Colectivo Semillas Audiovisuales y las historias que quieren contar las niñas purépechas

Compartir la mirada: talleres de cine comunitario fue un importante ejercicio apoyado por el Estímulo para la Formación Audiovisual Independiente (EFAI), del Imcine, que buscó acercar las herramientas del cine y el audiovisual a las niñas y adolescentes de Comachuén y Tirícuaro, dos comunidades de la meseta purépecha de Michoacán. 

 

Ocurrió de agosto a noviembre de 2022 y lo realizó el Colectivo Semillas Audiovisuales, un grupo de mujeres jóvenes que hacen cine en la meseta purépecha de Michoacán: Rosalba López López, Sashenka Hernández Estrada, Vanessa Marín Martínez y Ondine A. A. Rosenthal Sievers, además de un grupo de talleristas invitadas, que crearon los espacios y los mecanismo que permitieran a las niñas y las adolescentes crear una primera historia, en un ambiente de seguridad y libre expresión. De vocación documentalista, las integrantes del Colectivo esperaban que las niñas eligieran hacer una historia de calles, mujeres, oficios, la vida en las comunidades. Pero entonces ellas eligieron el terror.

 

Vanessa Marín y Sashenka Hernández, integrantes del Colectivo Sembradoras Audiovisuales, nos contaron esta aventura. 

 

¿De qué se trata el Colectivo Semillas Audiovisuales?

Vanessa Marín (VM): Llevamos conociéndonos desde hace más de siete años, juntas hemos compartido espacios de formación cinematográfica alternativa. Fuimos equipo en Ambulante Más Allá con Rosalba López, Sashenka Hernández y Ondine Rosenthal; también hemos compartido espacios de educación comunitaria. Participamos en un cortometraje colaborativo de 2021, Ixu Jarhaskache Acompañando, con Marea Verde, Michoacán. También participamos en El educador comunitario, organizado por la Biblioteca Comunitaria Ambulante de Comachuén, en talleres y proyecciones de cine para niños.

De haber estado juntas en varios procesos comunitarios, pensamos que sería bonito compartir estos conocimientos con mujeres y niñas. 

 

¿En qué consiste el proyecto Compartir la mirada: talleres de cine comunitario que realizaron de agosto a noviembre de 2022?

Sashenka Hernández (SH): Nació de esta inquietud de acercar los conocimientos y las herramientas cinematográficas a niñas y adolescentes de las comunidades purépechas de Turícuaro y de Comachuén. En estas comunidades no hay espacios pensados para las niñas y las adolescentes. Su educación es que aprendan lo doméstico, porque su fin último es casarse y tener hijos. Nosotras quisimos abrirles otras posibilidades de vida; una pequeña ventanita, aunque sea pequeña, para que puedan hacerse de herramientas de este tipo. Creemos que el cine no es solamente una cuestión de gente con dinero, en la comunidad también podemos hacer cine. Las niñas y jóvenes de las comunidades de Turícuaro y Comachuén también pueden pensar un relato juntas, una película que encaminen desde este proceso colectivo.

 

¿Cómo fue la experiencia de trabajar con estas niñas y adolescentes de las comunidades purépechas?

VM: Fue muy sencillo, quienes se acercaron tenían muchas ganas de hacerlo. La más chiquita, Brittany, que es de Turícuaro, tiene diez años y era impresionante la facilidad que tenía, es de otra generación. De nuestra parte siempre hubo una intención de cuidar el equipo, pero no limitarlas. Fue una relación de mucho juego. Como colectivo somos amables entre nosotras e intentamos procurarnos y cuidarnos; eso era visible para las niñas, les permitió saber que no pasaba nada si experimentaban. Ellas se hicieron amigas y eso fue muy bonito. Al principio no sabíamos cómo juntarlas más, porque eran un poquito calladas, pero en el momento del rodaje exploraron y proponían. Con el uso del equipo hubo talleres previos, siete talleres en los que hicimos pruebas con los equipos; cuando alguna no podía ir las otras les explicaban cómo era, entonces estos ejercicios ayudaron a que en el momento del rodaje tuvieran más soltura. 

