'La piñata' de Verónica Ramírez: historias para la infancia desde el Estado de México

Lorena quiere participar en un concurso de piñatas. El premio es una hermosa bicicleta. Pero Lorena no tiene muy claro cómo hacer una piñata. La imaginación y el arrojo suplen los conocimientos técnicos. No quieren saber qué pasa después.

 

Con el cortometraje La piñata, Verónica Ramírez apuesta por un cine para las infancias que ponga a personajes, ambientes y dilemas infantiles en el centro de la narrativa. Filma en Papalotla, población del Estado de México. Y desde ahí se ha lanzado a unos 30 festivales dedicados a las infancias, que se generan en todo el mundo.

 

Ha obtenido premios en el Festival Colibrí de Bolivia y el Cinema Infantil de Florianópolis, en Brasil. La nueva ruta es más larga: a La piñata la espera el Kineko international Children's Film Festival, en Japón. 

 

“Un país que pone al centro a la niñez”, refiere Verónica. “Que consideren a La piñata dentro de su programación es una señal de que mi trabajo y el de mi equipo es de calidad, tanto en contenido como en la estética del cortometraje.” 

 

¿Cómo surgió la historia de este cortometraje?

Nace de una experiencia personal de mi infancia: cuando cursaba segundo año de primaria teníamos que hacer una piñata en grupo para un concurso y la profesora se ausentó, tuvimos que hacerla sin su ayuda y así surgió la historia. 

En 2016 fui aceptada en el Taller de Formación para la Escritura de Líneas Argumentales que organizó Imcine y que impartió Nadia González, ahí inició la historia. En 2019 gané el Apoyo a la Producción de Cortometraje de Imcine, más una beca de Jóvenes Creadores. Filmé a finales de ese año, la postproducción se realizó en 2020 y en marzo de 2021 tuvo su premiere mundial en el San Diego Film Festival.

 

¿Qué implicó filmar La piñata en Papalotla, en el Estado de México?

Fue la locación ideal para esta historia, una población rural que también comparte similitudes con lo urbano. La directora Lorena Montes de la escuela primaria Miguel Hidalgo nos abrió las puertas muy amable, fue un lugar acogedor, tanto por los niños, como por los papás que apoyaron. La casa de Lorena también se hizo en Papalotla, eso facilitó movernos como producción, pero también generar este ambiente familiar en el que esta historia sucedía dentro de una comunidad, con una niña que llega caminando a la escuela primaria. 

 

‘La piñata’,  Dir. Verónica Ramírez

¿Qué me puedes platicar de tu casting?

Cuando intentaba levantar el proyecto contacté a Claudia Acosta, me gustó su imagen de madre amorosa mexicana; para Lorena hice casting con niños pero en el proceso de conseguir el apoyo crecieron, tuve que hacer un segundo casting. Me puse en contacto con Margarita Mandoki, ella tiene su escuela Niños Actores Studios, ahí conocí a Renata López y supe que era Lorena, ella carga el peso de la historia y creo que hizo un trabajo fantástico. 

 

El cine mexicano ha sido centralista, ahora hay un ejercicio importante de descentralización, el caso del Estado de México es peculiar porque están demasiado cerca y demasiado lejos de la capital, ¿qué implica producir allá? 

En el Estado de México nos encontramos en un limbo, nuestra cercanía con la ciudad siempre nos deja enmedio: me queda más fácil llegar a la Cineteca Nacional que a la Cineteca Mexiquense, por ejemplo, es tener un pie en la ciudad y otro en el estado. Así ha sido mi formación, oscilando en ambos lugares. Trato de ver las ventajas que implica tener a la Ciudad de México cerca, como contar con equipo profesional y mayores opciones, pero todavía falta exprimir más el potencial del Estado de México en cuanto a locaciones, que precisamente por la cercanía con la Ciudad de México se podrían hacer otro tipo de producciones. Mi crew estaba conformado de esta manera, personas de la Ciudad de México como del Estado. 

 

 

La piñata ha estado en muchos festivales de cine para las infancias, donde ha tenido bastante éxito, ¿cómo ha sido ese movimiento de tu cortometraje?

Llevamos 29 selecciones oficiales en festivales nacionales e internacionales y ha sido encontrar una comunidad de programadores interesados en poner al centro a las infancias. 

Yo me siento halagada y agradecida con los festivales que han recibido a La piñata. A pesar de que retoma una tradición mexicana, los niños de otros lugares conectan con la historia y eso me llena de felicidad, creo que las historias locales son las más universales. Ganamos el primer lugar de la categoría de ficción en el Festival Kolibrí en Bolivia y Mejor película por votación popular en la Muestra de Cinema Infantil de Florianópolis, en Brasil. 

 

¿Qué han dicho los niños de otros países que han visto el cortometraje y no tienen el referente de lo que es una piñata?

Lo ven como algo creativo, como hacer una manualidad y desde esa parte conectan; todos hemos creado algo con nuestras manos, entienden lo que significa y lo que cuesta que quede como queremos eso que estamos creando. 

Abrazan mucho este espíritu de resiliencia de La piñata. Decir: no importa tanto que llegues a la meta sino el viaje que haces, y algo que me parece fundamental en este caso: tener una protagonista niña. Durante la infancia las mujeres aprendemos los roles de la mujer y lo que la sociedad exige de nosotras. Presentar a una niña que hace un trabajo que sale de ese rol y no cumple las expectativas es bastante liberador. Ahí los niños y las niñas conectan, ahí encuentran esa libertad de su infancia dentro de esta historia. 

 

¿Qué sigue para tu carrera en el cine, mantendrás tu interés por las infancias?

Actualmente estoy desarrollando un largometraje documental llamado Tarde de octubre, sobre el 2 de octubre, ha sido seleccionado en el taller AFS Contando historias desde el documental, en Residencia Zanate y Plataforma MX de DocsMX. También estoy desarrollando un largometraje de ficción para niñas y niños llamado Verano de los chiquihuites, un proyecto con el que representé a México en la residencia del FICA en Colombia. 

Realizar trabajos de documental, que pudieran parecer tan diferentes con el cine para las infancias, no creo que esté peleado. Mi experiencia de documentalista sirvió mucho en La piñata: entender que no estás filmando para que ellos hagan lo que yo estoy pidiendo, sino que es poner la cámara al servicio de los niños; sirvió mucho esta experiencia. 

Ahora estoy trabajando en la escritura y la investigación de este largometraje, porque el cine para las infancias muchas veces se demerita pero requiere de un gran compromiso; no es un trabajo autoral que digo: quiero hablar de algo que me inquieta, sino preguntarte qué le puede interesar a los niños de hoy, acercarnos a ellos. Espero que lo que haga responda a su realidad, a lo que están viviendo, lo que podría llamar su atención.