‘Moretones’ de Daniel Ulacia Balmaseda y Ginan Seidl: un retrato de los tonos de Guerrero

Las personas que habitan las pequeñas comunidades de la Costa Chica de Guerrero tienen un vínculo espiritual con ciertos espíritus, de naturaleza animal. Les llaman tonos.

Puede ser un jaguar o un lagarto. Te cuidan de los males del mundo, te protegen contra las adversidades, vigilan, en sigilo, que tu vida sea buena. Son imposible de describirse. Daniel Ulacia Balmaseda y Ginan Seidl lo intentan en su documental Moretones

Ejercicio audiovisual hipnótico, Moretones de Daniel Ulacia Balmaseda, Ginan Seidl propone miradas y atmósferas que parecen creadas por los mismos animales que protegen a los habitantes de las comunidades afrodescendientes de la Costa Chica de Guerrero. Se concentra en cuatro personas: una partera, un granjero, una pescadora y una curandera, que viven bajo la protección del tono y enfrentan una modernidad que parece arrastrar su cosmogonía.

El documental Moretones forma parte de la sección Ahora México de Ficunam 13. Platicamos con Daniel y Ginan sobre este ejercicio inmersivo y fantástico, que ocurre en la Costa Chica de Guerrero. 

 

¿Cómo llegan a la Costa Chica de Guerrero y qué les atrae de la región para hacer un documental?

Daniel Ulacia (DU): Llegamos de vacaciones y nos llamó mucho la atención el paisaje ,esta erosión que genera el mar en los edificios, en la vegetación y en ciertas texturas. Pensábamos que sería interesante hacer un proyecto. Primero imaginamos algo de ciencia ficción, después conocimos a los pueblos de Guerrero y las historias vinculadas a las comunidades afro y se empezó a derivar hacia un documental. 

Ginan Seidl (GS): Este trabajo empezó hace siete años, fue ir y volver y en estos viajes los conocimos más. Algo que nos ayudó era tener tiempos en los que no estábamos ahí pero seguíamos pensando en la película. Cuatro años después de que empezamos con la idea entendimos de qué se trataba, cómo funcionaba su relación con los tonos. 

 

Imaginaron una película de ciencia ficción, pero no deja de haber un elemento fantástico que quizá los occidentales no acabamos de asimilar, y es el tema de los tonos. ¿Qué me pueden contar sobre ellos? 

DU: El tono existe en todo Mesoamérica, no sólo en los pueblos afros, pero sus relaciones con ellos son distintas. Es un vínculo muy estrecho y personal, seres invisibles que no son humanos, pero al mismo tiempo habitan la región. El tono conecta al individuo por el lado de la salud. Cuando el tono muere, se muere la persona. 

Fue interesante entender ese vínculo y aprender desde esa perspectiva al mundo, estas relaciones invisibles con espíritus u otros seres que no son humanos y que tienen un efecto en cómo nos relacionamos con nuestro entorno. 

El tono también nos conecta con la historia de la región, que ahora está muy movida por el desplazamiento. Eso quisimos retratar; no es algo científico o lógico, más bien es una cosmovisión con su propia lógica. 

 

¿Cómo se relacionaron con las comunidades de la Costa Chica de Guerrero para llegar a la película que querían crear?

DU: Nosotros no somos originarios de estas comunidades, nuestra visión es desde el punto de vista del cine y desde un intento por salirnos de esta visión occidental. Desde nuestra incomodidad podemos ver cómo la vida occidental ha provocado muchísimo daño dentro de las culturas y el medio ambiente. Por eso buscamos una forma de imaginar otras posibilidades de relación. Se construye desde el hecho de que estamos ahí gracias a la producción de la película, pero las relaciones se van haciendo complejas y terminan siendo relaciones de amistad, entrañables, con las que compartimos muchísimas más cosas que hacer la película. Los tiempos que no involucran la cámara son muy importantes, porque es compartir la vida, ese encuentro donde el cine se vuelve una excusa. 

 

Quedé hipnotizado por la fotografía de Moretones. En su sinopsis se presenta como una “experiencia sensorial e inmersiva” y a mí me parece que hay un gran cuidado en la composición fotográfica. ¿Existió una forma particular especial de imaginar la fotografía de esta película?

