‘Antes del olvido’ de Iria Gómez Concheiro: la dignidad de la vecindad

Hay una comunidad de personas asombrosas y admirables, que viven en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y que están a punto de desaparecer. Los procesos de gentrificación desplazan a los habitantes originales del barrio para transformar sus viviendas en restaurantes,  negocios de autor, hoteles boutiques o alojamientos para nómadas digitales. La histeria capitalista intimida, desplaza, despoja, pero sobre todo intenta borrar tradiciones, identidades, lo que hace, justamente, que un barrio sea ese barrio.

Antes del olvido, largometraje de Iria Gómez Concheiro, hace suya esta preocupación y da un testimonio emotivo sobre las personas que habitan estos espacios y que están a punto de perderlos. Ejercicio coral que da voz a los recuerdos, la solidaridad, la resistencia, el desaliento, se trata de una película que dialoga con clásicos como Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 48), Los olvidados (Buñuel, 50), hasta filmes más recientes como La estrategia del caracol (Cabrera, Colombia, 93) o El callejón de los milagros (Fons, 95).

 

Antes del olvido tiene su estreno comercial en México. Su directora nos platica sobre este ejercicio fílmico que también implicó crear comunidad y hacer resistencia.

 

¿Cómo empiezas a imaginar esta historia? 

Yo trabajaba en un centro cultural que creamos un colectivo de artistas multidisciplinarios, para la comunidad de La Merced, Tepito y La Lagunilla, en la calle Nicaragua 15,  la locación donde se filma la película. 

Es una vecindad hermosísima del siglo XVII y durante siete años estuvimos ahí una bola de artistas locos, muchos veníamos de El Faro de Oriente. Yo daba talleres y en las calles encontraba desalojos indignantes: llegaban granaderos y se metían como arañas por arriba, por abajo, tiraban las cosas de las personas por las ventanas. Después, esas personas se quedaban viviendo afuera, lloviera o hiciera frío, porque no tienen a dónde ir. 

Este fenómeno me llamó mucho la atención, te estoy hablando de 2014, eran cotidianos los desalojos. Entonces, junto con la periodista Sandra Ortega, que tenía la revista Km.cero, se hizo el libro Somos siluetas, con personajes emblemáticos del centro. Muchos tenían empleos emblemáticos, como el planchador de rebozos, por ejemplo: quedaban solamente dos planchadores de rebozos en la Ciudad de México y uno estaba en el Centro. Lo desalojaron y se tuvo que llevar sus máquinas a no sabemos dónde. El Centro ha sido despojado de sus personas, sus raíces, sus oficios, para darle entrada a lo que entonces llamamos el Slim Center, que empezó a crecer y a ser desbocadamente atractivo para los empresarios. La gente al principio creía que se beneficiaba de que estuviera entrando esta derrama económica al Centro, pero en realidad no, porque ellos eran despojados. 

Entrevisté a mucha gente desalojada y desde ahí surgió la película, primero como una serie de retratos. Después se nos ocurrió que podíamos ficciónarlo y tomar al desalojo como un dispositivo para hacerle un homenaje a las vecindades y a los personajes del Centro Histórico. Eso es Antes del olvido, un homenaje de personas que existían en el centro, que le dieron color a nuestro Centro Histórico durante años, y que estamos perdiendo si seguimos permitiendo la gentrificación en los barrios de nuestra ciudad. 

 

La veía y pensaba en una colección de películas que tratan sobre vecindades, desde Nosotros los pobres, Lagunilla mi barrio, pero también La estrategia del caracol de Sergio Cabrera en Colombia o El callejón de los milagros de Jorge Fons. ¿Pensabas en estos referentes para crear tu película?

La vecindad era una forma de vida del chilango, una forma de comunidad, que está a punto de desaparecer. Y uno de los objetivos era mostrar esta vida de vecindad. No verla desde el paternalismo, el folklore o la pornomiseria, sino desde la dignidad de las personas que las habitan. Tratar que el espacio fuera un personaje, entonces la coralidad nació naturalmente. En el lenguaje cinematográfico hicimos un planteamiento clásico con mis colaboradores, Sebastián Hiriart como fotógrafo y Diana Saade como diseñadora de producción, usamos la cámara en mano en el patio, pero en las casas hay una cámara fija con encuadres similares. Y nos alejamos por supuesto del Chavo del 8, un referente de vecindad que tenemos en América Latina, sobre todo en América del Sur, y que es parte de su identidad, tal vez más que de la nuestra.

La experiencia fue al final el rodaje que logramos: una comunidad de ocho semanas, que nos metimos a vivir en la vecindad todos los actores, personas de La Merced, de Tepito, de La Lagunilla, que conocían los espacios y que habían tenido experiencias de desalojos. Eso le dio un nivel de realidad a la película, estábamos hablando de una comunidad que salía de su ensimismamiento para organizarse y luchar por una causa común,  y nosotros filmando la película también logramos ese espíritu. 

 

Me parece un reto filmar a un grupo tan grande de persona, tenías veinte o treinta en el patio. ¿Cómo fue dirigir esta coreografía de todo el patio: los tendidos, los muebles, personas haciendo diferentes actividades? 

Esta película tiene 53 actores con dialogo, después hubo secuencias enteras, tres semanas de rodaje, con más de 80 extras. Parecía imposible porque fue una película hecha con cuatro pesos, pero con el equipo le apostamos a involucrar a cada uno en la película y en la historia. Cada persona que estaba ahí se sentía importante para lograr el objetivo de hacer la película y eso facilitó muchísimo el trabajo. Después, tuve a una asistente de dirección maravillosa, Berenice Ubeda y a Bernardo Velasco que hizo el casting y en el rodaje ayudó a estas coreografías. 

