3ra Muestra de Cine en Lenguas Indígenas agosto: los retos de las lenguas

Dos historias comprenden la edición de agosto de la 3ra. Muestra de Cine en Lenguas Indígenas. Ambas exploran las posibilidades, las limitaciones, los retos que enfrentan los hablantes de las lenguas no hegemónicas.

 

Conoce el Programa de la 3ra. Muestra de Cine en Lenguas Indígenas de agosto.

 

En La pequeña semilla en el asfalto, de Pedro Daniel López (2009), Dolores, Pascuala, Floriano y Flavio, hablantes de tsotsil, intentan insertarse en el ámbito urbano de San Cristóbal de las Casas. Además de enfrentar las diferencias entre una comunidad rural y la ciudad, viven el dilema entre hablar la propia lengua o usar la hegemónica.

 

En Cuando cierro los ojos, de Michelle Ibaven y Sergio Flores (2019), Adela y Marcelino lidian con un problema complejo: hablantes de mixteco y mazateco, no pueden defenderse cuando se les acusa injustamente por crímenes que no cometieron. Recluidos ambos, es en el territorio de los sueños y en el resguardo de su propia lengua donde encuentran algo semejante a la libertad.

 

Migrantes que buscan asentarse en nuevos territorios, indiciados en espera de que se corrijan sus procesos judiciales irregulares, pero sobre todo hablantes, que desde en sus propias lenguas buscan espacios de refugio o libertad.

 

 

La pequeña semilla en el asfalto, de Pedro Daniel López: sobre la migración y la identidad

Pedro Daniel López, originario de Chiapas, con apenas 18 años realizó su primer cortometraje, Día de muertos en la tierra de los murciélagos (2003), que se estrenó en la primera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. “Se me abrieron muchas puertas”, recuerda Pedro Daniel. “Esto me ayudó a conseguir una beca de la Fundación Rockefeller y apoyo del Imcine para realizar mi primer largometraje”.

La pequeña semilla en el asfalto fue concebida como mediometraje. Tras recibir el apoyo, el cineasta transformó el proyecto en un largometraje filmado en 35mm, estrenado en 2009, uno de los primeros documentales indígenas filmados en este formato.

Dolores Sántiz, Pascuala Díaz, Floriano Enrique “Ronyk” y Flavio Jiménez, provenientes de diferentes etnias indígenas de Chiapas, salen de su comunidad y se instalan en la urbe para tener una vida digna y justa. “La mayoría de las personas que vivimos en San Cristóbal de Las Casas somos migrantes, muchos provenimos de municipios indígenas que están alrededor de Los Altos de Chiapas, así que quería contar el trayecto que vivimos al salir de nuestras comunidades y el proceso que atravesamos para establecernos en la ciudad.”

Aunque este documental no tenía el propósito formal de ser hablada en tsotsil, la lengua de los cuatro personajes, ésta se fue imponiendo de manera natural en el momento de contar sus historias. Se convertía en un personaje más de estas aventuras migrantes. “Intenté tener abiertas las puertas para que ellos eligieran si querían hablar en español o en su lengua materna, porque justamente uno de los temas que toca la película es sobre la discriminación que sufrieron al llegar a San Cristóbal, por lo que se vieron obligados a hablar español y dejar de lado sus raíces”, recuerda Pedro Daniel.

La pequeña semilla en el asfalto tuvo una circulación generosa: participó en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en el entonces DOCSDF (ahora DOCSMX) y tuvimos su gira por Estados Unidos, con proyecciones en Nueva York, Los Ángeles y Washington. A partir de ahí, y junto con Dolores Sántiz, una de las protagonistas del documental, Pedro Daniel López creó el proyecto Mundos Inéditos, Escuela de Cine y Video Indígena. “Nuestra idea siempre fue formar gente que estuviera interesada en hacer cine, así que desde 2004 hemos hecho muchos talleres para al menos enseñar las cuestiones básicas, como lo son el manejo de la cámara, del micrófono, de una computadora o de un programa de edición.”

 

 

Cuando cierro los ojos de Michelle Ibaven y Sergio Blanco: sueños en reclusión

Michelle Ibaven y Sergio Blanco estaban intrigados por los sueños de los reclusos. Lo encontraron en un brasileño y el tema los cautivó: ¿cómo imaginan los espacios abiertos, los lugares del pasado, las personas privadas de libertad?

Desde esta pregunta conocieron a Adela García y Marcelino Mejía, de Oaxaca y Chihuahua, presos por procesos judiciales irregulares, pues hablantes de mixteco y mazateco, no se les proveyó de traductores para tener una defensa. “Dimos con el Cepiadet (Centro Profesional Indígena de Asesoría, Defensa y Traducción, A.C.), que lleva los casos”, cuenta en entrevista Michelle Ibaven. “En el caso de Adela fueron cuatro años que no se pudo expresar en su lengua, y en el de Marcelino, él se adaptó y aprendió un poco el español para poder comunicarse con los demás.”

Los abogados de Adela y Marcelino hicieron las gestiones para que fueran posibles las entrevistas. Con ayuda de traductores les explicaron a Adela y Marcelino el propósito y la importancia de sus testimonios. “Él les dijo, ‘ustedes digan lo que quieran decir, estas personas vienen a escucharle. Teníamos el tiempo limitado, tres días para grabar, teníamos que ser súper eficientes para comunicarnos con ellos.’”

Cuando cierro los ojos partió de los sueños para transitar a la denuncia, pero es, sobre todo, una película sobre las posibilidades y los límites del lenguaje. “La incomunicación siempre fue algo que queríamos explorar. En las entrevistas nuestra estrategia fue crear un orden de preguntas que llevábamos con la traductora y ella nos hacía una seña de en qué pregunta iba. Entonces nosotros sabíamos de qué está hablando en ese momento; no sabíamos lo que nos estaba diciendo, pero si el tema que estaba tocando. Estábamos enfocados en el lenguaje no verbal, el corporal.”

A tres años de su estreno, Cuando cierro los ojos es un documental que las audiencias tienen en alta estima, gracias a la exhibición que tuvo desde Ambulante. Pero también se ha convertido en referente para grupos de derechos humanos, el sistema judicial y otros espacios interesados en la impartición de justicia para personas indígenas, que no hablan el castellano. “En las presentaciones se acercaba algún abogado con interés en el tema, o alguien que pertenecía al tema judicial y quería que lo vieran sus colegas. Ahí empezó a moverse por otros circuitos y a conectar con personas específicas. Incluso nos han buscado para saber si nosotros podemos contactarlos con asociaciones civiles o traductores que están capacitados en este tipo de procesos, y eso es muy emocionante, ver cómo la película agarra su propia vida, independientemente de los cines o de la industria donde nosotros nos movemos.” 

Adela fue liberada tras nueve años de reclusión. Marcelino sigue a la espera que se revise su caso. Pero estas dos historias son apenas ejemplos de un 80% de hablantes de una lengua indígena que están privados de su libertad, y que no cuentan con intérpretes que les ayude en su caso.

Cuando cierro los ojos inicia en el sueño, transita por el lenguaje, deja una reflexión sobre la justicia mexicana y la necesidad de renovar las formas de impartirla.