‘Deshilando luz’, de Valentina Pelayo Atilano: una madre y una hija que tejen

Una niña mira a su madre tejiendo. Una cineasta mira los tejidos de su madre, quien recientemente murió. El duelo da espacio a la curiosidad. ¿Quién es esta mujer que ya no está con nosotros? Y desde sus libros, su música, sus tejidos, se cuenta otra historia, apenas presentida. 

Más que homenaje o ejercicio de memoria, Deshilando luz comprende una conversación entre la mujer de la cámara, Valentina Pelayo Atilano, y su madre Elsa Atilano, artista textil. Así como la madre ejerció su oficio de tejedora, así Valentina, con material de archivo, videos de celular y otros formatos análogos y digitales, teje su historia y desde ahí propone el aprendizaje de un oficio heredado de su madre, a la vez que sugiere el marco intelectual y creativo en el que vivió Elsa. 

Deshilando luz forma parte de la sección Ahora México de Ficunam 15. Platicamos con Valentina sobre este ejercicio de tejido mutuo: el de los textiles de Elisa, el de las imágenes en movimiento de su hija. 

Deshilando luz, dir. Valentina Pelayo Atilano

Deshilando luz busca consolidar tu vínculo con tu madre. Además de lo emotivo, hay un acicate creativo. ¿Cómo fue el disparador para crear esta pieza?

Mi formación viene de la pintura y las artes. Estudié cine en una escuela de arte y tuve una formación con base en el ensayo fílmico: Chris Marker, Chantal Ackerman, como muchos cineastas que no parten de un guion. Para mí crear cine siempre ha sido desde una sensación, un color o un olor. Un corto que hice hace tres años y que también estuvo en Ficunam fue Trazos de silencio, la historia de Bernal Díaz del Castillo y me interesaba cómo fue su percepción de México. Mi obra fílmica siempre ha partido de la percepción.

Durante la enfermedad de mi madre yo estaba pasando un momento difícil y el arte ayudó a canalizar mis emociones. No sabía si quería desahogar este dolor a través de un texto o una película, que lo veía más lejano. Empecé a escribir un diario de lo que estaba viviendo y poco a poco aparecieron las herramientas que utilicé para hacer la película. 

Mi madre fallece y tengo la misión de limpiar su casa. Aparecían cosas tras cosas, las que me parecían interesantes las empecé a filmar con una cámara bolex, eso hizo más ameno el proceso, como un juego, documentar y armar un archivo de los objetos. Encontré material audiovisual que mi madre grabó con su iPhone, videos de VHS de cuando yo era niña, casetes de cuando era bebé y que ella guardaba en un baúl. Pensé que debía hacer una película con estas herramientas, no estaba segura si sería un documental y al final se convirtió en un ensayo fílmico. Me ayudaron amigos fotógrafos, quienes me grababan agarrando objetos, interactuando con los textiles de mi madre, y así se fue armando Deshilando luz. No es una narrativa lineal, son más viñetas de momentos, de sensaciones. 

 

¿Por qué utilizas los misterios del rosario para crear capítulos en tu película?

Fue algo natural. Mi madre viene de Aguascalientes y creció siendo católica. Y no es que me considere muy católica, pero tengo esa influencia. Me acerqué más al catolicismo con la enfermedad de mi madre, porque mis tías venían a visitarla y rezaban el rosario. Me vi envuelta en estos rezos y me parecieron fascinantes. Los hacíamos todos los días, como una meditación. Investigué sobre el rosario y me pareció adecuado para la estructura de la película. También se unía con la idea de lo textil: tejer es repetitivo, y el misterio es repetir. Así se fue dando la estructura de Deshilando luz.

 

Con Deshilando luz pensaba en una niña que mira a su madre tejer, después abre sus cajas, encuentra objetos, fotografía, libros. Encontrar los objetos de Elsa apelan a tu curiosidad. ¿Cómo organizas este material para crear una película? 

Aquí me expuse al mundo. Hacer una obra es exponerse y hacer tomas donde estoy desnuda era la metáfora de pasar un duelo, sentirme descobijada, sin protección. En un proceso así te liberas de muchos miedos y prejuicios. Mis amigos me han dicho que esta peli es un acto de valentía. Yo lo veo algo más como un acto de sobrevivencia. Fue renacer a quien ahora soy. 

También se me hizo fascinante descubrir lo que deja una atrás. Más allá de mi mamá, me preguntaba por qué el ser humano escoge coleccionar cierto tipo de cosas a través de su vida. Me pareció fascinante ese concepto, qué coleccionas en la vida y por qué coleccionas. Mi mamá tenía 40 cajas de tabaco, ella nunca fumó en su vida, pero le recordaban a su padre, que fumaba tabaco. Entonces pensé: ¿qué voy a hacer con cuarenta cajas de puros? Entonces es la historia detrás de cada objeto.

