Jaime Espada, oriundo de Calanda, donde nació Buñuel, se ha convertido en especialista y enérgico promotor de la obra del cineasta. Desde el Centro Buñuel de Calanda ha reunido fotografías, archivos y demás materiales sobre la obra del aragonés. Entre esto, apareció una caja de zapatos, llena de fotografías: el trabajo de scouting de Buñuel para crear Los olvidados. Admirado por el hallazgo, Espada viajó a la Ciudad de México, donde buscó las locaciones de la película, a la vez que reflexionó sobre los procesos creativos del cineasta. Además, recogió una buena colección de comentarios sobre la obra de Buñuel, tanto en México, como en Nueva York o Calanda. Memoria de Los olvidados es el documental que presenta esta nueva errancia, la Javier Espada, quien busca desentrañar espacios, estrategias, los impulsos creativos de Luis Buñuel.
Memoria de Los olvidados, producción entre México y España, estrenó en la edición 82 del Festival de Cine de Venecia. Ahora se viene una prueba acaso más fuerte: mostrarla en el Festival Internacional de Cine de Morelia y en DocsMX: los territorios mexicanos donde Luis Buñuel creó este momento cumbre del cine, parteaguas entre la Época de Oro y las búsquedas experimentales contemporáneas.
Compartimos nuestra charla con Javier Espada.
¿Cómo fue la primera vez que viste Los olvidados?
La verdad es que me dejó noqueado. Al principio ni siquiera me parecía una película de Buñuel, porque antes había visto La edad de oro y Belle de jour. Yo era adolescente, Buñuel estaba prohibido en España y se veía en sesiones clandestinas. Me costaba entender que el mismo director hiciera cosas tan diferentes y extrañas. Fue como cuando una piedra cae en un pozo y el eco sigue resonando; así lo sentí.
Con el tiempo, al leer novela picaresca, noté una conexión. Esas lecturas me remitían a la película, aunque no supiera explicarlo del todo.
Grabas en México gran parte de Memoria de Los olvidados. Pensaba en Javier Espada buscando las huellas de Buñuel, y en Buñuel mismo, que hacia 1949 era un nuevo residente de la ciudad, que la miró con ojos frescos pero sin complacencia, para crear desde ahí esta películas.
Cuando llegas setenta años después a la Ciudad de México, ¿encontrabas a la película o encontrabas a Buñuel en esta ciudad?
Mi primer viaje a México fue cuando hice la exposición Los olvidados. Memoria del mundo. La exposición se hizo cuando se nombró a la película como Memoria del Mundo por la UNESCO. Lo sorprendente fue que en el legado de Buñuel en la Filmoteca Española encontré una caja de cartón blanca, de zapatos, repleta de fotografías que nunca se habían estudiado. Su hijo, Juan Luis, me dijo: “Son las fotos que hacía mi padre con su Leica”. Con esas fotos Buñuel buscaba locaciones, lo que hacía que el rodaje fuera rápido: Los olvidados, por ejemplo, se filmó en 21 días, porque ya tenía identificados todos los exteriores.
En ese viaje a México llevé copias de las fotos y pude reconocer varios lugares: la Plaza Romita, Nonoalco, y otros. Me costó más trabajo encontrar la Casa Frissac en Tlalpan, pero finalmente ubiqué gran parte de las locaciones.
Fue estar en el propio set de la película. En el documental hacemos eso: poner los pies donde los puso Buñuel y filmar con una óptica similar, mostrando cómo algunos rincones de la Ciudad de México permanecen intactos desde entonces.
¿Cómo era el proceso creativo de Buñuel?
Trabajaba muchísimo sus guiones. En ellos ponía notas de edición, fundidos, croquis de movimientos de cámara. En el set se sentaba, meditaba y decidía dónde colocar la cámara. Tenía tan interiorizada la película que a veces con un solo plano bastaba: si quedaba bien, pasaba al siguiente, sin repeticiones.
Eso explica por qué sus películas, aun mostrando cosas tremendas, mantienen una cámara neutra, un espectador distante, sin subrayar nada. Eso lo hace un cineasta clásico y moderno a la vez. Los olvidados es una cuchilla: corta con la Era de Oro del cine mexicano y abre la puerta a un cine de denuncia, que no era ni de arte ni neorrealismo. Un cine que señalaba una injusticia.
Con esta película se convierte en un “director de directores” para el cine latinoamericano. Tal vez el gran público aún tenga que descubrirlo, pero cuando lo hace, se queda con la boca abierta, como pasa con Un perro andaluz.
Memoria de Los olvidados funciona como un manual, una mirada íntima sobre el proceso creativo. Y le sirve no sólo para quien estudia a Buñuel, sino a cualquier creador. ¿Qué le enseña Buñuel a los cineastas jóvenes a través de tu película?
La ética. Buñuel es un director ético, un director de conciencia. Él no se traiciona a sí mismo. Cuenta una historia tal como la ve, desde la reflexión.
Recordemos que Los olvidados parte de un hecho concreto: Buñuel lee la noticia de un adolescente que es encontrado muerto en un basurero. Eso lo conmueve y se pregunta: ¿qué puede pasar en una sociedad para que un joven termine ahí? Y desde ese punto final construye toda la película: con lo que investiga, pero también con su bagaje cultural: la novela picaresca, la pintura, la fotografía, su formación española y, en especial, como muestro en el documental, con la influencia de Goya.
Buñuel se compromete con la historia que cuenta. No hace películas pensando en el éxito comercial, cuenta aquello que debe ser contado. Y nos recuerda que el cine sirve para que sintamos que no vivimos en el mejor de los mundos posibles.
