'La sombra del desierto' de Juan Manuel Sepúlveda: cantos de nomadismo y persistencia

La frontera se bifurca en muchas otras, físicas y mentales, que a diario se cruzan para buscar una mejor forma de vida o para reinventarse. La frontera es un espacio para indagarse a uno mismo: para emprender una búsqueda que en momentos puede ser, incluso, espiritual. 

 

En el Gran Desierto de Altar, entre Sonora y Arizona, un alambrado discreto divide los países, pero no a las personas. En él cruzan a diario quienes buscan las esperanzas, la incertidumbre, la contemplación del espacio. De eso se  trata este documental.

 

La sombra del desierto, de Juan Manuel Sepúlveda, indaga la frontera que divide al Gran Desierto de Altar, y quienes lo habitan o lo transitan: nómadas, migrantes, las comunidades tohono o’otham. Crea una épica íntima sobre lo que nos divide y nos congrega: al final se trata del vínculo de los seres humanos con sus entornos, que aun transitorios los determinan.

 

La sombra del desierto estrena el 3 de diciembre en Cineteca Nacional y salas del circuito de exhibición independiente.

 

¿Cómo llegas al Gran Desierto de Altar? 

Con mi primera película, La frontera infinita, empecé a seguir la migración centroamericana que iba a Estados Unidos. Un flujo migratorio encontró en el desierto de Sonora un espacio franco para cruzar la frontera. 

Nos internamos en él y sentí que me afectaba profundamente. Es un desierto por donde han cruzado centroamericanos, por el que han pasado apaches, pápagos, tohono o’otham, yaquis, españoles, mexicanos; una zona geoestratégica relevante.

Desde la primera película el desierto estaba ahí, había establecido un diálogo secreto conmigo, que poco a poco cobra un significado relevante. Sobre todo ahora, que cientos de miles de personas quieren llegar a Estados Unidos porque quieren buscar una mejor condición de vida.


 

Cuando pensamos en la frontera imaginamos las garitas de Ciudad Juárez o las bardas de Tijuana. Aquí es un alambrado como el que podía tener cualquier ranchería, eso lo vuelve una frontera que puedes cruzar separando el alambre, da otra connotación, quizá más abstracta. 

Me parece un error que sigamos creyendo que la migración es de carácter meramente económico; es una migración que no sabemos si es mística. ¿Cuál es la razón que lleva a cientos de miles de centroamericanos a cruzar la frontera? 

No me voy a malinterpretar, primero que nada hay una cuestión económica, la gente de Centroamérica no tiene ingreso suficiente para darle educación y vivienda a su familia y van a buscarlo. Pero también están en ese desierto porque pasa algo más que lo económico: tiene que ver con un existencialismo, una mística. La gente a veces cruza el desierto porque quiere encontrar a Dios, encontrarse a sí mismo, porque quieren encontrar su verdadero rostro; algo más profundo que buscar mejores salarios.


 

Tu documental aborda dos grupos, los migrantes y las familias que habitan el desierto. ¿Cómo es el acercamiento a cada uno de estos dos grupo?

Tohono O’otham significa “La gente que habita el desierto”. En 2016 el gobierno norteamericano quiso sellar la frontera para detener la migración. Dice: “aquí se va a construir un muro” y la población Tohono O’otham, responde: “sobre mí cadáver, aquí no se va a construir ningún muro porque es nuestro pueblo, nuestra casa, es un desierto y un desierto es infinito, no se puede limitar”.

El pueblo Tohono O’otham es una etnia binacional, yo llego a Quitovac, que es el pueblo Tohono O’otham más representativo del lado mexicano, a 42 km de la frontera, pero también están distribuidos en Estados Unidos, en Arizona.

Me acerco con ellos y les digo que quiero filmarlos porque coincido en su lucha, entonces se genera una relación con este espacio y esta territorialidad, que muestra a un pueblo que no está dispuesto a aceptar esa limitación, y siempre va a buscar la manera de vulnerar esa frontera, de cruzarla, independientemente de lo que tenga que hacer.


 

Junto con los Tohono O’otham están los migrantes, ¿cómo era la relación con estas personas que llegaban de Honduras, de El Salvador, de mismo México?

Cuando te encuentras entre nómadas empiezas a generar solidaridad nomádica. La sombra del desierto es un gran canto al nomadismo, a esta forma de habitar el mundo que no se basa en un sedentarismo, indicar al nomadismo como una forma válida de estar en el mundo. De repente pareciera que todo está prescrito, que el nomadismo es ilegal en un mundo en el que todos deben de estar asentados y tener un domicilio muy claro.

