‘Nuestras madres’ de César Díaz: la memoria de las mujeres en Guatemala

Durante la década pasada, Guatemala ha vivido un intenso ejercicio de justicia contra las víctimas de la dictadura. Miles de historias sobre masacres, desaparecidos, ejecutados, se han contado en tribunales, han trascendido a la prensa y han llegado a la creación artística, en el intento de recuperar la memoria colectiva y de cada familia e individuo.

 

Una de estas historias es la que hace suya César Díaz en su ópera prima, Nuestras madres. Aquí, el antropólogo forense Ernesto (Armando Espitia) se encarga de buscar restos de personas desaparecidas en las comunidades rurales; una noticia podría darle pistas de cómo encontrar a su propio padre, quien fue guerrillero.

 

Encabalgada entre la ficción y el documental, Nuestras madres inicia en la urgente necesidad de la justicia y trasciende hacia un retrato emotivo y respetuoso de quienes acaso han sido la verdadera resistencia de estos tiempos aciagos: las mujeres, las madres de quienes han hecho o han enfrentado la guerra, de quienes van encontrando en las mujeres de Guatemala el corazón que acaso está reconstruyendo a la sociedad.

 

Nuestras madres estrena en salas el 16 de junio.

 

Platicamos con César Díaz sobre su ópera prima, que además le mereció la Cámara de Oro en el Festival de Cannes de 2019.   

 

¿Cuál fue el detonador para contar la historia de Ernesto, este antropólogo forense dedicado a identificar a los desaparecidos de la guerra civil en Guatemala?

Tiene que ver con varias obsesiones mías. Más allá de retratar el trabajo como forense de Ernesto, quería saber cómo manejar todos los dolores y las heridas que abrió una dictadura y una guerra civil tan sangrienta como la guatemalteca. Dentro de mis primeros acercamientos a este tema, encontré un pueblo totalmente masacrado; las mujeres me contaron sus historias, me enseñaron los lugares en los que habían entrado los militares y todas las cosas que les hicieron. 

Recibí mucha confianza por parte de ellas, sentí una responsabilidad enorme por contar sus historias. Además, me comentaron que nadie les había creído, así que percibí una gran necesidad por contar lo que habían vivido, sobre todo considerando que pertenecen a una comunidad indígena, en la que las historias orales tienen una gran importancia.

Esta necesidad de justicia viene más desde la sociedad civil y las asociaciones de víctimas, que desde una institución del gobierno. El Estado no tiene la voluntad de crear justicia transicional: reconocer, reparar y resarcir. 

 

Nuestras madres es una ficción que en algunos momentos se acerca al documental, ¿Cómo fue su concepción entre estos dos tratamientos?

Siempre me ha fascinado esa línea difusa entre el cine documental y el cine de ficción. En el caso específico de Nuestras Madres se trata de una ficción muy documentada, basada en historias reales, en la que aparecen las verdaderas víctimas. 

Desde que empecé a grabar me di cuenta que estaba cambiando la realidad de las personas y que eso desembocaba en un gesto artístico entre observador y observado, eso me pareció interesante y quise llevarlo a la pantalla.

Los actores naturales de la película obligaron a los actores profesionales a dejar su zona de confort; de pronto no tenían compañeros con los mismos códigos y eso los obligó a buscar algo bien profundo dentro de ellos para encarnar a los personajes.

Por otro lado, la dicotomía que existe entre el mundo rural y el mundo urbano es algo muy guatemalteco. A veces quienes vivimos en la ciudad observamos el mundo rural de lejos; la gente que vive en zonas rurales también observa lo urbano a la distancia y con ciertas precauciones; yo quería representar este quiebre.

 

¿Cómo elegiste a Armando Espitia para protagonizar la película?

Al inicio quería trabajar únicamente con actores naturales, hice un casting dentro de la Fundación, luego lo abrí a las organizaciones de derechos humanos, a actores de cine y de teatro, y finalmente a cualquier persona que quisiera audicionar. 

No encontré a la persona ideal, entonces me puse a leer de nueva cuenta el guion y ahí entendí que pedirle a un actor natural que interpretara a Ernesto era muy complicado, es un personaje con muchos puntos de giro.

Empecé a buscar actores profesionales, me acerqué a la industria mexicana porque era la más cercana y por una cuestión de acentos, ya que muchos guatemaltecos nos criamos en México a causa del exilio y tenemos un acento que nadie identifica muy bien, así que el hecho de que el actor fuera mexicano encajaba con la idea de la película.

Con Armando fue muy loco, yo hacía algunos castings extraños, sin lectura de guion ni nada de eso, simplemente me sentaba a tomar café con los actores y les preguntaba cosas muy específicas, como: ¿qué sientes cuando digo la palabra desaparecidos? ¿Cómo manejas tus duelos y recuerdas a tus muertos? Armando tomó muy bien las preguntas y fluyó la conversación.

