'Lo que queda en el camino', de Jakob Krese y Danilo do Carmo. Una caravana de esperanza y resistencia.

Vienen de Centroamérica. Mujeres y sus hijos, hombres y niños solos, salieron de sus pueblos y sus ciudades, buscan mejores oportunidades de vida, que esperan encontrarlas en Estados Unidos.


Los migrantes de Guatemala, Honduras y El Salvador ya viajaban de tiempo atrás. Pero nunca habían realizado estos grupos de miles de personas, que han convertido la necesidad en gesto político, de resistencia, y que puso en jaque a los gobiernos, al mismo tiempo que consiguió la solidaridad de la sociedad civil. 
 

Los documentalistas Jakob Krese y Danilo do Carmo atendieron la convocatoria de Centroamérica y acompañaron a la caravana de 2019. 

Lo que queda en el camino es una pieza que elude el sensacionalismo mediático o la monografía que contextualiza. Tiene un objetivo más sencillo: recoger historias, retratar el esfuerzo y la esperanza. Volverse parte de la caravana para comprenderla mejor.


“Llegábamos a un lugar a las diez de la noche", cuenta Krese, "tienes que buscar dónde cargar las baterías, copiar tarjetas, te duermes a la una o dos de la mañana y en dos horas empiezan los gritos: ‘Vámonos, vámonos’”
 

Lo que queda en el camino forma parte de la edición 16 de DocsMX

¿En qué momento deciden hacer un documental sobre las caravanas migrantes?

Jakob Krese (JK): Viví varios años en Centroamérica y conocía estas regiones. Cuando supe de la caravana de 2018 quise conocer el movimiento. Me pareció un acto de resistencia increíble: miles de personas juntas, pasando fronteras, ejerciendo el derecho de libre tránsito. Quería conocer esa realidad y le pregunté a mis amigos más locos, entre ellos Danilo. Y nos fuimos juntos a Tijuana.

Danilo do Carmo (DC): Queríamos una mirada profunda de los migrantes. Siempre se habla de la caravana como esta masa de personas, pero cada uno tiene su historia, sus razones y sus impulsos. Eso queríamos retratar. 

JK: En Tijuana conocimos a Irving [Mondragón], quien estaba llegando con la caravana de 2018. Él nos contó sobre las dinámicas de las caravanas. Al mes de estar en Tijuana se anunció la nueva caravana y fuimos a Honduras. Salimos con la caravana el 15 de enero de 2019. Duramos dos meses y medio recorrimos 4000 km.

 

En el documental hay momentos que muestran a todo el grupo migrante, en otros se concentran en Lilián y sus hijos, proponen dos niveles de lectura. 

DC: Conocimos muchas realidades y así desarrollamos esta forma de filmar, que tenía la intención de mirar al individuo en la colectividad. Sus objetivos no son como un partido político o algo organizado, es compartir las ganas de superar la condición en que viven. Así crean esta alianza increíble, sin perder su individualidad y sus motivos.

JK: La caravana siempre es un juego entre lo colectivo y el individuo. La manera de retratarlos salió natural: los problemas colectivos y los individuales ocurrían al mismo tiempo Y también estaban esos momentos íntimos de los problemas personales, que se cuentan entre miles de personas. Eso se dio muy natural y en edición decidimos retomarlos.

 

‘Lo que queda en el camino’, Dir. Jakob Kreser y Danilo do Carmo

 

¿Por qué la elección de seguir a Lilián y su familia, de las muchas historias que podía darles la caravana?

DC: Al estar en Tijuana nos dimos cuenta de lo difícil que era la situación de las madres que viajaban con sus niños, pusimos una mirada muy especial a ellas. Lilián con sus hijos es una familia muy linda, con una dinámica muy rica, unos niños inteligentes y felices, que hacían un viaje muy particular
JK: Para mujeres como Lilián, las caravanas representan muchas veces la única opción de huir de condiciones de violencia doméstica. Es parte de los grupos más vulnerables, junto con los grupos LGBTQ+, nos ayudó a reconocerlos Irving, a quien conocimos en Tijuana.
Irving Mondragón (IM): En las caravanas avanzaban más rápido los hombres. Llegaban primero a los albergues, la gente los atendía y rápidamente continuaban el camino. Hasta el final quedaban las madres solteras y los menores no acompañados. Muchos niños tenían problemas de desnutrición y deshidratación. Lilián es un espejo de cualquier mujer que se encontró en esa situación. 
JK: Además, de manera cinematográfica Lilián es una persona muy interesante. No se abre tan fácil pero a lo largo del camino empezó a contarnos su historia. Nunca sabremos su motivo para aparecer, le dio bastante igual y actuó muy natural. De alguna manera decidió cómo debíamos dirigirla, qué contarnos y cuándo. Y sus hijos desde el primer día nos enamoraron, creo que eso fue fundamental.

