Proyecto EFAI: Cine a dos voces de SL Colectivo, entre suburbanos y migrantes

Un grupo de entusiastas de hacer cine se reúne en Saltillo Coahuila, identifican a un grupo de adolescentes que viven en el conurbado de la ciudad y que les vendría bien aprender de cámaras y sonido, una casa albergue recibe a los migrantes que van en ruta hacia Estados Unidos. La suma de estos grupos hace posible Cine a Dos Voces, el proyecto coahuilense del EFAI.

Con Cine a Dos Voces, el SL Colectivo logra un cruce sugestivo: que jóvenes de territorios vulnerables conozcan a las mujeres y los hombres que están en tránsito de territorios. Y en esta unión se consigue crear una colección de cortometrajes, pero más importante: el reconocimiento, la empatía, la comunicación de unos y otros. 

Cine a Dos Voces es un proyecto que recibió el apoyo del Estímulo para la Formación Audiovisual Independiente. Platicamos con Reynaldo Chapa, quien forma parte de SL Colectivo y nos platicó sobre esta experiencia, entre suburbanos y migrantes. 

¿Me puedes contar qué es el SL Colectivo: quiénes son, cómo lo forman y por qué?

Somos un grupo de jóvenes, y no tan jóvenes, interesados en el cine. Algunos hemos podido estudiar fuera, otros se han preparado con diplomados. Es la inquietud que hay en muchas partes del país: un grupo de personas que quieren hacer cine y por necedad o por empeño nos juntamos y decidimos hacer un primer proyecto, que en nuestro caso fue hacer cineminutos.

SL significa sin llorar, una forma de decir que hay que dejar de quejarnos y aplicar más acción. Hicimos ese primer proyecto, tardamos aproximadamente un año en hacer ocho cineminutos, estábamos satisfechos y decidimos realizar algunos talleres, uno de stopmotion, de guión; después de cinco años encontramos la convocatoria del EFAI y decidimos aplicar.

 

Cine a Dos Voces hace un cruce interesante entre los jóvenes de las regiones vulnerables de Saltillo con los migrantes. ¿Cómo empezó a armarse el proyecto?

Queríamos dar un taller a adolescentes, algo que nunca habíamos hecho. Empezamos a buscar los temas más frecuentes en la frontera y uno de ellos es la migración, porque Saltillo es un paso de las vías del tren y, por lo tanto, de los migrantes. En Saltillo hay un albergue que se llama Casa del Migrante de Saltillo, con el que ya hemos teníamos contacto porque algunos hemos trabajado como periodistas y es un tema que está en la agenda local. 

José Luis Elizalde, uno de los miembros del colectivo, ya había hecho un documental con la Casa del Migrante; nos pareció buena idea porque hay una parte muy grande de la sociedad que desconoce el tema y creíamos que los adolescentes también iban a estar desconectados. Nos parecía importante acercarlos a una realidad que, por un lado, da para muchas historias y por otro lado podía invitarlos a abrir sus ojos un poquito más, abrir su panorama de temas que pueden ser fuertes pero también tiene una carga de humanismo muy fuerte. 

 

Cortesía: SL Colectivo

 

Ustedes proponen un taller de 16 jóvenes entre 14 y 18 años, ¿existió ese grupo o cuántos fueron y quiénes los conformaron? 

Empezamos con más de 16. Yo era de los que no estaban de acuerdo, porque creí que se nos iba a salir de las manos, pero mis compañeros estaban convencidos de que una parte iba a desertar. Y así fue, al final nos quedamos con ocho integrantes, quienes terminaron hasta el último día, eran muy comprometidos. 

Pegamos posters en el centro de Saltillo y hacia el sur, en la zona más vulnerable de la ciudad. Más de la mitad de los chavos venían de una secundaria cercana a la sede donde dimos el taller. Un maestro vio el poster y animaba a los chicos, entonces llegaban muchas solicitudes de ahí. Muchos se quedaron, otros venían de más lejos. Había un chico con discapacidad que fue de los más comprometidos y aplicaba las lecciones al pie de la letra. 

Nunca habíamos trabajado con adolescentes y descubrimos que es un mundo diferente. Estaban súper contentos, nos hablaban de clases, de lecciones que les habían impactado, les había sorprendido conocer la realidad de Casa del Migrante. Los maestros fuimos todos del colectivo, hay quien se ha especializado en sonido, en fotografía; está el caso de José Luis que pudo irse a estudiar un máster en documental a Barcelona y dio la parte de dirección y guión.

También invitamos a otros que son parte del colectivo, pero sabemos que podemos contar con ellos: una chica que nos ayudó a la parte de difusión, Alejandra Vázquez; otra chica que se llama Lara ha trabajado en dirección de arte y entonces habló de esta parte en cine documental. Así trabajamos.

 

¿Cómo fue la relación de tus muchachos con la tecnología y el ejercicio audiovisual?