Ginan Seidl (GS): Algunas cosas las pensamos antes de empezar, otras las desarrollamos en el proceso. Por ejemplo, el uso de infrarrojo, imágenes que aparecen en blanco y negro pero que son infrarrojos, fue una decisión conceptual y es el punto de vista de un animal. 

También decidimos usar cámara en mano y desde el cuerpo, una cámara que para la vista o la perspectiva funciona como un actor en este encuentro cinemático, nosotros estamos físicamente ahí. Fue una decisión conjunta de no sólo poner una cámara que tiene el sentimiento desde afuera, que es observacional, también está viviendo y participando en el proceso.

 

 

¿Cómo fue la codirección? ¿Cómo organizaban este doble  liderazgo o doble creación que los dos iban llevando en el proyecto?

DU: Tenemos intereses en común: a Ginan le interesa el tratamiento visual de las cosas, esta exploración desde la imagen. Yo vengo de un contexto que implica proyectos de trabajo participativo, y es algo que Ginan ha trabajado antes con documentales. 

Muchas cosas se empezaron a ramificar desde las individualidades, y eso implicaba una negociación de cómo nos imaginábamos las cosas. Cuando llegábamos al rodaje se volvía crear la escena junto con ellos, pero ahí era donde dividíamos los roles: Ginan estaba detrás de la cámara, mucho más enfocada en esa visión, y yo con las relaciones con los protagonistas. 

Al final del día, cuando revisábamos el material, siempre había un momento donde hablábamos de lo que pensábamos respecto a lo que habíamos hecho. Ese proceso también ocurrió en la edición. Siempre era ese proceso de estar negociando y que a final de cuentas ha funcionado bastante bien, porque es un proyecto muy largo, más de seis años de estar en esto. 

GS: Desarrollamos mucha confianza en el otro y empezamos a conocernos muy bien una manera de trabajo de amigos, sabemos cuáles son las cosas fuertes y las no fuertes del proyecto, y cuando lo sabes es mejor trabajar juntos. A mí se me hace muy bonito trabajar con alguien y desarrollar todo el proyecto juntos, hace que seas muy claro o decidido en muchas cosas. Es bueno hacerlo solo, pero el proceso en un dúo hace que estés más claro y eso ayuda mucho en un proceso así. También ayuda a enfrentarse en el diálogo con otras comunidades, conversar desde otras perspectivas. La colectividad en el cine siempre debe de ser así, es trabajo en equipo y en el documental aún más, porque todo el tiempo estás pensando y reescribiendo. 

 

Moretones, Dirs. Daniel Ulacia Balmaseda y Ginan Seidl

 

Sé que ya se presentó el documental en Copenhague y ahora viene a FICUNAM, implica venir a enseñarlo a México, que posiblemente conocemos más a la Costa Chica y las comunidades afrodescendientes, ¿qué les parece esta oportunidad de exhibir o de formar parte de la selección ahora México?

DU: Es una experiencia más allá de lo gratificante, es un festival que desde el primer año estuve colaborando desde Radio UNAM, con el programa “Retorno a la razón”, ahí conocí a los cineastas que después fueron parte de mis referentes personales. Ha sido parte de mi formación de estudiar y entender el cine. También eso significa compartirlo con el equipo de trabajo que estuvo en todo el proceso allá en Guerrero. Eso hace que estas presentaciones se vuelvan algo muy enriquecedor en todos los sentidos. 

GS: Tengo curiosidad de cómo será la reacción de la gente y los protagonistas que van a asistir. Es emocionante ese momento de ver la película juntos. También me pone un poco nerviosa, pero sí creo que será emocionante. 

Moretones (México - Alemania, 2023). Dirección: Daniel Ulacia Balmaseda, Ginan Seidl. Producción: Stephan Helmut Beier, Ray Peter Maletzki, Ginan Seidl, Daniel Ulacia Balmaseda. Compañía productora: Rosenpictures. Fotografía: Ginan Seidl. Edición: Ginan Seidl, Daniel Ulacia Balmaseda. Sonido: Pamela Casasa, Steffen Martin, Markus Böhm. Reparto: Juliana Piza Zambrano, Santos Zárate Rodríguez, Ester Cruz Jarquín, Francisco Salinas González.