'Cruz', de Teresa Camou Guerrero: la dolorosa intimidad del desplazamiento

El desplazamiento forzado de personas y comunidades no es un delito en México. En consecuencia, no se puede hablar de víctimas y formas de resarcimiento. Un vacío legal permite que familias y pueblos enteros transiten por un limbo entre el crimen organizado y la indiferencia de las autoridades, que no solamente implica la pérdida del territorio, las formas de subsistencia, la violencia explícita o sistémica. También supone la pérdida de identidad.

 

En la Sierra Tarahumara, en la comunidad de El Manzano, Cruz Sánchez y su familia han vivido el asedio del crimen organizado y se vieron forzados a dejar su territorio. Dos de sus hijos fueron asesinados y uno tercero sufre un proceso legal que lo ha sentenciado a 50 años de cárcel.

 

Cruz, documental de Teresa Camou Guerrero, narra la dolorosa experiencia de la violencia y el desplazamiento de Cruz Guerrero y su familia. Testimonios íntimos, imágenes de la realidad asfixiante y el mundo que se ha perdido, hacen de este documental un áspero ejercicio de pérdida y desconcierto, pero también de resistencia y permanencia.

 

Cruz se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia de 2021 y ahora realiza un recorrido por diferentes circuitos, como Ambulante Presenta o Primavera Documental de DocsMX. Platicamos con Teresa sobre este importante y desgarrador testimonio. 

 

¿Cómo llegas con Cruz Sánchez y su familia?

Cruz es mi amigo desde hace 27 años. Lo conocí en la sierra tarahumara cuando era gobernador indígena y defensor del territorio del bosque. Es un hombre muy correcto, un rarámuri grande con una espalda increíble. Yo en esa época tuve una compañía de teatro de títeres en la sierra tarahumara, Cruz vio mi trabajo y me invitó a su comunidad, El Manzano, a dar un taller de títeres a los jóvenes, con el tema de la defensa del bosque. Lo conocí en un momento muy bello de su vida, cómo fue teniendo hijos y cómo llegaban todos en una camioneta enorme, de esas Chevrolet grandes de latón. Fuimos muy buenos amigos, le ayudé a crear material didáctico para que lo llevara a su comunidad.

Cuando le asesinan al hijo Benjamín yo me entero por mi mamá, estaba terminando mi película Sunú y no podía dar crédito de lo que había pasado. Yo viví el cambio de la violencia en la sierra desde mi trabajo, fue duro ver cómo empezó a llegarles a amigos queridos. Yo ya vivía en la Ciudad de México, mi mamá me decía: “tienes que ver a Cruz, es horrible lo que les está pasando”. Llegué a Chihuahua a presentar Sunú y lo fui a ver. Ya no era la persona que conocía, hasta físicamente cambió de eje, no estaba él ahí y eso me dolió todavía más, lo invité a ver Sunú y Cruz feliz, le invité un café y le dije: “me duele en el alma lo que te está pasando a ti ya  tu familia, tengo mucho coraje, quiero invitarte a que contemos tu historia en una película, porque no quiero que se quede en el olvido”. Para entonces ya le habían asesinado al segundo hijo. Respondió, “déjame soñarlo”, porque los rarámuris sueñan antes de tomar decisiones. Al día siguiente me dijo que sí y ahí empezó otra historia: cómo la vamos a hacer.

 

Son entrevistas incómodas, dolorosas, ¿Cómo encaras eso, cómo sientas a cada hijo, al mismo Cruz, para conseguir estos testimonios y crear una pieza cinematográfica?

Desde el teatro popular yo daba las herramientas a la gente y ellos contaban. Me gusta que sientan que pertenecen al proyecto, mi exploración en el cine documental ha sido esa. Durante todo el proceso eran más importante ellos que cualquier elemento de la película, mi trabajo tiene que ver con conseguir cercanía. 

Cuando le propuse el documental a Cruz, ellos tenían limitantes de seguridad, vivían un proceso que ni siquiera saben nombrarlo, entonces resolví grabar en casa de ellos, no me importaba la estética de la película, ellos me darían sus testimonios y al final la estética saldría por naturaleza. Decidí: en casa, talking heads, me puse a ver un  chingo de películas, El cuarto desnudo de Nuria Ibáñez es una referencia, la cámara como olvidada y la persona hablando desde el dolor más profundo.

El trabajo con cada uno de ellos fue preguntarles qué quieren decir y hasta dónde lo quieren decir, yo tenía nervios que de repente hablaran mucho del narcotráfico, no sabía cómo lo íbamos a manejar. 

Cruz estaba en el momento más duro de su vida, él mismo ya no se reconoce; entonces pensé que él solo no me iba a dar la película y que debía abrirla a los hijos; además busqué a otra familia en la sierra, que representan lo que Cruz y su familia perdieron.

Cuando empecé a hacer mi carpeta todo mundo me preguntaba si lo iba a escribir; yo hice una escaleta, me asesoré con Christiane Burkhard, que daba talleres de cine, le dije: “¿Cómo voy a hacer que hablen del dolor?” Ella me recomendó un taller de prácticas narrativas que varios documentalistas han tomado; Alfonso Díaz es un gran psicólogo que tiene esta práctica, le da herramientas a la persona para que narre su situación y eso quería darles. También me asesoré con psicólogos de Chihuahua que han trabajado el dolor de las familias de desaparecidos y desplazados, y me dieron lo básico, cómo comportarnos si la gente termina en una catarsis, o si no quiere hablar. 

