‘45 días en Jarbar’ de César Aréchiga: crear arte entre lobos

La primera intención del artista plástico César Aréchiga era hacer un cortometraje en el que mostrara cómo un grupo de reclusos de alta peligrosidad le ayudaban a fabricar papel para su obra, que reflejaría las condiciones en que vivían estas personas. Convivió con ellos. Encontró riesgo y zozobra. También, la posibilidad de tocarlos por medio del arte, convivir con ellos y abrir los canales de su expresión.

 

“Le pedí a la fiscalía no tener información de ellos, no quería saber quiénes eran, sólo les pedí que seleccionarán gente de alta peligrosidad, que tuvieran algún rango importante, pero yo no quería saber quiénes eran para no entrar con miedo y no tener un juicio de ellos”.  Así empezó la aventura de 45 días en Jarbar, el documental de César Aréchiga.

 

Además, él mismo se hizo vivir bajo un sistema de reclusión. “Todos los días me fichaban y todos los días hacía el trámite para que me liberaran. Perdí comunicación con la gente y vivía en un cuarto aislado. Me buscaban a las siete de la mañana para entrar al penal, antes me juntaba con el crew para ver qué seguía y comí lo mismo que los presos, viví igual que ellos, para lograr una condición de la pérdida de la libertad; siempre permaneces ahí y mentalmente una parte se quedó ahí”.

 

Ellos me decían ‘nosotros tenemos más miedo de ti qué tú de nosotros, porque tú podrías sacar cualquier cosa de nuestras caras y nuestras historias, algo que nos comprometa a nosotros o a nuestras familias”.

Tu relación en el documental con ellos es cálida, pero no se quita de la cabeza que han asesinado y secuestrado a muchas personas, ¿cómo asumir esta ambigüedad?

Terminé de grabar en enero de 2017 y fui  a terapias porque empezaron a darme ataques de pánico, de ansiedad, y no nada más yo, sino todo el equipo, ocho personas dentro del penal, además de la producción. Hicimos 45 días y en el primer rodaje, el del papel, hubo otros 40, en total estuve 100 días.

Casi todos son líderes de carteles, tratas de ganar su confianza y ser honesto. Su inteligencia era increíble, saben leer a la gente cuando mientes, cuando estás nervioso, cuando tienes problemas, te lo olían peor que lobos. Son personas con cadenas perpetuas que no les importa qué hacer, a fin de cuentas estarán ahí siempre, fue algo muy fuerte que apenas ahora estoy asimilándolo.

Tuve que cuidar mucho el material porque no podía dar información, eran 180 horas y a veces se escuchaban pláticas personales que daban miedo, yo borré ese material y me quedé nada más con Jarbar, se me hacía peligroso perder un disco y que salieran cosas o personas que no quería salir.

 

Tu película trata del aprendizaje artístico que tiene estas personas peligrosas, pero en este tópico a uno también le toca ser alumno de aquellos a quienes les enseñó, ¿tú qué aprendiste de ellos?

Se rompe la burbuja, la realidad. Mi trabajo como artista se relaciona con lo que sucede en el país. Cuando estás adentro conoces muchas realidades, gente que tenía sueños, ilusiones, esperanza de ser y hacer cosas, es duro encontrar este tipo de personas que juzgábamos malas, al salir cambia la visión. Por eso trato de hacer una fundación para ayudar a los chavos, sacarlos del proceso de violencia que ocurre entre sus 12 a 16 años, sobre todo en comunidades de bajos recursos, cuando el narcotráfico los agarra para volverlos sicarios, porque si los detienen o los matan no les importa un carajo.

También te das cuenta de sus ambiciones o sus errores, cada historia es diferente y las situaciones muchas veces son absurdas. Son cosas para que los chavos reflexionen porque no nada más es una cuestión de narcotráfico, sino del tipo de decisiones que tomamos todos los días y que repercuten hacia más personas y hasta a nosotros mismos. Ahora pienso más las cosas antes de actuar: si pueden molestar o perjudicar, lo veo con sangre fría, no sabemos lo que puedes ocasionar.

¿Ellos ya vieron la película?

Entre los acuerdos que hicimos yo no sacaría la película si antes no la veían ellos y sus familias. No voy a traicionar sus confianzas, en algo por ejemplo que lloran y quizá no quieran salir así porque el líder del otro cartel se va a burlar, por esos detalles pasan las tragedias en México y yo no me voy a arriesgar por sacar algo amarillista.

 

¿Creaste amistades con ellos?

En el documental les tiro carrilla, ellos me dicen: “ni siquiera sus abogados entraban aquí porque les daba miedo”, entonces hicimos una amistad muy fuerte porque para mí no eran narcotraficantes, sabía que era gente muy pesada pero conviví con ellos como nadie lo hacía.

Por otro lado, es raro saber que son narcotraficantes y asesinos. El cerebro reacciona de manera diferente y repercute en la salud. Pero quedamos en algo desde que estábamos en el penal: podíamos hablar por correo pero nunca nos íbamos a volver a ver, porque no quiero ensuciar el proyecto de la fundación Jarbar, ni que la gente piense que estoy metido con ellos. Se lo dejé bien claro y me dijeron: ‘está bien, nada más tú tampoco la cagues, no saques cosas que no debas’.

 

Debes estar asediado por los medios ahora que exhibes en We Are One… 

Me da mucho gusto, yo pensaba que la película estaba perdida, íbamos a estrenar en la Cineteca, en Argentina, en otros festivales y todo se empezó a cancelar. Ahora que nos invitaron a We Are One mucha gente me aconsejó que no me arriesgara porque tal vez estaba cancelando otra exhibición o no podría estrenar en cines. Tomé la decisión porque no puede haber mejor espacio en este momento, además el documental queda ideal para el encierro de mucha gente, en dos días llevamos cerca de 15 mil visitas.

Ha sido un buen proceso, me han llegado correos de Sudáfrica, Corea, Australia, en Portugal quieren que estrenemos en cines, está saliendo en medios de Londres, nos entrevistó Der Spiegel y Stern de Alemania, estoy muy emocionado porque se está viendo y la respuesta de la gente ha estado siendo buena.

 


 

45 días en Jarbar (México, 2019). Dirección: César Aréchiga. Guion: César Aréchiga y Clementina Mantellini. Fotografía: Claudia Becerril Bulos. Música: Willy Zavala. Sonido: Diego Orendain y Pier Martínez. Director de arte: César Aréchiga. Edición: Clementina Mantellini. Productor: César Aréchiga y Mayra Espinosa.1