‘Mapa de sueños latinoamericanos’ de Martín Weber: a la búsqueda de los soñadores

¿Qué sueña Latinoamérica? Esta pregunta la hizo el joven Martín Weber hacia los años noventa. Cargó con su cámara, entonces analógica, y se lanzó por el continente a preguntar.

 

Mujeres y hombres, niñas y ancianos, personas de las urbes o de comunidades rurales de más de 50 ciudades respondieron en una pizarra y con un gis a esta pregunta, poderosa de tan simple: ¿Cuál es tu sueño? Y las respuestas variaban de lo poético a lo político, de lo personal al deseo de bienestar de su comunidad.

 

El ejercicio se recopiló en la exposición y el libro Mapa de sueños latinoamericanos, clásico de la fotografía contemporánea del continente.

 

El ejercicio fue a más: pasados los años, Weber buscó a sus fotografiados. Quería preguntarles qué había pasado con sus sueños. La respuesta están en Mapa de sueños latinoamericanos (2019), documental que actualiza aquel ejercicio fotográfico, y muestra un catálogo de pendientes, ejercicios de resiliencia y esperanza de todo el continente.

 

Mapa de sueños latinoamericanos es parte de la Selección Largometraje México de la edición 24 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato.

 

‘Mapa de sueños latinoamericanos’. Dir. Martín Weber.

Este documental nace de un ejercicio fotográfico que recopilaste en un libro del mismo nombre. Quiero dividir la pregunta en dos partes, que me platiques primero: ¿en qué contexto tomaste esas fotos en aquellos años, que van de 1992 a 2008? 

Tiene que ver con deconstruir la práctica fotográfica, crear un espacio de horizontalidad. Aunque yo llevaba la propuesta y yo termino haciendo el registro, la intención era hacerlo en colaboración, en un momento en el cual no había redes sociales ni celulares con cámaras; la idea de compartir la propia historia era otra. 
La semilla del proyecto empezó cuando era adolescente y ocurría la revolución nicaragüense, me di cuenta que las imágenes de estos eventos las producían norteamericanos y europeos. De ahí parte la idea de hacer una pregunta que genere varias cosas. La persona recorre su historia personal y comparte algo en el presente que se proyecta hacia posibles futuros.


¿Cómo decides hacer el documental con este trabajo que hiciste durante más de 20 años? 

El proyecto va de 1992 a 2013, en 2010 habían pasado casi veinte años de los primeros sueños, mi vida había cambiado y mi entorno también. Me di cuenta que en ese tiempo habíamos generado cápsulas de tiempo que había que reabrir y cotejar. 
Este proyecto es para los actores y sujetos de estos acontecimientos, que solemos ver a la distancia, para que cuenten y compartan. Que sean ellos quienes reflexionen qué pasó con sus historias, sus comunidades, con esos sueños, ¿se cumplieron o no? 
En este regreso hay una necesidad de saber qué pasó en ese tiempo con los sueños, de actualizarlos y generar de nuevo un espacio donde no soy yo, son ellos los que importan.

 

Veía los testimonios y hay una sensación triste, la actualización no fue feliz en la mayoría de los casos: se habla de desaparecidos, dictaduras, testimonios de tortura, ausencias. El saldo que arroja es un tanto desalentador.

No pensé el proyecto para medir el éxito, es más tirar una ruta de trabajo. Había historias que jamás hubiera esperado, como en México, este joven que quería terminar sus estudios y encuentro que estaba en la cárcel. Eso me pone la piel de gallina, no era algo que buscara. Está la historia de Cristian, un joven de Colombia que se vuelve la tapa del libro, justo porque tiene un sueño que jamás hubiera querido encontrar, que era morirse.
Creo que la única manera de sobreponerse a las situaciones, que en la película propone situaciones extremas, dolorosas y oscuras, es aprender a enfrentarlas. En Argentina, uno de los países grandes en psicoanálisis, tienen la frase: “Si no se elabora, se repite”, pero tenemos que reelaborar lo que no ha funcionado para tirar de nuevo. La película tiene ese sentido de mostrar la resiliencia en la gente, seguir adelante, encontrar una mujer en una guardería en Guatemala macheteando leña y que está sosteniendo la guardería, o relatos fuera de las entrevistas que están referidas.