Antes de filmar pasamos seis meses en un taller de actores; los bits y extras fueron seleccionados con mucha delicadeza, a cada uno de ellos les di dos o tres horas de mi tiempo para trabajar lo que se iba a hacer, aunque fuera el extra que aparecía en tercer plano. Fue un trabajo casi artesanal, les decía que estábamos bordando un gran tejido de seres humanos, no contratamos empresas de extras, era la gente de la calle que tocaba a la puerta de la vecindad, los entrevistábamos y se iban quedando en distintos personajes. Cada personaje tenía nombre, apellido, pertenecían a una familia, a una vecindad que había sido desalojada y todos tenían un sentido, cuando llegaban al set y se corría la cámara todos tenían claridad de dónde estar parados. 

 

 

Y sí, fue un trabajo de coreografía muy planeado con Sebastián Hiriart, ver en los planos quién cruzaba, por qué cruzaba y además el trabajo absolutamente generoso de Mercedes Hernández y Leonardo Alonso como actores profesionales, que ayudaron mucho a entrar en una atmósfera, se metieron a este mundo y se dejaron empatar por él. Y luego personajes como el Gordo, que tenía un personaje chiquitito y durante el rodaje lo empezamos a reescribir porque era un actor extraordinario. Él nos ayudaba a controlar el caos en el que podríamos estar. 

Realmente habitamos ahí. Había gallinas, gatos, niños, cocinábamos en el patio y detrás de cámara sucedía lo que estaba sucediendo en la película; entre toma y toma había algo muy similar. La gente sintió la necesidad de hacer esta película y la hizo suya. 

Por eso, cuando estrenamos en Morelia, llegamos como ochenta personas, se lanzaron tres camionetas de Tepito, en Ficunam llenamos la sala, siempre andamos en banda, y ahora creo que el estreno también será así. Todos éramos una banda, una familia. 

 

Esta película es de 2018, imagino que la pandemia retrasó su estreno. Pero que estrene ahora que se están debatiendo los temas de la gentrificación la vuelven muy pertinente, le dan una actualidad que quizá no se hubiera esperado en 2018, ¿cómo ves esta coyuntura?

La gentrificación es un tema que por desgracia no ha dejado de estar ahí. Antes del gobierno de Claudia Sheinbaum los desalojos ya eran una cosa de cada tres días en el Centro de la ciudad, en La Merced y en las periferias. De tiempo atrás los dueños de las empresas, los restaurantes y los hoteles tienen la necesidad de sacar a la gente de sus lugares, subirle el costo al uso de suelo y lo que en realidad perdemos es la cultura, las raíces de un barrio.

 Ahora es una coyuntura particular, con empresas como Airbnb que acrecentaron esta situación a un nivel estratosférico. 

Esto tiene que regularse y espero que sea el proceso que el Gobierno de la Ciudad de México está empujando, para que entonces sí sean los propietarios originales de estas casas los que puedan rentar sus departamentos. 

Es un debate que no está fácil, porque claramente entendemos que estos monopolios son salvajes y desean la ganancia sobre la ganancia. Entonces seguimos poniendo el dedo en el renglón con Antes del olvido.

 

Antes del olvido, Dir. Iria Gómez Concheiro

 

¿Crees que una película como Antes del olvido aporta a estas discusiones que se están dando a propósito de AirBnb?

No hago cine para decirle al mundo cómo son o cómo deberían ser las cosas. Lo que me interesa a través de del cine, porque es lo que a mí me pasa con las películas que me tocan, es que nos lleven a una reflexión sobre distintas temáticas. Con Antes del olvido tal vez podemos entrar en la reflexión sobre la vejez, sobre una juventud que no es nini, cómo le llegaron a decir en el sexenio de Calderón. Y luego el tema central, la gentrificación y el atentado a los derechos humanos que significa dejar a las personas sin techo de un día para otro. Espero que esta película pueda ser algo que genere reflexiones de distinto tipo, y quien quiera, que la agarre para las batallas que tenga que dar. 

Al final de cuentas, Antes del olvido muestra una pequeña batalla que es una gran batalla, la batalla de la dignidad de las personas. No sé si va a alimentar el debate que tenemos ahora, pero sí puede generar muchas reflexiones que permitan que el debate se amplíe. Y si eso sucede será muy interesante porque creo que el cine, cuando genera reflexiones, es cuando es realmente transgresor, rebelde, esas películas que después de días te sigues acordando de ellas, que las conectas y las relacionas.

 

¿Y Nicaragua 15, sigue existiendo? 

Dejó de ser un centro cultural. Su última actividad fue la película. Ahora esos espacios los rentó un diseñador de vestuario y distintos colectivos. Siguió siendo un espacio de colectivos artísticos, y hasta donde sé ahí seguía viviendo gente, porque cuando fue centro cultural también vivía una viejita arriba de las oficinas principales, cuatro o cinco familias convivían con el centro cultural. Y fueron familias que estamos muy agradecidos porque nos permitieron filmar. 

Antes del olvido (México, 2018). Dirección: Iria Gómez Concheiro. Productor: Rodrigo Ríos Legaspi. Guión: Juan Pablo Gómez, Iria Gómez Concheiro. Fotografía: Sebastián Hiriart. Diseño de producción: Diana Saade. Sonido: Pablo Tamez. Edición: Rodrigo Ríos Legaspi. Diseño sonoro: José Miguel Enríquez. Música: Aldo Max Rodríguez. Reparto: Leonardo Alonso, Mercedes Hernández, Patricia Serrano, Santiago Fonseca.