 

¿Cómo tomaban las comunidades de Comachuén y Tiricuaro ver a estas chicas con las cámaras, el boom, el equipo de filmación? 

SH: Desde que escribieron el guión se pensó en una historia que tuviera que ver con las dos comunidades. Se encontró un relato compartido, el de la Naná Mirinkua que está presente en Comachuén y en Tirícuaro. Según las partes del guión que queríamos representar pensábamos en las locaciones, y al final pues el rodaje se dio más en Comachuén, pero también hubo tomas en Turícuaro. Al momento de grabar en en las calles era muy bonito e impresionante, a la gente le llamaba la atención, sobre todo los niños se acercaban. 

Les explicábamos que estábamos haciendo una película y preguntaban cuándo se van a estrenar y si se iba a subir a Netflix. Fue un proceso muy bonito porque incluso ellos nos acompañaron, recuerdo una escena que ocurría en un espacio cerrado y  los niños eran los encargados de decirle a los demás que guardaran silencio, también se integraron al momento del rodaje. 

 

Cortesía: Colectivo Semillas Audiovisuales

 

¿De qué se trata la película que hicieron estas adolescentes y niñas?

VM: Es sobre la leyenda de la Naná Mirinkua, un ente que engaña a los borrachos y los lleva al monte y los pierde. 

SH: Es un relato extendido por todo Michoacán y tiene representaciones según la zona purépecha. Viene de miri, que es como perder la noción del tiempo y el espacio. Eso algo externo que te pierde, tiene muchas representaciones; unos dicen que es el diablo, que es una mujer, entonces al aterrizar el relato teníamos que representarlo como lo hacen en Turícuaro y Comachuén.

La representamos como una mujer muy hermosa, que si vas al cerro en la noche, borracho, se te aparece y te invita a ir con ella. Cuando la sigues te lleva a los barrancos y en ese momento te das cuenta de que no es una mujer, sino que es el diablo. En Turícuaro representan al diablo con un traje de lana de borrego y máscaras diabólicas; en Comachuén es un traje con muchos flecos y máscaras diabólicas. Eligieron la versión de Comachuén: alguien vestido de terciopelo, con mucho fleco y una máscara. Primero era una chica y al momento que voltea, el señor se da cuenta que ha estado siguiendo al diablo y es cuando cae al barranco.

VM: La historia es que se grabó en las dos comunidades, que están a menos de 15 minutos en coche pero el purépecha es distinto, y pues era importante que se entendiera la diferencia del acento. Las locaciones eran muy especiales para para las niñas, está la cantina La Bocina, donde van los borrachos a tomar; hicieron una representación de los señores que toman, de los trabajos que hacen, incluso de cómo hablan. 

 

Llama la atención las niñas imaginando a estas historias tan espeluznante, recreando el imaginario de sus comunidades.

VM: A las infancias y a las adolescentes les gustan las historias de terror, Nosotras estábamos abiertas a cualquier historia, pero por nuestra formación esperábamos que hicieran un documental, pero siempre estuvo presente el tema fantástico, varias historias así, y entre ellas la de Nana Virigua. Al final se decidió hacer esta historia como un consenso entre ambas comunidades y como algo sencillo de representar. Antes que proyectamos películas, los niños siempre pedían historias de terror. Y queríamos que las niñas propusieran las historias. Entonces, en realidad estamos contentas, porque ya va a haber una historia de terror en la comunidad para el próximo cine club.

SH: Lo más bonito y respetuoso fue acompañar la idea que ellas tienen, a pesar de que a lo mejor Vanessa, Rosa y yo estábamos más clavadas en otras cosas. Pero acompañar ese proceso de enunciación, ellas quieren representar una película de terror pero también de terror  de la comunidad, entonces acompañamos el proceso y las decisiones que ellas tomaron, para realizar la película que ellas querían hacer.

