‘La recua’ de Darío Higuera Meza y Trudi Angell: los últimos vaqueros que surcaron el Camino Real

Antes de las carreteras y los autos, las rancherías y los pueblos de Baja California Sur hacían recuas, marchas de burros, caballos y mulas para transportar vino, queso, dátiles, dulces panochas de gato y demás mercancía a las principales ciudades del estado. Aunque estas travesías tenían un objetivo comercial, también implicaban experiencias de divulgación de la información, reconocimiento y fraternidad entre las comunidades.

 

El propósito principal de las recuas desde hace mucho ha terminado, no su valor simbólico y cultural. Por eso don Darío Higuera Meza se empeña, a sus 70 años y acompañado de su familia, a realizar una recua en pleno siglo XXI: un recorrido de 20 días de camino, a lo largo de 350 km, con cinco bestias de montar y diez burros de carga, que también surca la memoria, la colectividad y el entusiasmo por el camino.

 

No sólo eso: don Darío también quiere hacer un documental. Convoca a su amiga Trudi Angell y juntos crean, incluso, una nueva forma de hacer cine: reunión de amigos que, entre mulas y cámaras, comparten un viaje, un desafío fílmico y una recuperación de la memoria. Y que ahora lo comparten en la sección La Baja Inspira de la edición 10 del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.

 

Platicamos con Trudi Angell sobre esta experiencia cinematográfica que supo ser, sobre todo, una emotiva experiencia de vida.


 

¿Cómo es que deciden realizar este documental?

Tengo más de 35 años viviendo en Loreto. Empecé a conocer la Sierra, la gente del rancho, los caminos y el camino real, que va de Loreto hasta el norte de San Francisco, en la Alta California. Entre ellos conocí a Darío, un talabartero de 70 años, experto en el entorno. Él me dijo en 2017: “Oye Trudi, yo quiero hacer una cosa: una recua de burros y construir todo el material: los aparejos, las riendas, las reatas, lo que usaban los ancianos aquí, cuando éramos tiendas ambulantes pero de animales de cuatro patas, que movían mercancía en toda la península.” Él quería capturar esto, honrar a sus antepasados y además lo quería filmar.

Él invitó a la recua a su familia y a otras personas de la Sierra de San Francisco, que también han vivido en ranchos lejanos, sin camino de carro.

 

Entonces Darío dirige la película y también es protagonista...

Él tenía ese sueño y la chispa de decir: “Quiero proteger estas historias de nuestros antepasados”. Don Dario y su familia viven a dos horas de donde estoy en Loreto, al otro lado de la península. Cuando nos invitaron a hacer una presentación para platicar de La recua, cuando todavía estábamos en postproducción y mostramos imágenes en diapositivas, una señora, con lágrimas en los ojos, nos agradeció tanto... 

Hay gente en la península que nos van a estar agradeciendo y agradeciendo a Dario porque logró guardar un pedazo de la historia de sus vidas, de ellos y de sus antepasados.

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Una cosa es tener una gran historia y otra es hacer con ella una buena película, ¿cómo iban traduciendo la experiencia de don Darío para que se volviera este documental tan emocionante que es La recua?

Yo no sé hacer una película, sé mover un grupo de animales de tal punto a tal punto, durante cinco días o veinte, porque estuvimos veinte días filmando en el Camino Real.

Lo que no sabía era de cámaras; de hecho pensé: “¿por qué ocupamos una persona de sonido con un boom?” Y me decían mis amigos camarógrafos: “No, Trudi, sí ocupamos sonido y un boom”. Ellos me recomendaron a Rogelio Muñoz, un señor que es el mejor del estado, y mientras Darío y yo fuimos guiando al grupo desde el pueblito de Comondú hacia La Paz, el equipo de las cámaras nos decían como íbamos a tener que movernos.

Yo había trabajado antes con grupos que habían venido a filmar algo turístico en Loreto, los guiaba hasta donde estaba el escenario adecuado. No sabía que íbamos a llevar una Gopro, la necesitaban porque se movía mucho el burro, entonces mi equipo nos iba guiando.

