‘La frontera invisible’ de Mariana Flores Villalba, y la isla de los marinos solos

Situada a 700 kilómetros de las costas mexicanas, la isla Socorro se considera la última frontera de México en el Occidente. Aquí, un destacamento de la Armada de México se encarga de proteger este límite oceánico. Es una frontera invisible que también representa un extremo solitario e introspectivo.

Esta frontera es un espacio físico difuso, que aquí también se convierte en un estado mental. Aquí, los marinos realizan las prácticas militares propias de su oficio, pero también transcurren por una vida perezosa, introspectiva, llena de recuerdos. La Isla Socorro podría ser un santuario, una fortaleza o un espacio de confinamiento: el limbo habitado por aquellos a quienes se resguarda de actividades cruzadas por la violencia. 

La frontera invisible, documental de Mariana Flores Villalba, hace el registro de esta isla y de los hombres que la habitan. Acompañada de la cámara de Claudia Becerril Bulo, reconoce la belleza natural de la isla, a la vez que recoge los testimonio, íntimos, dolorosos, de un grupo de hombres en solitaria custodio. Un confín territorial y emocional que convoca al misterio y a las confesiones.

La frontera invisible ha participado en la Competencia oficial Premio Mezcal de la edición 38 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. También es parte de la sección México Ópera Prima de la edición 18 de DocsMX. Y forma parte de la Sección de Documental Mexicano del 21° Festival Internacional de Cine de Morelia.

 Platicamos con su realizadora, Mariana Flores Villalba, y con su productor, Carlos Hernández, sobre este ejercicio de registro del lugar más apartado de nuestro país.

 

¿Cómo te llega la noticia de esta Isla Socorro, y cómo es que decides que ahí hay un material importante para dedicarle un tiempo y hacer un documental?

Mariana Flores Villalba (MFV): Me enteré de la existencia de Revillagigedo en 2008, por unas amigas mías biólogas. Vivíamos juntas e hicieron una investigación sobre las ballenas. Cuando regresaron, me contaron sobre la isla y la gente que vivía ahí, me enseñaron fotos y quedé prendada de este lugar y de esa situación.  Entonces fui para hacer mi ejercicio documental del CCC, en diciembre del 2008 y enero de 2009. En ese viaje de investigación no hice el corto, pero después se volvió en lo que ahora es La frontera invisible.

 

¿En qué momento se subes Carlos Hernández al proyecto de Mariana? ¿Qué les atrajo de esta Isla Socorro para dedicarle esfuerzo, imaginación, tiempo, para retratar a estos marinos?

Carlos Hernández (CH): Me pareció que la película tenía cosas importantes para ser contadas. La primera es retratar un mundo único y mágico como es el archipiélago, un lugar pocas veces retratado en el mundo del cine. Otro punto importante es haber ingresado con una cámara, por primera vez,  a un sector de la Secretaría de Marina y retratar testimonios de miembros de la Armada de México; también hay un valor estético que logran Mariana y su equipo, con la compañía de la fotógrafa Claudia Becerril, que acompaña de manera natural los testimonios. Estos elementos capturaron mi interés para estar en la producción.

 

Parte importante de este documental es que la Armada haya permitido el acceso, de una manera íntima, que a veces llega a ser brutal, por el carácter de los testimonios, de conocer a los marinos. ¿Cómo consiguieron esta autorización? 

CH: Fue un proceso largo, alrededor de dos años, de dialogar con las autoridades de la Secretaría de Marina, principalmente con los capitanes. Una vez de que se logró la autorización para viajar a la isla, que el equipo de filmación pudiera convivir en el día a día con los marinos y filmar sus testimonios, fue algo sumamente importante. 

Ahí viene otro punto importante, la capacidad que tuvo el equipo de Mariana para romper la barrera que implica el cerco militar, quitar ese velo que está entre la institución y el ser humano, eso es un logro total de Mariana y de su equipo.

 

La frontera invisible alude al límite, desde el lado occidente, de México; pero también alude a las fronteras emocionales de los marinos que están ahí, sus límites morales, existenciales; es una frontera en dos sentidos.

MFV: La película pasó por por muchos títulos antes de La frontera invisible, pero sí, primero era la obviedad de tratarse de la última frontera de México, pero no hay una frontera visible, porque estás en una isla en medio de la nada, y luego todas estas fronteras que tienen ellos como individuos y que son como membranas permeables; los límites se van moviendo y están entre en la institución, el ser militar, quién eres, el título hace alusión a eso.

 

¿Fue complicado entrar en confianza con los marinos para que dieran sus testimonios?

MFV: Fue un proceso muy largo, hicimos cuatro viajes y cada uno de alrededor de seis semanas, eso hace casi obligatoria la convivencia.

Hubo gente que no quiso participar, no todo el mundo quiere compartir. Y la gente que sí, fue un acto de generosidad regalarnos su visión de la vida, sus rostros, su accionar en el día a día. Fue una combinación de cosas: la convivencia diaria, platicar, cómo nos acercábamos a ellos y ellos a nosotros. 

Muchos de los testimonios se hicieron nada más con audio, no había una cámara de por medio, entonces se generaba una conversación muy íntima, de relaciones que se construían a lo largo de semanas; otras que sucedían de pronto y creaba una especie de magia. También, el hecho de estar en esa isla, algo te pasa como ser humano: hay muy pocos estímulos externos, está la naturaleza increíble, pero no está tu familia, tus relaciones, es un lago que está en calma y entonces puedes ver el fondo. Hay ganas de clavarse cada quien en sus pensamientos y sus historias; si hay alguien tienes ganas de compartirlo, se genera una enclave ideal para eso.