 

Cortesía: Colectivo Sembradoras Audiovisuales

 

Me parece que hay un cambio de estafetas entre generaciones. Varias de ustedes tuvieron en Ambulante Más Allá su espacio de formación, después ustedes crean nuevos espacios. Me gustaría pensar que en quince años, estas niñas formarán a otras generaciones y se creará una transmisión de de saberes y disciplinas. 

VM: Sash y Ros son de comunidades indígenas, yo soy de la periferia de la Ciudad de México y jamás imaginábamos estudiar cine. Llegamos desde proyectos de formación alternativa, pero jamás en una escuela formal. Ha sido muy bonito la gente que he conocido en el camino, los proyectos y los procesos. Pensábamos que también sería lindo compartir, porque te abre caminos conocer personas que crean, ver otras cosas, saber que podemos representar nuestras realidades. 

SH: Cuando yo estaba en quinto de primaria vino Dominic Jonard a Turícuaro, quien realizó varios cortometrajes animados en Michoacán, y uno de ellos lo realizamos nosotras, cuando yo tenía diez u once años. En ningún momento imaginé que pudiera estudiar cine más formalmente; para mí fue un juego de alguien que vino, platicamos, hicimos una película y ahí se quedó. Ahora puedo resignificarlo como una semilla que dio pie a que buscara esto. 

 

Y ahora lo pienso con las niñas, no sabemos si de aquí a diez años alguna de ellas va a seguir haciendo cine, pero ya hay un antecedente, la semilla plantada. Para mí es importante que en el videomemoria ella se vea en esta edad, porque después, si deciden seguir el camino de la cinematografía o hacer otros proyectos, volverán a ese video como una memoria de eso que ellas hicieron en colectivo. 

 

¿Cómo fue la colaboración del EFAI con el proyecto?

VM: En cuanto al programa académico o comunitario, estuvimos nosotras realizando como colectivo; con las talleristas, el contacto fue en términos administrativos. En realidad, el momento donde pudimos tener como un espejo con otros proyectos fue en el Encuentro del EFAI, con otros proyectos de formación audiovisual independiente o comunitaria. En ese encuentro hubo la oportunidad de platicar con otros proyectos y escuchar sus metodologías, muy interesante. Era una actividad que teníamos que realizar todos los proyectos que estábamos en el EFAI, fue muy nutritivo y dan muchas ganas de seguir.

 

¿Cuándo podremos ver la película? 

VM: A las chicas y las niñas les planteamos dos caminos: uno era proyectarlo a la comunidad, subirlo a Internet y dejarlo libre; o intentar meterlo a festivales, que es una forma en la que se puede extender la visibilidad de su trabajo. Y quisieron hacer eso y ahora estamos buscando convocatorias para meterlo a festivales de cine para niños. 

SH: Cuando fui a Ambulante teníamos un cine comunitario, pensábamos que algunas películas no eran tan adecuadas al contexto de la comunidad, entonces necesitábamos generar nuestro propio material y enunciar nuestras realidades. Entonces, aunque es una ficción, está pensada desde la comunidad. Eso para mí es muy valioso, porque habla de la autorepresentación. Mucha gente en las comunidades nos ha preguntado dónde lo van a poder ver. Como el trabajo es de las niñas y nosotras hicimos respetar la decisión que ellas tuvieran acerca de  su esfuerzo pensamos que durante un año lo estuviéramos inscribiendo a festivales y despué liberarlo para que todo mundo pueda verlo, pero también estamos pensando en una gira por Michoacán, que muchas comunidades nos han escrito para pedir que vayamos a proyectar el corto, entonces probablemente también sea una actividad que realicemos con otras comunidades, con las realizadoras, con las talleristas y demás.