Había quienes editaban videos en su celular y estaban muy interesados en esa parte, querían conocer una edición más profesional. Había quienes no habían tenido contacto con cámaras pero estaban familiarizados con la tecnología, no le tenían miedo a picarle a los botones. El grupo se fue dividiendo entre los que les interesaba la parte de entrevistas, organizar el tema y la estructura narrativa; y quienes querían agarrar el micrófono y la cámara. Uno dijo que quiere ser sonidista y otros más que con la cámara estaba muy adaptado. 

 

 

¿Cómo asumió la comunidad migrante el proyecto? 

Yo los pondría en dos grupos: los que están abiertos a platicar, y los que preferían centrarse en su camino. La Casa del Migrante busca gente como trabajadores sociales, psicólogos, áreas que buscan sacarlos un poquito de su realidad; a veces les ponen juegos y a veces les buscan también dar terapia, no muy profunda, porque es corto el tiempo que pasan ahí. 

A los migrantes que les interesaba platicar te ven como una forma de narrar su experiencia pero también de salirse un poquito de ese mundo en el que están inmersos, de los problemas que puede haber en el camino, entonces conocer a unos chavitos que te quieren hacer preguntas para ellos es como un desahogo. 

Esta parte de los migrantes que accedieron a las entrevista es gente noble que te abre su corazón, te comparte su vida y están agradecidos de poder contarte cosas y que los tomes en cuenta. 

Para los chavos fue bien padre. A veces eran muy introvertidos y yo les decía: “tienen que ir con el grupo de esa mesa y preguntarles si quieren ser entrevistados”; entonces volteaban a ver y era un reto acercarse, se tardaban como 15 minutos. Esa parte me gustó porque nos demostró que dieron un paso más en expresarse, salirse un poco de la introversión, que a lo mejor no tiene nada que ver con el cine documental como aspecto técnico, de edición o de fotografía, pero un aspecto personal de ellos que creció en este taller, se vieron en un reto grande de salir y hablar con un extraño. 

 

¿Qué me puedes platicar de los cortometrajes que consiguieron en el taller?

Fueron tres cortos: el primero es sobre una mujer que se llama María y que en la Casa del Migrante dio a luz. Su hijo nació en el trayecto hacia Estados Unidos. Ella tuvo muy buena disposición de contar su historia, su infancia, y se conectó con la niña que tuvo, con lo que ella espera para su hija al llegar a Estados Unidos. 

Otro documental fue de una mujer que se llama Angie, cocinera en la Casa del Migrante, ella hace la comida para ochenta personas y a veces cien, dependiendo de cuántos migrantes haya ese día. Ella viene de Honduras, huye de una violencia hacia su familia y no encontró otra escapatoria más que salir del país. Son casos muy fuertes pero todos tienen una esperanza. Ella, por ejemplo, está muy cerca de la religión católica y todos los días se sienta a leer su Biblia. 

La última historia habla de los voluntarios, estos personajes que trabajan en la Casa del Migrante el documental cuenta el porqué lo hacen. A mí me sorprendió bastante cuando me dijeron que no cobran nada, me daba mucha curiosidad, a los chavos también les gustó este tema, se escogieron estas tres historias y se trabajó en ellas. 

A la hora de la edición, los tiempos que teníamos marcados para la duración del taller no permitían terminarlo con los chicos. Trabajamos con ellos una primera parte de la edición, se sentaron a editar pero nosotros le dimos los últimos ajustes.

 

Entiendo que esto tenía un plazo, terminaron en diciembre de 2022. ¿Les gustaría seguir intentando otro proyecto o, quizá con los muchachos de Cine a Dos Voces? 

Acabamos de aplicar nuevamente a la convocatoria, no sabemos sí vamos a ser seleccionados, pero la idea es continuar, darle un poquito de seguimiento a los adolescentes, a los chicos que ya formaron parte del primer taller y obviamente abrirnos a nuevos asistentes. 

La idea ahora es explorar la ficción porque muchos de ellos tenían esa idea. Creemos que es una oportunidad para hablar de muchos temas, el cine de ficción da mucho material para la reflexión, para la discusión de temas trascendentes y queremos darles esta oportunidad de jugar con la imaginación y conocer otro género del cine. La intención es hacerlo de ficción, el objetivo son tres cortometrajes, es ver cómo nos va y si no, a lo mejor buscar también apoyos por otras partes para que esto no se quede ahí. 

 

¿Crees que algún integrante de este taller después podría dedicarse al cine, quizá unirse al colectivo SL Cine? 

La verdad no me lo había preguntado. A veces uno mismo dice: “ les estamos dando este taller y después ellos harán su vida, se dedicarán a otra cosa”. Pero sí estaría padre que quienes más en serio se lo tomaron encuentren los medios para seguirse profesionalizando. 

Nuestra intención es que la comunidad crezca. Sabemos que Saltillo no es un lugar que destaque por su industria audiovisual y cinematográfica, creemos que la educación es el primer paso para que esto suceda. Estaría súper padre y sería muy gratificante para nosotros que uno de estos chicos o varios, algún día, formarán parte de nuestro colectivo. 

Cortometraje ‘Angie’. Proyecto Cine a Dos Voces de SL Colectivo