‘Donde los vientos se cruzan’ de Ana Andrade y Jesús Guerra: la vida en los ñongos de Tijuana.

Se encuentran en el canal, en plena frontera. Se les llama ñongos y son chozas improvisadas de cartón, plástico, láminas, alguna estructura sencilla de madera. Los habitan hombres y mujeres que por las razones más diversas no pudieron, o no quisieron cruzar la frontera. Estas personas tienen la sabiduría o el desparpajo de quien ha decidido situarse en los márgenes de la vida, sobreviven comiendo cualquier cosa, pasan los días jugando ajedrez o compartiendo la pacha de alcohol que alguno consiguió de quién sabe dónde.

En esta comunidad, la fotógrafa Ana Andrade fincó un espacio de amistad y colaboración. Todos la conocen, la invitan a la plática, miran juntos los eclipses, la invitan a la filosofía o a lavar ropa. La fotógrafa ha difuminado su personaje de artista y se ha convertido en una más de la comunidad. Y ella tiene el orgullo y el conflicto de participar de este espacio sin vectores, un lugar de nadie donde se sobrevive pero también se generan las ideas más sugerentes de toda la frontera.

Junto con el joven director Jesús Guerra, Ana Guerra explora las comunidades de los ñongos en esta ópera prima, Donde los vientos se cruzan, ejercicio documentalista que ha desdeñado las pretensiones antropológicas y prefiere compartir la chacota, la celebración del día a día entre la basura y los recuerdos, mostrar lo eléctrico, punzante, vital, de una comunidad separada de la sociedad.

Donde los vientos se cruzan es parte de la sección México ópera prima de la edición 17 de DocsMX. Jesús Guerra, codirector del documental, nos platicó sobre esta fascinante producción sobre los márgenes de Tijuana que, acaso, contienen la verdad y la energía de todos los vientos del mundo.

 

Donde los vientos se cruzan nace de un proyecto fotográfico de Ana Andrade, Ñongos, en el que retrata los refugios de las personas que viven en la frontera de Tijuana. ¿Qué son los ñongos y cómo era ese proyecto?

Ana comenzó el proyecto alrededor de 2010, gracias a un apoyo del Fonca. Ella visitaba el canal porque le interesaba ver cómo vivía la gente en condición de calle; a partir de esa interacción ella hizo clic con estas personas.

Lo que más le llamaba la atención era la creatividad para construir casas con basura o con lo que encontraban en las calles, por eso su proyecto fotográfico estuvo enfocado en estos refugios, que les llama ñongos. 

Andrea acabó su proyecto en 2013 y lo presentó en el canal, con la colaboración de las mismas personas que viven en los ñongos. Ahí me di cuenta que no era el tipo de artista que se mete a mundos que le son ajenos para realizar su trabajo y después se va a las galerías, con otro tipo de gente. Ella estaba totalmente involucrada con todas estas personas.

 

Donde los vientos se cruzan, Dirs.  Jesús Guerra y Ana Andrade

 

¿En qué momento decidiste hacer un documental con ella?

Desde niño me llamaba la atención la gente que vivía en las orillas del canal, mis papás decían que era gente que había sido abandonada por el coyote. La comunidad de personas que vivían a las orillas del canal fue creciendo, hasta crear una especie de colonia dentro del canal, por lo menos en la zona de El Chaparral, justo en la frontera. 

Me impactó cuando supe que un bebé había nacido en el canal, y que la mamá y el bebé habían sobrevivido, a pesar de las condiciones en las que estaban. Fue un golpe duro, me di cuenta que estaban sucediendo muchas historias que ignoramos por completo.

A partir de entonces empecé a visitar el canal junto a Bryan Andrade, el segundo fotógrafo del documental, y con otra chica socióloga. Al inicio nuestra aproximación fue antropológica, hacíamos estudio de campo y escribíamos notas, después pudimos acercarnos con comunidades cristianas que les llevaban comida. Esos fueron mis primeros acercamientos, pero me parecía una aproximación superficial y distante.

Luego conocí a la hermana de Ana en la universidad, y como ya había escuchado de ella en el canal, le pedí su contacto y le mandé mensaje para saber si le interesaba colaborar, ella me ignoró completamente porque estaba trabajando en otro proyecto. 

Seguí visitando el canal y en una de estas visitas me encontré con el Tres Puntos, un chico que vivía en los ñongos y que conocía a Ana. Dos meses después volví a escribirle a Ana y le dije que el Tres Puntos le mandaba saludos. Ahí mejoró nuestra relación y hasta me invitó a la proyección de su primer cortometraje en un albergue.

Tiempo después me empezó a invitar a sus visitas a la zona de El Chaparral y ahí conviví de cerca con las personas que viven en los ñongos. Conocí un mundo diferente, lejos de las zonas religiosas o que controla el gobierno.

Ana siempre me retó para saber qué tan comprometido estaba con estas personas. Un día me dijo que me preparara porque íbamos a pasar la noche en los ñongos, cuando se dio cuenta que iba listo dijo que era broma y que lo hizo sólo para saber si estaba dispuesto a todo. 

Aun así bajamos en completa oscuridad a los ñongos, pero nunca sentí miedo porque iba con Ana y todos la conocían. Siempre que bajábamos en las noches era como si estuviera al lado de una hada que iluminaba el camino y me protegía. 

Convivimos con estas personas durante meses, llevamos un proyector para hacer un cine club e hicimos una galería. Meses después, DocsDF llevó el Reto 100 horas, para realizar un cortometraje. Le pregunté a Ana si quería ayudarme a realizar un cortometraje sobre el Yuca, una persona que venía de Yucatán, que había sido deportado y ahora vivía en los ñongos.