El trabajo con él fue bastante clásico, él vino a Guatemala y lo pusimos a trabajar en la Fundación; ensayábamos el texto, cambiábamos algunos diálogos y situaciones, y al día siguiente trabajábamos con las nuevas versiones. Fue un trabajo fluido y nos entendimos muy bien. Había algo en su vulnerabilidad física que aportaba un montón al personaje. Y creo que para Armando, pasar por Guatemala representó una experiencia muy reveladora.

 

 

Empieza a haber un corpus de obras guatemaltecas que abordan el tema de la dictadura y la guerra civil. ¿Cómo toma la sociedad estos títulos, en particular Nuestras madres?

Cuando leen la sinopsis de la película, la primera reacción del público es: “¡ay, no, otra película del conflicto armado interno!”, como intentando minimizar lo que sucedió, pero cuando ven la película se dan cuenta de que también habla sobre otras cosas y que tiene otras densidades. 

También creo que mi generación de cineastas, a la que pertenecen directores como Izabel Acevedo, Anaïs Taracena, Sergio Ramírez o Jairo Bustamante, que vivimos la última parte de la guerra, e incluso fuimos exiliados, tenemos la necesidad de contar lo que sucedió. De hecho muchas veces lo hemos platicado y todos coincidimos que necesitábamos pasar por este proceso y realizar este tipo de película para sanar el trauma y poder crear otra cosa.

En cuanto al público no hemos podido estrenar la película en Guatemala, pero sí te puedo decir que hay un público cautivo y fiel, que siempre va a ver este tipo de películas. Es cierto que no es el público de la gran masa y que no se venden miles de entradas, pero poco a poco estamos logrando que el cine guatemalteco se vea en las salas y tenga un buen estreno comercial.

Nuestras madres, Dir. César Díaz

Nuestras madres se estrenó en el Festival  de Cannes y ganó la Cámara de Oro. ¿Cómo fue esa experiencia?

Fue una experiencia muy fuerte. Ésa fue la primera vez que la vi terminada en una sala de cine, así que para mí y para el resto del equipo fue cuando descubrimos la película. La primera proyección fue súper emotiva, mi familia estuvo presente y el público la recibió muy bien. 

En la segunda proyección ya no fui, tenía otros compromisos y quería regresar a Guatemala, incluso pedí que cambiaran mi billete de avión, pero cambiarlo salía muy caro y no me quedó otra opción que quedarme dos días más. De pronto, el sábado por la mañana, recibí una llamada de la productora de la película y me dijo que tenía que asistir a la ceremonia de premiación. 

Empecé a molestar a los organizadores del festival para que me dijeran si me había ganado la Cámara de Oro, el único premio que podía ganar, pero no me pudieron decir hasta que se realizó la ceremonia y me dieron el premio. El resto lo viví como un sueño, de hecho todavía me cuesta creer que fue real.

El premio fue un reconocimiento al trabajo que hicimos todos, desde la producción hasta los actores, y a todas las decisiones que tomamos en equipo, así que en el fondo es un premio para todos. La muestra perfecta es que ni siquiera tengo el premio conmigo, sino que va visitando a cada uno de los miembros del crew y lo van guardando un tiempo, hasta que después pasa al siguiente.

 

¿Hacia dónde crees que va el cine guatemalteco de tu generación y tu propio cine?

Una vez que hicimos una película que hablara sobre lo sucedido en Guatemala, nos estamos yendo hacia otros territorios. Ahora preparo una película sobre un triángulo amoroso; Izabel Acevedo está haciendo una película sobre la caña; Sergio Ramírez está haciendo una película sobre la migración. 

Al mismo tiempo, hay una nueva generación que viene empujando fuerte, chavitos que están haciendo ciencia ficción o cine indígena súper poderoso y poético, con un lenguaje diferente, que me recuerda al cine iraní de los noventas.

Y la otra cosa es que hay una nueva ola de directoras que están hablando sobre la maternidad y lo que significa ser mujer en la ciudad de Guatemala. Eso también es interesante y estoy seguro que dará mucho de qué hablar.

Nuestras madres (Guatemala, Bélgica, Francia). Dirección: César Díaz. Guión: César Díaz. Fotografía: Virginie Surdej. Sonido: Vincent Nouaille, Gilles Benardeau, Emmanuel De Boissieu. Música: Rémi Boubal . Dirección de arte: Pilar Peredo. Edición: Damien Maestraggi. Vestuario: Sofía Lantán. Maquillaje: Eva Ravina. Productores: Géraldine Sprimont, Delphine Schmit. Co-productores: Joaquín Ruano, Pamela Guinea. Compañías productoras: Need Productions (Bélgica), Perspective Films (Francia). Compañías co-productoras: Proximus (Bélgica), Cine Concepción (Guatemala). Elenco: Armando Espitia, Emma Dib, Aurelia Caal, Julio Serrano Echeverría, Víctor Moreira