 

Y con eso viene la idea estética del documental, ahí te acompaña Claudia Becerril; imagino que hubo mucha plática de cómo tenía que ser la película visualmente.

MFV: Hubo mucha preparación previa. Tuvimos mucho tiempo de ir descubriendo la isla. En dos viajes también trabajé con Luis Montalvo y José Stempa, quienes hicieron fotografía adicional. Eso también enriquece a la película, distintas perspectivas y experiencias en la isla, porque es una experiencia que te traspasa, realmente te transforma. 

Tuvimos tiempo de vivir la Isla, de observar la luz, de ver cómo iba a ser la relación con los relatos que estas personas nos compartían, cómo sería el diálogo con la naturaleza. Para nosotros era importante que la isla fuera un personaje, un constante diálogo entre la naturaleza humana y la naturaleza no humana.

¿Qué fue lo más difícil para filmar La frontera invisible

MF: Fue un proceso difícil en muchos sentidos y en muchas capas. Desde lo concreto;  por ejemplo: en el primer viaje que hice con Luis, llevamos una cámara que nos prestó el CCC, tenía una óptica increíble y por suerte también llevamos una 5D que era de él; al tercer día se nos descompuso la cámara buena y no había nada qué hacer. Entonces hay mucho material en 5D que es HD; esas son las cosas concretas, técnicas, que modifican cómo filmas.

Otro percance fue un huracán, el barco se tarda más y en vez de estar seis semanas son seis semanas y media y te empiezas a poner ansioso, se empieza a generar en la isla cierta incomodidad: deja de haber cigarros, de haber coca cola, o también estás a merced de quién sea el comandante de la isla en ese momento, de eso depende la libertad que teníamos para filmar. Hubo períodos de mucha libertad y otros de no tanta libertad, eso también implica retos personales, días de estar parados. 

 

La frontera invisible, Dir. Mariana Flores Villalba

 

¿Y a nivel producción? ¿Cómo era esta experiencia?

CH: El primer reto fue conseguir los permisos, hablar con los capitanes a lo largo de los dos años. Una vez que tenías ese permiso estaba comprometida la búsqueda del financiamiento. No sabíamos cuánto tiempo tendríamos el aval de la Secretaría de Marina, también estábamos a punto de que terminara el sexenio y teníamos miedo de que las condiciones cambiarán, porque sabemos que las autoridades pueden pueden mover su decisión de un día al otro. Sabíamos que las autorizaciones tenían que venir acompañadas con recursos y ese fue el estrés. Por suerte la película fue acompañada por el programa de Ópera Prima del CCC, y durante el proceso de filmación fui aprendiendo de las experiencias que vivía todo el crew allá; de su retroalimentación cuando regresaban a tierra. 

Era interesante esperar noticias, casi siempre diarias, pero no siempre porque las conexiones eran difíciles. En el huracán fue preocupante saber que perderíamos comunicación, al menos durante cuatro días. Sabíamos que estaban seguros, pero no deja de haber un dejo de preocupación constante. Pero la espera de este lado seguro que no fue nada comparado con lo que ellos vivieron en la isla.

 

¿De qué manera te tocó la experiencia de filmar en Isla Socorro? 

MF: Filmé a lo largo de un año, me eché cuatro viajes de seis semanas, 24 semanas en un año, mucho tiempo. Sé que me transformó personal y profesionalmente, y que este documental ha sido mi compañera de vida los últimos cinco o seis años, a partir de que empezamos a filmar. Creo que yo cambiaba y cuando lo estaba editando, la película también cambiaba. Había un diálogo con la película que me transformo según ella se transformaba. Y ahora que ya la terminé, no podría decir exactamente qué, pero sí, ha sido una experiencia muy transformadora, he aprendido mucho y fue un proceso muy duro; creo que salgo más sabia, por lo menos un poquito.

 

¿Y crees que los marinos son tocados por el documental? 

MF: No siempre estuvieron los mismos en los cuatro viajes.  Hubo un par que estuvieron en dos viajes, pero no en los cuatro. Y ya les envié la película a muchos con los que todavía tengo contacto. Les gustó, pero desafortunadamente yo ahora no vivo en México, entonces no hemos podido hacer una proyección. Me encantaría, y es una de las cosas que nos falta, hacer una proyección en Manzanillo para verla todos juntos. estaría buenísimo.

 

Es importante este tema: estamos viendo a una de las instituciones, junto con el Ejército, a la que menos acceso se tiene. ¿Qué tan importante es para las audiencias que conozcamos esos espacios y a estos grupos humanos de los que sabemos tan poco?

MF: Creo que es importante conocer a algunas de las personas que forman parte de la Armada, conocerlas de manera íntima, ver qué les preocupa, cómo les traspasa la violencia, cómo les afecta, como viven ser militares, que es ser militar para ellos; es como tener una ventanita chiquita, pero que traspasa el velo de la institución y te los muestra como seres humanos.

La frontera invisible (México, 2022). Dirección: Mariana Flores Villalba. Producción: Carlos Hernández Vázquez, Gabriela Gavica Marrufo. Compañía productora: Centro de Capacitación Cinematográfica, A.C. y FOPROCINE-IMCINE. Música: Federico Schmucler. Sonido: Eduardo Hernández, Israel Hernández, Adriá Campany Buisán, Luis “Checho” Bravo, José Miguel Enríquez. Cinefotografía: Claudia Becerril Bulos, Luis Montalvo, José Stempa. Edición: Astrid Rondero, Mariana Flores Villalba.