 

 

 

Me parece entretenido del documental este momento de buscar a los personajes, el documentalista-detective. El caso más obvio es el de Cristian en Colombia, pero con otros haces el ejercicio. Imagino que debe haber sido un trabajo importante buscar a estos personajes. 

En el momento original había necesidad de contar la historia de estos países a través de historias individuales. Era la época del fax, desde ahí preguntaba si alguien conocía a alguien en otro país. Con los años algunos contactos siguen a pesar de viajes y mudanzas, de libretas, anotaciones; también recurrí a la red que me había ayudado en el primer momento: periodistas, artistas, ONGs. Siempre íbamos con tiempo limitado, había una preproducción que en muchos casos funcionaba y en otros había un vacío total. Ahí sí era gestionar entrar a una cárcel, por ejemplo, hablar con la ex mujer de este joven, etc. En otros casos era importante filmar, por ejemplo en Brasil, encontrarme con esta mujer y su reflexión de la tortura, la película nos enfrenta con esto, gente que cuenta su propia historia, que no es un relato lejano.
También están las búsquedas como detective, este travelling en los malecones de Cuba o en las playas de Tijuana, que en la frontera de pronto aparece un joven que empieza a dar vueltas al lado nuestro y mi instinto fue seguirlo, él se saca las zapatillas y se echa al mar. Como conozco el mar, pensé: “éste se ahoga”, le pedí a mi cámara que grabara y rápidamente fui a buscar ayuda. Se convirtió en una historia que no estaba originalmente. 
La película estuvo llena de sorpresas y momentos de creer encontrar a alguien y no encontrarlo. Y fuera de cámaras hay otro montón de historias, nos asaltaron con pistola y nos sacaron cuchillos.

¿Dónde te asaltaron?

En Tijuana.

De todo el  continente, en México tenemos el orgullo de que haya sido el asalto...

Y en Colombia nos sacaron cuchillo, fue una experiencia total. Yo estoy emocionado por la generosidad de toda la gente que participó compartiendo sus historias, porque es exponerse y compartir.

De 1992 a 2020 los contextos políticos cambian, en los noventa se creía que el neoliberalismo podría funcionar, había una fiesta tremenda. Ahora varios gobiernos viran hacia la izquierda, algunos funcionan, otros son cuestionados, ¿Crees que este ejercicio entre el libro y el documental se puede leer de manera política, y cómo sería el resultado de esa lectura?

Es muy político en cualquier contexto, se me confirmó al preguntar por un sueño. Con los sueños estamos lamentablemente acostumbrados a que sean reciclados para comerciales de televisión, para que te vendan un producto o una campaña política, eso me lleva a lo que significaba el proyecto. Ahora con las redes es importante dar la vuelta hacia esto: tal vez hoy cualquiera puede contar su historia, subir su imagen, pero este proyecto tiene lo que le falta a la mayoría de las imágenes con la que somos bombardeados constantemente, y es el contexto.
Como generadores de contenido en cualquier disciplina debemos ser responsables y el proyecto tiene esto, cada sueño se toma de la mano con el siguiente y reflexiona con el anterior y el que viene. Ellos te dan esta pauta y es importante para cuestionarnos, no en medir el éxito o el fracaso, sí en el compromiso y preguntarnos sobre lo más simple posible que es hacer un sueño, ¿por qué a veces hay tanta distancia para ese sueño? ¿por qué hay tanta distancia para que ese sueño se haga realidad? Una pregunta que tenemos que hacernos todos. El proyecto va de esto, de encontrar que somos todos parte de un tejido.

Mapa de sueños latinoamericanos (México, 202o). Director: Martín Weber. Producción: Paula Zyngierman, Yadhira Mata, Martín Weber. Guión: Martín Weber. Fotografía: Emiliano Villanueva. Edición: Valeria Racioppi. Música: Gustavo Santaolalla. Sonido: Ernesto Flores.