 

En alguna escena tu madre trabaja sus tejidos: pone sus hilos y lo golpea con un peine de madera. Pensaba: a lo mejor Valentina, con su película, hace un ejercicio semejante al de Elsa tejiendo. En tu película cruzas y tensas para crear unidad. ¿Qué tanto Valentina utiliza recursos semejantes a los de la artista textil que fue Elsa?

Cuando Lois Patiño presentó conmigo Trazos de silencio, en 2022, dijo que mi película le pareció un tejido. Ahí pensé: ¿no será que los seres humanos somos influenciados por nuestra casa? O sea, si tu papá es carpintero, creces viendo a tu papá producir cosas, y su forma de trabajo se convierte en tu forma natural de trabajar. En mi casa, quien influyó en mi creatividad fue mi madre, ella era súper talentosa, con mucho potencial. Disfrutaba crear, era un placer para ella. No quería ser la gran artista, nunca vivió de su obra después de sus treinta años, pero yo crecí viendo su forma de trabajar: la repetición, muy contemplativa, que requiere de mucha paciencia. Me desesperaba viéndola la tejer, decía: “¿cuándo va a terminar su tapiz?” Podía estar un año con un tapiz y yo no veía cómo avanzaba. Entonces creo que la forma en que he editado cine está inspirada en ella. 

 

Usando de nuevo la metáfora de los tejidos de Elsa, ella seguramente usaba distintos hilos y cáñamos, tú también usas materiales audiovisuales de texturas diversas. ¿Cómo tejías los diferentes archivos para Deshilando luz?

Hay una tendencia fuerte de hacer cine con archivo, justo porque el mundo no está para financiar trabajos. No solo en México, hay una crisis global y yo percibo que poco a poco vamos a hacer más obra con materiales reciclados. Hay algo muy bonito de eso, algo ecológico y humilde, de ser creativo con lo que tienes. 

Hay un problema de trabajar con el 16 mm, que cuando te acostumbras, los otros formatos te parecen horribles. Es como cuando aprendes a pintar óleo, que ya no quieres regresar al acrílico. Pero yo estaba muy consciente de que esta peli no era un capricho de querer filmar todo en 16, buscaba un tejido que representara diferentes sensaciones y me ayudaba con varios formatos. Mi mamá no era cineasta, pero tenía una percepción increíble, siempre grababa videos de un ruiseñor y lo tuve que incluir en la película porque tenía 40 videos del mismo pájaro, que ella grababa todos los días con su teléfono. 

Yo fui a una escuela donde el maestro de culto es James Benning, que filma atardeceres de tres horas y se ha hecho famoso por sus videos contemplativos. Creo que mi mamá era una James Benning, al contemplar y documentar su contemplación. Quería elogiar eso a través de la película, cómo miraba el mundo y cómo ahora, esa manera de ver el mundo, se la debo a mi mamá. Yo odiaba ver atardeceres y ella me llevaba a ver un atardecer de una hora. Ella me enseñó a observar el mundo.

 

También haces el retrato de una generación, que muchos nos hemos educado desde ella. Lo digo por la música de Paco de Lucía, la trova, libros de izquierda. Desde los objetos hay un retrato de tu madre, pero también de una generación. 

Los que crecimos en el sur sabemos qué significado tiene la Villa Olímpica, que es muy importante culturalmente para el país. Ahí se exilió la hija de Allende, que era vecina de mi mamá. Nuestro vecino era un diputado de Allende, gente muy interesante. Mi mamá se rodeó de estas personas cuando era joven y las historias que contaba eran fascinantes. Yo traté de retratar eso a través de metáforas, de la planta que la vecina uruguaya le regalo a mi mamá, antes de volver a su país. Hay muchas evidencias que dejaron las personas que habitaron ahí. Mi mamá iba a fiestas con Roberto Bolaño y ubica a todos los personajes de Los detectives salvajes. Ella decía: “ah, sí, era el chileno que se emborrachaba”. Nunca se dio cuenta de su importancia. Era una época fascinante, y creo que en la película se dan pistas de esa época.

 

¿Qué te parece participar en Ficunam? 

Estoy muy agradecida con el festival, para mí era importante estrenar la película en México y estrenar en el Ficu, un festival que siempre me ha abierto las puertas. Mi primer trabajo fílmico, sobre Felipe Ehrenberg, lo presenté ahí, en 2017. Después fue Trazos de silencio y ahora Deshilando luz. Es un festival que admiro profundamente y que ha hecho una gran labor. Estoy muy agradecida y honrada de poder estrenar en Ahora México.

Deshilando luz (México, Portugal, 2025). Directora: Valentina Pelayo Atilano. Guion: Valentina Pelayo Atilano. Productor: Valentina Pelayo Atilano. Dirección de arte: Miguel Martins, Miguel Diogo. Fotografía: Valentina Pelayo Atilano. Edición: Valentina Pelayo Atilano. Música: Miguel Martins, Miguel Diogo. Sonido: Miguel Martins, Miguel Diogo. Reparto: Elsa Atilano, Valentina Pelayo Atilano.