Al inicio me dijo que no estaba interesada porque no era documentalista. Sin embargo, un día antes de que mandara la propuesta a DocsDF, Ana me preguntó si podía estar en el equipo. Realizamos la filmación un fin de semana. Ese fin de semana tenía mi graduación en la universidad, así que tuve que ir en la mañana a tomarme la foto y recoger el diploma y me fui al canal.

El sábado en la mañana encontramos al Yuca y ahí empezó lo bueno; lo grabamos caminando enfrente del río, oliendo flores, capturamos el ruido de la garita del cruce de San Ysidro y tuvimos una gran conversación con él.

De ese reto salió un cortometraje que nos gustó muchísimo, y aunque no ganamos decidimos hacer un largometraje para contar más historias. A la mitad del rodaje Ana me dijo que quería ser co-directora, acepté porque ella me introdujo a este mundo y por la magia que ella tenía con estas personas. 

 

 

 

¿Cómo fue la colaboración juntos?

Al inicio no sabíamos cómo se iba a construir el largometraje, tenemos horas de entrevistas con un montón de personas. De Memín nos llamó la atención su justicia social, después vimos que su pareja, Serafina, era un personaje increíble, así que al inicio nos enfocamos en ellos, pero en la postproducción nos dimos cuenta que teníamos más material interesante. La naturaleza de los personajes y los momentos nos fueron empujando. 

La parte más complicada fue la postproducción. En esa etapa le dije a Ana que ella tenía que ser otro personaje, al principio no estaba interesada en aparecer en pantalla, después hicimos una entrevista con ella y la dirigí para que perdiera el miedo.

Me inspiré en La sal de la tierra, de Win Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, para hacer nuestra dinámica de trabajo. Se me ocurrió echarme un clavado en el material audiovisual que Ana había realizado para su proyecto fotográfico y se lo mostraba en plena entrevista, para que ella me contara anécdotas y capturar de manera natural sus emociones. 

Debo admitir que hubo momentos muy frustrantes, a veces me sentía como su empleado, ya que tenía que consultarle todas las decisiones que tomaba. Tuvimos ciertos conflictos en el proceso de edición, porque en ocasiones teníamos visiones distintas. 

 

Una de las hazañas del documental es que consiguen hacer una historia divertida y emocionante en un contexto tan difícil. ¿Esa fue la intención o qué tipo de documental buscaban hacer?

Después de conocer a Ana y adentrarme en la historia del Yuca, tuvimos la pauta para realizar el largometraje. El documental de el Yuca, aunque es triste, tiene momentos muy chistosos, porque él es una persona graciosa, eso nos dio un equilibrio entre tristeza y alegría, como una película de Chaplin, que es capaz de hacerte reír y llorar al mismo tiempo. 

El tono del documental lo fuimos descubriendo en el camino y en el montaje, aunque desde el inicio Ana me dejó en claro que no quería hacer nada sensacionalista; de hecho, a ella le choca la parte del cruce ilegal del 20 de noviembre que aparece en la película, sentía que se alejaba de su visión; sin embargo, para mí era importante que apareciera, especialmente porque lo mezcle con Memín y su filosofía.

 

Donde los vientos se cruzan, Dirs.  Jesús Guerra y Ana Andrade

 

Hay muchos debates acerca de la posición que debe tomar el documentalista con sus personajes; unos piensan que el documentalista tiene que involucrarse, otros, que el documentalista debe ser omnisciente. Ustedes se vuelan barda y crean una directora que también es un personaje. ¿Cómo manejar a alguien con tanta personalidad, y que se vuelve parte irremediable de la historia, como Ana? 

Fue difícil porque Ana tenía cambios de humor continuos, y a pesar de que siempre traté de demostrarle que el trabajo era colaborativo, de repente ella sentía que le quería robar su labor, y eso me causaba sentimientos encontrados, porque yo la apreciaba mucho y de cierta forma tuvimos una relación emocional muy profunda, casi como de pareja. 

Como sus cambios de humor eran constantes, en un momento llegó con nosotros y nos dijo que ya no quería formar parte del proyecto; después ella vio una estrella fugaz y pensó que era una señal y regresó al rodaje. Como mi personalidad siempre busca el equilibrio, a veces intentaba arreglar o resolver los problemas que tenían las personas, cuando en realidad esa no debía ser mi labor.

También tuve un conflicto ético al momento de decidir qué grabar y cuándo actuar. Cuando el Yuca se enfermó de cirrosis contactamos a su familia, pero ellos llevaban mucho tiempo sin verlo y nosotros no teníamos dinero para ayudarlo. Entonces hablé con Ana y le dije que sólo teníamos dos opciones, o seguimos cerca de él hasta que falleciera o hacer algo para que sobreviviera.

Por suerte el papá de Ana es doctor y él nos contactó con unas madres que trabajan haciendo beneficencia en Rosarito, así que lo llevamos y lo dejamos ahí durante un año, hasta que se logró rehabilitar. Por eso ahorita ya no me importa mucho si el documental obtiene premios y reconocimientos, al final salvamos la vida de alguien, gracias a que intervenimos y eso es lo que realmente me importa.

Donde los vientos se cruzan (México, 2022). Dirección: Jesús Guerra y Ana Andrade. Producción: Ana Andrade y Jesús Guerra. Fotografía: Ana Andrade y Bryan A. Chilian. Edición: Jesús Guerra y Paolo Zúñiga. Diseño sonoro: Ricardo Carreño.