Chipotle Teatro existe en San Cristóbal de las Casas desde 2014 y ha sabido crear un estilo y una escuela alrededor del teatro de sombras. Estaban en el momento justo de retarse a otras formas de expresión, en este caso el cine. Y entonces llegó Nyanga. ¿Qué pasó después?
Nyanga forma parte de la Selección Oficial Cortometraje México de la edición 26 del Festival Internacional de Cine Guanajuato. Gabriela González y Ana Cabot nos contaron sobre el desafío de llevar las aventuras del cimarrón veracruzano a la gran pantalla.
¿Cómo apareció Medhin Tewolde con la propuesta de crear Nyanga?
Ana Cabot (AC): Ella había visto un espectáculo nuestro en la ciudad y le gustó el lenguaje y la estética. Nos habló de la posibilidad de poner imágenes al proyecto de Nyanga, que aún estaba en fase de desarrollo. Decidimos embarcarnos con ella y pasó casi un año, hasta que se consiguió el financiamiento. Ahí empezamos a trabajar de manera continua.
¿Qué referentes usaron para crear las imágenes de Nyanga?
AC: Nos inspiramos en los trabajos de cartelería que se realizaron en los setenta en Estados Unidos.
GG: Las Panteras Negras y su lucha antirracista, hicieron mucha gráfica y fue un buen punto de partida.
AC: Medhin aprobó y luego realizó muchas pruebas. Teníamos empapelado todo el estudio con diferentes rostros. Nos inspiramos en este trabajo de cartelería y en el uso de siluetas animadas, como en la historia del cine de animación.
¿Cómo es la técnica de teatros de sombras y cómo lo llevan a cabo como trabajo audiovisual?
AC: Para lograr diferentes campos de profundidad nos inspiramos en el trabajo de Lotte Reiniger, pionera del cine de animación, quien utilizó una cámara multiplano.
Ella colocaba capas de vidrio y situaba a los personajes en diferentes capas, para lograr efectos de profundidad. En este trabajo realmente no hay sombras, sino siluetas animadas.
En nuestro caso, extrapolamos estas capas de profundidad a la verticalidad. Realizamos animación en tiempo real, con títeres animados en vivo. Jugamos con diferentes capas de vidrio, para fijar los elementos. Además, utilizamos una pantalla retroiluminada que nos permitía crear escenografías y texturas, con personajes al fondo y elementos de la escenografía en varios planos. En resumen, hemos empleado un sistema que se nutre de esta técnica de animación, pero también hemos realizado una búsqueda personal para adaptarlo a las características del trabajo.
GG: También por eso nos dimos la licencia de incluir elementos que no se limitan a las siluetas. Hay momentos que conviven con la corporalidad, como manos humanas interactuando con una cabeza de títere.
Todo fue grabado en tiempo real. Estábamos grabando mientras los involucrados ejecutaban los títeres y eso era volver lo artesanal como un valor, pensando que la historia de Nyanga busca no solo las raíces africanas, sino nuestras raíces en general. Junto con el trabajo artesanal buscamos crear un puente desde lo básico, lo simple, lo que surge de nuestras propias manos.
Nuestros títeres son planos, no tienen volumen, lo que permite un dibujo más detallado y nítido. Es un trabajo similar al proceso del papel picado en México. Son figuras que animamos para que tengan personalidad y expresión. No sólo son muñequitos que pasan visualmente: lo que están haciendo es actuar.
AC: Los títeres tienen una respiración y un sentimiento, hay toda una intencionalidad a la hora de animar los personajes para que puedan transmitir emociones.
Cuéntenme sobre la novedad de hacer cine, después de tantos años de estar involucradas en otra actividad que se parece, pero no es lo mismo.
AC: Habíamos tenido algunas experiencias, pero no con este nivel de profesionalismo. Lo curioso es que era una experiencia nueva para todos, el equipo de Medhin también era la primera vez que incursionaban en la animación. Ha sido una experiencia enriquecedora, de la que hemos aprendido mucho. Ahora, cuando abordamos otro proyecto de animación, Nyanga nos ha brindado una base sólida para enfrentar todo lo que implica todo un trabajo así.
GG: Fue una oportunidad para aprender sobre el lenguaje cinematográfico, desde cómo se transita de un plano a otro, hasta la iluminación de las escenas. A diferencia de otras formas de teatro y cine, donde la cámara enfoca a las personas, objetos o paisajes, en nuestro trabajo lo que se graba es la luz y su contraste con los objetos. Hay una luz detrás de la pantalla, y eso fue importante coordinarlo con el fotógrafo, porque no estamos acostumbrados a ver directamente hacia la luz, aunque tengamos un filtro de papel; la cámara tiene que medir elementos, no es la iluminación que utilizamos en teatro, por la sensibilidad que teníamos.
¿Cuánta gente de su equipo trabajó en esta producción?
AC: Somos dos personas, pero dependiendo de las escenas a veces era necesario que hubiera más. En algunos días de grabación solicitamos asistencia adicional. En momentos llegamos a ser seis personas, incluyéndonos a nosotras y a Medhin, quien en ocasiones participó.
GG: Durante la semana construíamos los elementos y probábamos los mecanismos. Los fines de semana hacíamos pruebas de cámara. Si todo funcionaba, genial; si no, debíamos rehacer los títeres y verificar los planos con la cámara. Una semana grabamos de las 9 de la mañana a las 7 de la noche, tantas veces como fuera necesario, aunque fueran solo treinta segundos de escena. Muchas personas que animaban a los personajes no tenían experiencia en ese tipo de actuación. Así que sí, hubo un aprendizaje y una adaptación por parte de todos.
También asumimos el rol de dirección de arte, ya que teníamos una visión clara de lo que queríamos lograr y cómo queríamos contar la historia. La animación fue solo una parte de todo el proceso.
AC: Tenemos elementos para hacer una exposición algún día, porque es increíble la cantidad de cosas que se utilizaron, todas artesanales y hechas a mano. Todo tiene un valor adicional, porque tiene un alma, una persona que lo ha creado y que lo anima en vivo.
Justo ahora se les está abriendo las puertas al mundo de la animación. Sé que ya tienen otra producción, Como pez en el agua. ¿De qué se trata? ¿Hay planes para que Chipotle Teatro siga en este mundo audiovisual?
AC: A raíz de esta experiencia surgió la necesidad de seguir indagando en el lenguaje, con nuestro propio sello. Hicimos el cortometraje Como pez en el agua, que recibió el Premio del Público en un festival de Chile y otro premio en España. Esto nos ha abierto puertas hacia un sitio que nunca imaginamos. Como pez en el agua se hizo sin recursos ni financiamiento, y fue grabado con un celular, todo hecho por nosotras. Es la historia de una niña y las dificultades que encuentra cuando está fuera de su casa y siente su cuerpo como una roca, salvo cuando esté en el agua que se siente como una sirena. Hasta el final descubrimos que es una niña en silla de ruedas.
GG: Queremos seguir experimentando y rescatar el origen de la animación, recordando cómo comenzó todo. A menudo nos olvidamos de ello, nos hemos adentrado en una industria donde Disney robó y negó la patente de la Cámara Multiplano. Es importante rescatar la conexión que Lotte Reiniger hizo entre el teatro de sombras y el cine, para comprender los orígenes tanto del teatro de sombras en Europa como del cine de animación a nivel mundial.
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