La sombra del desierto es un canto a ese nomadismo, en el cual entiendes que el desierto es tu verdadera casa, el espacio que no alcanzas, que te desborda, y creo que eso lo tienen muy claro los Tohono O’otham. 


 

 

Me gusta la evidencia de la cámara en La sombra del desierto. Siempre está el debate de si el documentalista debe ser invisible y retratar lo que ocurre, o si debe intervenir: tú generas diálogo y hay varias referencias a que se filma una película, ¿qué me puedes platicar de esta relación del documentalista con los grupos que registra?

Tenemos que ser muy sensatos como documentalistas, darnos cuenta de que si le apostamos a una forma del cine que apela a la maravilla, a la fuerza, a la belleza, debemos asumir las consecuencias que implica. Yo llego en la mañana, pongo la cámara y cuando la estoy poniendo se me acerca un chico y me dice: “yo te quiero contar una cosa”, y coloco la cámara abajo de un árbol y empiezan a hablar, ahí uno como documentalista piensa si nosotros realmente dirigimos una película o la realidad nos dice cómo dirigirla.

Ahí tú tienes que estar muy atento, la vida siempre te está diciendo por dónde va la cosa. 


 

Aun así pienso que se mantiene un punto de vista del documentalista: citas a John Milton que alude a temas espirituales; uno de los personajes menciona al cielo y el infierno; hay escena de la representación de la pasión de Cristo. Yo no sé si era a propósito o lo que iba ocurriendo, pero noto un fuerte el componente religioso o espiritual impreso en la película

Me encantaría decirte que fue un punto de vista personal y una búsqueda espiritual, pero honestamente debo decir que es la búsqueda espiritual de los personajes. Cuando te decía que es un error ver a la migración como un asunto específicamente económico, es porque cualquier migrante que encontrábamos siempre sacaba el tema espiritual, siempre era para él un asunto espiritual cruzar la frontera. Lo económico estaba de alguna manera implícito en este discurso, pero sobre todo iban a confrontarse con Dios o el Diablo, con alguno de los dos.


 

¿La comunidad ya vio la película?

Cuando hablas de migración es difícil hablar de la comunidad, porque cuando filmas, al día siguiente es muy probable que los que filmaste ya se fueron. Sin embargo, gracias a las redes sociales hay mucha conexión, entonces todos estos personajes que aparecen en la película eventualmente han seguido en contacto con nosotros y le hemos enviado el corte, se han visto retratados y han dado su autorización para que la podamos exhibir.


 

A propósito de la película está la retrospectiva que se hace sobre tu obra en la Cineteca Nacional, ¿qué me puedes platicar de ella? ¿cómo complementa la experiencia de La sombra del desierto?

Creo que cierro un ciclo en el cual estaba muy obsesionado con este tema, que trato de llevar al máximo de sus posibilidades y a partir de ahí seguir explorando la propia voz. Es el cierre de un ciclo, en el cual básicamente hay una manera de aproximarse al mundo se cierra y se concluye.


 

¿Qué se queda de la frontera en ti? 

La frontera nunca se va, por más utópicos que seamos nunca se desvanece, sigue marcando un espacio y sigue dividiendo- La frontera tiene nefastos términos físicos, pero también permite generar una especie de subversión, un contradiscurso para decir: “con la frontera vamos a inventarnos un nuevo espacio, un nuevo fuerte, una ventana”.


 

Quizá me equivoqué al  mencionar la frontera como el tema, quizá sea más certero hablar del desierto

Cómo no, finalmente no hay tradición espiritual, incluso el islam, el judaísmo, el cristianismo, el budismo, que ven en el desierto un símil de la vacuidad absoluta, del vacío absoluto. El desierto es donde todo termina y donde todo comienza. Y claro que sí, me llevo muchas cosas del desierto. 

La sombra del desierto (México, 2020). Dirección: Juan Manuel Sepúlveda Martínez. Producción: Juan Manuel Sepúlveda Martínez y Viana González Delgado. Guion: Juan Manuel Sepúlveda Martínez. Asesoría en el guión: Kim Torres. Cámara y fotografía: Juan Manuel Sepúlveda Martínez. Edición: Lorenzo Mora Salazar. Sonido directo: Nicolás Aguilar. Diseñador de sonido: Pablo Fernández y José Miguel Enríquez. Colorista: Víctor Velázquez, Ei2 Media. Compañías productoras: Fragua Cinematografía, el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE-IMCINE), con el apoyo de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México y Bambú Audiovisual.. Locación: Gran Desierto de Altar, Sonora.