 

 

Es probable que la idea que tienen de la caravana cuando están en San Pedro Sula es diferente a la idea que tienen cuando llegan a Tijuana, debe haber una evolución de las ideas, de cómo plantear el documental...

JK: Todo está cambiando todo el tiempo, teníamos que estar atentos a seguir a la gente, saber dónde dormir, dónde parar. No tuvimos un momento de mirar el material y reflexionar sobre eso, era caminar, conseguir comida, cargar baterías, descargar tarjetas. Tuvimos algunas charlas pero todo es muy rápido. 
Para mí era importante la representación mediática. En Honduras eran muy violentos los periodistas, les arrojaban luces en la cara a la gente, los asediaban con preguntas. No queríamos acercarnos así a las personas, queríamos ser parte de la caravana. Lo más difícil entonces era cuándo filmar: los momentos difíciles no los filmas porque tienes que apoyar, eso siempre fue una mediación, cuándo filmamos, cuándo tenemos que ayudar, cómo se retrata a los migrantes. 
 DC: Cuando llegamos a Honduras había una confrontación grande. Después, el gobierno mexicano prometió puertas abiertas, la regularización de los migrantes, y al cabo de dos semanas cambio su política. La solidaridad del pueblo mexicano siempre se hizo presente, pero las autoridades no nos dejaban transitar como antes. La gente fue maltratada, golpeada, deportada y encarcelada. 

También, en esta caravana comenzó la criminalización de la solidaridad de mexicanos defensores, activistas, la sociedad civil que ayudaba. Muchos fueron enjuiciados, tuvimos que pelear por su defensa, levantar la voz para liberarlos. Para mí fue la gran diferencia con las otras iniciativas. Fue la última caravana que pudo llegar.

 

 

Irving Mondragón y la familia de documentalistas

Irving Mondragón también es documentalista. Estaba en Chiapas cuando tuvo las primeras noticias de la caravana de 2018. Registraba historias de defensa de la tierra y supo de la gran marcha que venía del sur. Decidió acompañarlos y conocer sus historias. “Empecé a entrevistar gente, a entender sus razones. Usé la cámara como un arma pacífica. Pensaba realizar un documental pero me fui implicando demasiado, y sin darme cuenta ya estaba adentro del movimiento de personas que estaban migrando.” 
Había llegado a TIjuana cuando conoció a Jakob Jakob Krese y Danilo do Carmo. “Estábamos en el Barretal, un campamento improvisado dónde estaba todo inundado. Empezamos a conocernos, supimos del llamado de la otra caravana y decidimos irnos para allá. Fue como acercarte a tu familia de documentalistas, darles confianza y reconocer que la labor era gigantesca. Si ellos tenían la disponibilidad y lo podían hacer, yo podía abrirles camino.” Cuando la caravana llegó a Tijuana, encontró en renta una casa en ruinas, decidió tomarla, ponerle puertas, ordenar espacios, levantar el refugio Casa de Luz. “Caminamos juntos y los niños que salen en el documental eran a los que nosotros les dábamos desayunos, Cuando llegaron LIlián y los niños vivieron con nosotros”.

Lo que queda en el camino (México, 2021). Dirección: Jakob Krese y Danilo do Carmo. Producción: Annika Mayer. Fotografía: Arne Büttner y Danilo do Carmo. Edición: Sofía A. Machado.  Reparto: Lilián Florinda Hernández López, Sergio Rigoberto López Hernández, Blanca Lilián López Hernández, Víctor Noe López Hernández, Anali Floridalma López Hernández, Ana-María Escobar, Wilson Antonio Funez, Carlos Irving Mondragón Prado, Irene Duarte.