En un inicio La pequeña semilla en el asfalto fue concebida como un mediometraje. Sin embargo, después de recibir apoyo de la Fundación Rockefeller, Pedro Daniel López decidió transformar el proyecto en un largometraje documental filmado en 35mm.
La película cuenta la historia de Dolores Sántiz, Pascuala Díaz, Floriano Enrique “Ronyk” y Flavio Jiménez, quienes realizan un largo recorrido, que incluye la salida de su comunidad de nacimiento, la instalación en la urbe y su lucha para tener una vida digna y justa.
La pequeña semilla en el asfalto forma parte de la 3ra. Muestra de Cine en Lenguas Indígenas del mes de agosto.
La idea nació porque me di cuenta que la mayoría de quienes vivimos en San Cristóbal de Las Casas somos migrantes, muchos provenimos de municipios que están alrededor de Los Altos de Chiapas, así que quería contar el trayecto que vivimos al salir de nuestras comunidades y el proceso que atravesamos para establecernos en la ciudad.
En ese tiempo conocí a Dolores Sántis, uno de los personajes de la película. En aquellos años estábamos trabajando en el proyecto Videoastas Indígenas de la Frontera Sur. Ella viene de San Juan Chamula, un municipio cercano al mío, empezamos a platicar y me contó su historia de vida y su pasión por la fotografía.
Gracias a Dolores conocí a Pascuala, ya que ambas estaban estudiando Comunicación en la Universidad Intercultural, y en la misma universidad encontré a Floriano Enrique “Ronyk”, que estaba haciendo un mural en la escuela.
Al final conocí a Flaviano, a través de una amiga doctora, ambos tenían un consultorio comunitario. Él vino a estudiar la prepa en el Conalep y se recibió como técnico en salud comunitaria, tenía la intención de regresar a su comunidad para ayudarles en temas de salud, además formó parte del Ejército Zapatista.
Eran condiciones diferentes a las de hoy, antes era muy difícil acceder a los apoyos y al financiamiento. A mí me ayudó la beca de la Fundación Rockefeller, que obtuve gracias al documental Día de muertos en la tierra de los murciélagos, que estuvo en el primer Festival de Internacional de Cine de Morelia.
En 2007 me dieron la beca y en 2008 empecé las grabaciones. La idea principal era hacer un mediometraje de 40 a 45 minutos, pero el Festival Internacional de Cine de Morelia me invitó a participar en un foro y ahí me enteré de la existencia del Imcine y de sus programas de apoyo.
Así conseguí que nos dieran el Foprocine y tuve la posibilidad de transformar el proyecto a largometraje en 35 mm.; fue uno de los primeros documentales hechos por indígenas filmados en 35 mm.
Me hice cargo de tantos elementos porque tenía la necesidad de hacerlo, al principio del rodaje sólo tenía la beca del Rockefeller, y aunque se trataba de una buena beca, no alcanzaba para tener un crew muy grande. Además, en el documental había historias muy íntimas, no quise involucrar a mucha gente externa y, como en esa época no había mucha gente indígena especializada en diferentes áreas de la cinematografía, terminé por hacerme cargo del guión, la fotografía, la edición y la producción.
Ya con el apoyo de Foprocine estuve colaborando con Cecilia Monroy, cinefotógrafa de Guadalajara que ya llevaba un tiempo viviendo en Chiapas. En la edición trabajé con Lucrecia Gutierrez y lo más importante fue que Dolores Sántis, el primer personaje que conocí para la película, se convirtió en la productora del documental.
Siempre intenté tener abiertas las puertas para que ellos eligieran si querían hablar en español o en su lengua materna, porque uno de los temas que toca la película es la discriminación que sufrieron al llegar a San Cristobal, razón por la que se vieron obligados a hablar español y dejar de lado sus raíces.
La película no estaba enfocada en la cuestión del idioma, me daba lo mismo si estaba hablada en tsotsil o español, sobre todo porque es un tema complejo y no quería que la película fuera por ahí. Aunque sin duda hubiera sido muy bonito que la película estuviera hablada en tsotsil en su totalidad.
La película ha tenido un viaje muy bonito, la premiere se realizó en el Festival Internacional de Cine de Morelia, el público se acercó mucho a la película, en las tres funciones que tuvimos.
En la proyección de Casa Morelos había una fila muy larga para ver la película, me sorprendió ver gente indigena en la sala y me encantó que en los comentarios finales se acercaron a decirme que se habían identificado con el documental y que habían vivido cosas similares.
Después, la película estuvo circulando mucho, visitamos el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, DOCSDF y tuvimos una gira por Estados Unidos, con proyecciones en Nueva York, Los Ángeles y Washington.
Yo me empecé a involucrar en el cine desde los 18 años; con mi primer corto y su presentación en Morelia conocí a muchos compañeros indígenas, sobre todo de Oaxaca, que también estaban haciendo cine muy interesante.
Eso nos motivó a Dolores y a mí a realizar una A.C., Mundos Inéditos, Escuela de Cine y Video Indígena. La idea era formar gente interesada en el cine y desde 2004 hemos hecho muchos talleres para enseñar cuestiones básicas como manejo de la cámara, del micrófono, de una computadora o de un programa de edición.
La mayoría de realizadores que están ahora en Chiapas pasaron por nuestros talleres, donde tomaron clases de dirección con Hugo Rodríguez, sonido directo y mezcla de sonido con Pablo Fernández, o con Juan Manuel Sepúlveda para aprender a armar una carpeta.
Al haber más gente involucrada se empezaron a crear programas de apoyo como Ambulante Más Allá y después el ECAMC, un estímulo muy amable para los realizadores indígenas. Eso ha permitido que nuestros trabajos se terminen de manera profesional, con corrección de color, mezcla de sonido, diseño sonoro y más cuestiones técnicas que complementan las buenas historias de mis compañeros.
Dolores sigue siendo mi productora, ahora estamos por terminar el largometraje Creación de sueños, que estaremos proyectando a finales de este año o a principios de 2023. Ella también realizó un cortometraje y terminó su carrera de comunicación.
“Ronyk” sigue siendo pintor, ya tiene bastantes murales y lo han invitado a exponer en Chicago. A Pascuala le perdí la pista, sé que terminó la licenciatura y después se casó. Y Flaviano terminó su carrera de salud comunitaria y se fue con una chica a Estados Unidos.
Es un documental sobre mujeres que trabajan el barro, en una localidad que se llama Tenango del Valle. La historia está enfocada en Juana Gómez Ramírez, conocida como “La mujer del jaguar” porque hace unos jaguares de barro de dos metros. Ella saca su propio barro en un hoyo de tres o cuatro metros de profundidad.
También nos enfocamos en la historia de su mamá, doña Feliciana, que empezó a hacer estos jaguares que ahora son reconocidos a nivel mundial y que son exhibidos en museos de Nueva York y de la Ciudad de México.
*Entrevista y redacción: Luis Felipe Maceda.
La pequeña semilla en el asfalto (México, 2009). Dirección: Pedro Daniel López. Guión: Pedro Daniel López. Producción: Pedro Daniel López, Dolores Sántis Gómez. Fotografía: Cecilia Monroy Cuevas, Pedro Daniel López. Sonido: Pablo Fernández Murgía. Música: Damián Martínez, Rie Watanabe, Sak Tzevul. Reparto: Dolores Sántiz, Pascuala Díaz, Floriano Enrique “Ronyk” y Flavio Jiménez