‘Día de muertos’ de José Medina: la intimidad de la muerte

¿Cómo nace la historia de Día de muertos? 

Es uno de los trabajos más personales que he realizado. Muy pequeño, recuerdo el momento en que vi a Leonardo DiCaprio en Romeo + Julieta. En la escena final, con el beso y la muerte, comprendí que en algún momento también yo moriría. Entonces comencé a concebir la idea de la muerte de verdad. Esta idea dio vueltas en mi cabeza durante muchos años. Era algo que no podía hablar, ya que de niño no lo comprendía del todo. A medida que fui creciendo y madurando, empecé a expresarlo. A partir de ese momento, nació la idea de contar esta historia.

En Día de muertos te deshaces de la parte festiva de los últimos tiempos y lo llevas a un plano íntimo. En este caso, tu protagonista Camila, quien se concentra en el duelo. 

El Día de Muertos es una celebración muy arraigada a nuestra cultura, pero en otros lugares no es tan comprensible. Concibo a la celebracion como el acto de no querer aceptar que nuestros seres queridos se han ido, como si pudiéramos negar su ausencia y esperar a que regresen. Quería plantear esta idea: no tanto el sufrimiento que una persona experimenta al perder a un familiar, sino la idea de que en realidad no es una celebración tan festiva para quienes han vivido una pérdida. A pesar de que celebramos con colores y alegría, para quienes han experimentado una pérdida reciente no es tan festivo. Están en duelo y, en muchos casos, lo que más desean es estar solos. A veces, la soledad puede ser perjudicial, genera pensamientos y emociones complejas, como sucede con Camila. Ella pasa por un proceso de duelo y la celebración le resulta abrumadora.

¿Cómo trabajaste con tu actriz protagonista, Gabriela Montiel, para lograr esta representación de la soledad, que en ciertos momentos resulta asfixiante?

La idea era mantenerla en una situación tensa y asfixiante. Aunque estar a solas puede ser muy reflexivo, si uno no está bien, puede resultar extremadamente destructivo. Encerrarla en su casa me pareció el punto en el que podríamos llevarla al borde de la locura, similar a lo que hizo Buñuel en El ángel exterminador, donde encerraba a los personajes y no los dejaba salir, sin que ellos entendieran por qué. Quería crear una agorafobia mental que la sumiera en la soledad más profunda. Esto está relacionado con su dolor, sus miedos y su incapacidad para compartir lo que siente. No sabe cómo expresar sus emociones y las preguntas que la atormentan, lo que la lleva a generar esta agorafobia que le impedía enfrentar el mundo exterior. 

Y trabajar con Gaby ha sido una experiencia maravillosa. Es una actriz extraordinaria, que supo entender cada momento de la historia. La contacté para un proyecto anterior, El abismo, que fui coproductor junto a Eduardo Moreno, quien fue el director. En ese cortometraje, Gaby desempeñó el papel principal y desde entonces llamó mi atención. 

Un mes antes de comenzar la búsqueda del elenco recordé a Gaby. La llamé y comencé a compartirle detalles de la historia, para ver cómo reaccionaba. Su respuesta fue tan positiva y entusiasta que supe que era la elección perfecta. Sabía que ella podría llevar a Camila a la vida de la manera que yo había imaginado, y la verdad es que lo hizo incluso mejor de lo que esperaba.

Es evidente que tu locación principal es un pueblo, relativamente cerca de una ciudad grande. ¿Qué te ofrecía ese entorno para tu historia? 

Justo lo pintamos como un escenario que se asemeja a una urbe, pero en realidad es un pueblo cercano a la ciudad, entre Xochimilco y Toluca. No quisimos ubicar la historia de manera exacta, pero lo imaginamos en esa zona.

Todavía en estos pueblos cercanos, las tradiciones se experimentan de manera más vívida, mantienen sus raíces tradicionales en comparación con el desarrollo que experimenta la ciudad. Además, los personajes que culpan a la protagonista por la pérdida del bebé están más arraigados en las creencias de algunas comunidades rurales, donde la ideología es diferente. No se trata de un pueblo pequeño en Michoacán o Veracruz, sino de una localidad cercana a la metrópoli, que está experimentando un crecimiento y desarrollo acelerado, pero que todavía conserva estas tradiciones.

¿Qué significó para ti emprender este esfuerzo de hacer una película independiente?

Fue una lucha tremenda. Pasamos mucho tiempo batallando para desarrollar una fórmula que nos permitiera contar una historia con nuestros propios recursos, con la ayuda de amigos. Mi esposa, Aideé Domínguez, con la que fundé Arewa Producciones, me apoyó enormemente. No fue fácil desarrollarla, pero contamos con el apoyo de amigos que se unieron al proyecto de todo corazón. Son personas que se unieron al proyecto porque querían que la historia fuera contada, más que otro interés, como el dinero o la fama. Nuestro equipo es un ejemplo de cómo el cine puede ser una plataforma para inspirar a otros. 

El otro reto es la distribución. ¿Cómo ha sido este proceso? 

He tenido mucha suerte, aunque también he trabajado arduamente. Mi esposa me llama “el artista de los pies cansados”, porque he tocado muchas puertas y recorrido innumerables caminos para llegar a las personas que han brindado su apoyo a la película. Conocí a Josefina López, quien es como un ángel y ha brindado un apoyo invaluable para que podamos proyectar nuestra película..

Además, quiero destacar la importancia de los cines independientes o las cadenas pequeñas. Las dirigen personas apasionadas del cine mexicano y son un trampolín importante para que muchos podamos exhibir nuestras películas a nivel comercial. Gente maravillosa me abrió sus puertas y también sus corazones.