos. Muchas películas indígenas hablan del folclore y es verdad, hay música, danza, muchos elementos que se han explotado en el cine mexicano. Pero también hay otras cosas importantes para compartir con el mundo: qué nos duele, qué nos gusta, qué nos molesta. Hay otras formas más dignas de presentar nuestras historias, mostrarnos como personas pensantes que juzgamos, proponemos, y que no todo el tiempo estamos bailando
Hacia el final presentas un baile de hombres con capuchas y vestidos de mujer. Me hizo pensar en esta cuestión transexual que tienen las regiones zapotecas con los muxes, me pareció interesante que Lorenzo los acompañe con los sones.
Donato tocaba para muchas danzas que desaparecieron cuando él murió y solo han podido rescatarse una o dos. Uno de los que le regaló el violín a Lorenzo practica esta danza, La Danza de las Negras, originaria de la comunidad y que representa la vida de los afrodescendientes.
Nosotros compartimos nuestro territorio con afrodescendientes. Ellos son mucho más libres para decir lo que piensan, para bailar, son muy alegres. Los danzantes quieren ser como el afrodescendiente, es su pretexto de armar esta danza, adoptada por los varones, que así tienen este acercamiento hacia la vida homosexual, donde pueden hacer todo lo que quieran mientras escuchas las notas del violín. Consideré importante meterlas, porque en el documental hay una escena donde queman el violín, con el pretexto de que ha generado mucho pecado en el pueblo. Quería colocar esa idea, porque en el mundo tenemos muchos puntos de vista diferentes, que cada quien lo aborda desde su postura.
Aunque ésta es una historia indígena, intenté que los temas fueran universales. En la comunidad tenemos temas de la religión, de la muerte, de homosexualidad, del pecado, de la identidad. Algo que nos ha pasado mucho es que siempre nos colocan en el cajón del folclor o de la identidad cultural, siempre tienen ojos para nosotros así, y no se dan cuenta que también hablamos de temas universales. Intenté que en el documental todo mundo tenga su espacio y su momento de conectarse con su pasado o con su yo interior; nuestra historia comparte mucho con otras culturas.
¿Cómo fue la experiencia de Zoila y Lorenzo, de verse retratados en tu documental?
Fue una sorpresa tremenda, no imaginaban verse en una pantalla grande, con su propia lengua. Cuando terminan el documental, las personas de mi comunidad hicieron una sonrisa muy bella, dijeron: "no manches, podemos hacer este tipo de cosa con nuestra lengua." Fue una forma de motivar al resto, atreverse a romper ese chip que te metieron en la cabeza desde la infancia de que no puedes, o que a nadie le va a interesar. Para Lorenzo fue poco difícil, me dijo: "hay temas que todavía no he digerido o dialogado conmigo mismo. Es difícil recordar a mi padre”. Le entristeció mucho que quemaran su violín, y otras cosas más profundas que le tocan.
Y con mi madre fue recordarle su relación con sus muertos, o sea, mis abuelos; tampoco fue fácil soltarse y platicar libremente de lo que a ella le lastima.
Es difícil entender cómo lo recibieron, porque también culturalmente los indígenas somos más seco con los sentimientos, nos cuesta más decir cómo nos sentimos.
Hilando sones (México, 2021). Dirección: Ismael Vázquez Bernabé. Producción: Abril Schmucler Iñiguez, Alaya Down Johnson, Emiliano Altuna. Compañías productoras: Ficha Cine, S. de R.L. de C.V., Ismael Vázquez Bernabé, Bambú Audiovisual, Estudios Churubusco Azteca. Película realizada con el estímulo fiscal del artículo 189 de la LISR (EFICINE Producción. Guion: Ismael Vázquez Bernabé. Fotografía: Michelle Ibaven. Edición: Pedro G. García. Sonido: Damián Del Río, Jonathan Noveron, Nicolás Aguilar. Música: Federico Schmucler. Lengua: amuzgo (Ñomndaa). Reparto: Zoila Bernabé Merino, Lorenzo Núñez Victoria.