Hicimos pláticas de ocho horas, hablamos un chorro, íbamos a comer y regresábamos a retomar el diálogo. Empiezas a trabajar donde se sienten fuertes y seguros, empiezan a hablar con confianza, y esta conversación se va tornando a la situación difícil, después los tienes que regresar a un momento donde se sientan tranquilos. La escena con Nubia, la hija de Cruz, es un ejemplo. Cuando llegue con Nubia la vi muy demacrada, ella es una mujer guapísima, cuando empezamos le pedí que me hablara sobre su vida en El Manzano: la niñez, los recuerdos, los olores, el paisaje. No quiso y me dijo: “Esto es lo que me está pasando ahorita” y habló de las pastillas. 

Ahora que recuerdo, les costaba hablar de El Manzano, era muy triste recordar la vida que tuvieron allá. 

Para mí son de mucha intuición las entrevistas, para mi director de fotografía fue muy complejo y para mi editora Lucrecia (Gutiérrez Maupomé) también, a ella le entregan un material y lo trabaja de una forma muy distinta. Ella le dio al clavo ella, me dijo: “vamos por la persona, vamos a sacar la esencia de cada personaje, más que dar la historia del desplazamiento”, entonces fue un proceso muy intuitivo.

 

 

Llama la atención el recurso de la animación en tinta china, lo usas para contar los testimonios más duros ¿por qué lo decidiste así y cómo se hizo?

Con Lucrecia editamos dos años, había mucho material y cuando teníamos el cuarto corte estábamos encapsuladas en los momentos del dolor más profundo: el desplazamiento, los asesinatos, el levantamiento de Joel, ¿con qué recursos íbamos a contar estas historias? En conversaciones con Lucrecia pensé en los pájaros migrantes de Chihuahua, yo he vivido toda mi infancia con los pájaros arriba de mi casa en las tardes. Luego aparecieron las sombras, Cruz un día me dice: “ser desplazado es como no tener la sombra que te acompaña”, entonces vine a Chuihuahua a filmar sombras de árboles en las paredes pero no quedaron en la película. 

Pensando qué hacer, recordé a Arturo López Pio, le dicen Pio Pio, la técnica que hace es cine a mano: dibuja en tinta china en un acetato y la cámara graba directo a la pared. Lo contratan para conciertos y mientras el artista canta, él dibuja escenas y secuencias. Le mostré mi proyecto y le dije que necesitaba de cuatro a seis intervenciones para contar esos momentos. No fue fácil llegar a los árboles, Pío primero hizo unos bocetos de Cruz cargando a Joel balaceado, o sombras negras llevándose a Benjamín, escenas muy duras y no quise que la película fuera por ahí. Tuvo que ser algo simbólico, esa parte del universo al que ellos pertenecen, que se está acabando. Decidimos animaciones sencillas, que llevaban al público a pensar de otra forma, pero la voz es lo importante. Así llegamos con los árboles. 

Mucha gente me dijo que no pusiera animación, directores de cine pensaban que no iba a ser correcto, pero a mí me encanta arriesgarme y quedé muy contenta, siento que fue muy afortunado agregar la animación de Pío.

 

‘Cruz’. Dir. Teresa Camou

 

¿Cruz y su familia ya vieron la película?

Cuando teníamos el corte casi final vine a Chihuahua. Renté por tres días consecutivos una sala de cine, y senté a cada uno solo, viendo la película conmigo. Cruz fue el primero y fue el momento creativo más hermoso y más horrible, porque al final es la interpretación que le doy a lo que me contó con tanto dolor y amor. Cruz lo sufría, se hacía pequeño, y cuando terminó la película lloró tres horas, le entró un catarsis, me dijo: “acabas de resumir el dolor más profundo de mi vida en ochenta minutos”. 

Hemos hablado que a lo mejor esta película no va a ayudarlos a ellos en específico, pero sí a muchas familias en el futuro. Antes de estrenar en México invité a toda la familia a Cinépolis, y a más familias de desplazados. Cruz nomás se iba haciendo hacia abajo del asiento, pero más valía que la viera con gente que lo conoce, que lo quiere, que lo respeta, a que la vea con un público ajeno. Al final me dice: “está bien, ya no me dolió tanto”, y luego los he invitado a presentar la película en festivales y me he llevado a uno u a otro; Nubia y su hermana la presentaron en Zanate conmigo, estábamos nerviosísimas las tres, pero Nubia agarró fuerza y agradeció el interés de la gente de conocer su historia, dijo: “yo tenía miedo porque mucha gente piensa que somos criminales, es lo que hemos recibido cuando la gente conoce nuestra historia, piensa que estamos involucrados con el narco y ustedes nos están tratando muy bonito, nos ayuda a tener esperanza”. 

Y Cruz la presentó conmigo en el Senado de la República, él habló allí y dijo algo muy fuerte, que cuando se habla de desplazamiento la gente habla de la pérdida del territorio, la pérdida de los seres queridos, pero nadie habla de la pérdida de la identidad, “estamos perdiendo quiénes somos, la identidad de donde venimos y eso es muy duro”.

Para mí es muy importante que ellos sean cómplices de la película, que sigue con su campaña de impacto en rutas de festivales. La película no sólo se hace para llegar a los festivales, sino para ser una campaña de impacto a favor de los desplazados en México. 

El desplazamiento no está tipificado como un crimen en México, no lo puedes denunciar, a la gente no les da la calidad de víctima y el gobierno no se hace responsable. Ese es el grave problema, entonces ese es el camino ahora con la película y la complicidad con ellos.

Cruz (México, 2022). Dirección: Teresa Camou. Producción: Teresa Camou Guerrero, Jenny Mügel. Fotografía: Aldo Hernández. Edición: Lucrecia Gutierréz Maupomé. Diseño sonoro: Be Flores.