Cuando tuvimos que decidir quién era el director de la película, discutamos si sería Darío o Trudi, porque mi figura era más de productora. No tenemos director de la película en sí, pero nos pusimos a pensar: yo ayudé, yo estaba respaldando a Darío, un vaquero que casi no sabía qué era un guión. Todo salió de su boca: la información, el conocimiento, él era el guión. Después, el gran trabajo de los editores fue tejer la información para que saliera una bonita historia familiar, eso es La recua hoy en día.

Hay una decena de hombres y niños en la ruta y son los personajes, pero al lado van quienes hacen fotografía, sonido, y es otra recua, ¿cómo era esta experiencia que comparten los dos grupos?

Una amiga nos dijo que sería bonito tener una historia de cómo se hizo La Recua, porque todo el mundo nos va a estar preguntando esto. Tenemos un background de fotos donde se nota al del boom corriendo en el burro para capturar algún sonido, de uno de los arrieros que se estaba echando la cámara él mismo. Tenemos una bonita foto de Ricardo Arce, el papá de la niña, echando la carga a un burro y encima una batería para hacer back de todos las cosas electrónicas. 

Hubo veces que no se pudieron recargar las cámaras y hacer backup, se tuvo que usar un generador Honda para las cargas para el otro día. Había retos de cómo cargaríamos la batería de las cámaras con otros métodos. A veces se conectaron a la batería de un carro.

 

¿Cuáles fueron las dificultades que tuvo el equipo para ir acompañando a la recua?

Uno pensaría que hubo dificultades pero no hubo porque los mismos vaqueros, la gente que caminaba, todo el equipo se sentían muy cómodos con el entorno. El único era el pobre Rogelio Muñoz de sonido, que no había subido a un burro nunca en su vida, los niños se reían de él, le decían: “eres un vaquero ya”. Pero se hizo un bonito equipo de camaraderia.

Siempre es un reto manejar una manada de más de 20 animales, a veces en caminos viejos; era natural para Darío, su familia, porque ellos lo han vivido toda su vida.

También hay una señora aquí, que ha estado capturando imágenes rancheras. Ella había salido en una cabalgata de La Paz a San Javier con un grupo de de vaqueros peregrinos, iban a un festival en San Javier, ella viajaba 12 días o 15 días con ellos, esa amiga fue la clave. Fue Elizabeth Moreno y su esposo Alejandro, no sé si haya viajado en mula antes, pero sabían en qué se metían, que iba a ser difícil pero bonito. Ellos invitaron a Rogelio Muñoz,, quien se acoplí muy bonito a nuestro equipo.

 

Estas historias son valiosas para el resto del país, conocer los paisajes y admirar la aventura de Darío Higuera.

Su abuelo fue un arriero de las recuas, también hay otras personas muy queridas de su familia. Eran la inspiración para Darío, las historias que él escuchaba de chiquito en las fogatas de los señores mayores.

 

De esas historias queda una película que dan ganas de incorporarse a una recua y vivir esa experiencia

Es lo que nos está diciendo la gente, que eso me suena muy interesante. Me faltaron decir muchas cosas: honrar a los de postproducción que fueron Sergio Castro y su hermano Álvaro Castro, también al animador Leonardo [Simões], nuestro gurú de la técnica, porque él es muy conocedor y ayudó mucho a todo el equipo. 


 

La recua (México, Estados Unidos 2021). Dirección: Trudi Angell, Darío Higuera Meza Compañía productora: Bell Mare Productions Productor: Trudi Angell Guión: Andrés Ozawa Fotografía: Alejandro Rivas, Elizabeth Moreno, Erik Stevens Edición: Sergio Castro, Andrés Ozawa Sonido: Rogelio Muñoz, Álvaro Castro Música: Alejandro Guerrero Animación: Leonardo Simões Reparto: Darío Higuera, Luis Higuera, Ramón Higuera, Azucena Arce, Ricardo Arce