La otra lección: usar todo lo que tienes dentro. Una película no se hace sólo con la cabeza, también con el corazón, con las tripas, con los recuerdos y con la cultura de quien la crea. Buñuel transforma la realidad en algo más fuerte: en tragedia, en narración universal.
Esa es la lección escondida en el documental. Tampoco me gusta dar las cosas totalmente masticadas. Prefiero que cada espectador lo interprete a su manera.
¿Cambia la visión de Los olvidados cuando se mira desde Calanda, en comparación con cómo la mira la gente de la Ciudad de México?
Pongo la imagen de unos niños que están jugando a aprender a torear en Calanda. Uno podría preguntarse: “¿Qué tiene que ver esto con Los olvidados?” Pero de repente, ves que en la película también hay niños jugando a torear. Los une lo mismo: niños jugando. Ese salto entre España y México no es tan lejano y se pueden identificar conexiones claras.
Además, en España existe una conexión muy importante con Los olvidados por una de las primeras películas de Buñuel: Las Hurdes, tierra sin pan. Es un Buñuel republicano, que quería mejorar el mundo. Aunque ese proyecto fracasa por la Guerra Civil, Buñuel, como otros exiliados, llega a México, donde su sueño fructifica: puede crear un mundo mejor. Los olvidados refleja ese espíritu: Buñuel, como exiliado, se ve reflejado en la pobreza de los jóvenes mexicanos, similar a la pobreza que había visto en su propio pueblo, o en otras urbes.
Desde niño, al ver a otros niños descalzos recogiendo estiércol, se preguntaba cómo hubiera sido su vida en esa situación. Esa reflexión marcó su vida y su sensibilidad hacia los pobres, imprimiendo un carácter solidario que se refleja de manera fundamental en su cinematografía.
Las obras clásicas cambian con el tiempo y con quienes las miran, me pregunto cómo ocurrirá con Los olvidados. Ahora, en pleno siglo XXI, ¿hacia dónde crees que se moverá esta película?
Uno de los descubrimientos más impresionantes fue la fotografía de Gabriel Figueroa. La película se filmó en nitrato de celulosa, un material barato y riesgoso que incluso estaba prohibido, pero que ofrecía una calidad fotográfica excepcional. Los negros, la iluminación, la composición de cada fotograma… son obras de arte por sí mismas, al nivel de las fotografías de prensa de gran calidad o de estudio.
Uno de los aspectos que aún queda por descubrir de Los olvidados, es esa vinculación con el arte formal, más allá de lo que representa la historia. La luz y la sombra están utilizadas de manera magistral para transmitir la realidad de los personajes. No se trata de buscar belleza superficial, sino de captar algo más profundo: la realidad que subyace en cada personaje. La fotografía los exalta, les da volumen y profundidad, refleja la complejidad moral que Buñuel quería mostrar. Nunca hizo una película de buenos y malos, todos los personajes tienen matices, y esa riqueza se percibe desde la luz y la composición.
Otra vinculación importante es la relación de la película con la literatura. Pocas veces se ha hablado del impacto de Los olvidados en escritores como Gabriel García Márquez o Julio Cortázar. La narrativa de Buñuel, basada en lo real, en la observación de su entorno, tiene lazos muy claros con la literatura de estos autores. En lugar de imitar a otros directores, Buñuel parte de su propia visión y de su mundo interior, algo que sigue siendo una enseñanza vigente.
Esta película seguirá siendo una fuente de aprendizaje para cualquier escritor o cineasta joven. No se trata tanto de la técnica, que hoy puede cambiar con un teléfono móvil, sino de la forma en que la imagen y la narrativa se integran para contar la historia, de cómo la ética y la literatura se vinculan con la creación artística. Esa proyección hacia lo futuro hace de Los olvidados una obra que no se olvidará.
La película se proyectará en dos festivales en México: el Festival de Morelia y DocsMX. Serán verdaderas pruebas de fuego. Estoy con muchas ganas de escuchar las opiniones del público. Espero que nadie diga: “¿Qué hace este español aquí, contando cosas de una película tan mexicana?”
Memoria de Los olvidados (México, España, 2025). Dirección: Javier Espada. Producción: Pedro Piñeiro, Izrael Moreno y Alex Palma. Compañías productoras: Tolocha Producciones, IZ FILMS, MESTIZO LAB, ODESSA, Filmoteca de la UNAM y Luis Buñuel Film Institute. Cinefotografía: Javier Espada, Benito Sierra, Carlos Ballonga, Roberto Flores, Eduardo Flores, Frank Cortés, José Castañón. Edición: Pablo Jofré, Javier Espada. Postproducción: Rafael Rivera Goyenechea. Diseño sonoro: Guillermo Zárate Espinosa, Sebastián Cano. Mezcla: Honesto Pacheco. Narración: Arturo Ripstein. Participan: José Luis Alcaine, Iván Ávila, Rafael Aviña, Laura Barrera, Valeria Camporesi, Armando Casas, Vanessa Cobo, Michel Franco, Guadalupe Ferrer, Gabriel Figueroa, Francisco Gaytán, Alejandro González Iñárritu, Dave Khor, Fernando León de Aranoa, Ofelia Medina, Fernando Méndez-Leite, Héctor Orozco, Elena Poniatowska, Agustín Sánchez Vital, Charles Tesson, Iván Trujillo, Eduardo Vázquez, Eduardo de la Vega, Hugo Villa, Juan Villoro.