‘Comala’ de Gian Cassini: vine a buscar a mi padre, un tal Jimmy Cassini

¿Quién fue Jimmy Cassini? Hombre alegre y también violento, amigo de las aventuras pero también relacionado con el crimen organizado; de trato incierto y agresivo, con la presencia fantasmal de los ausentes, asesino y asesinado.

 

A este hombre ambiguo —otro rencor vivo, diría el narrador de Sayula— lo busca su hijo Gian Cassini, el director de Comala. Para reunir el montón de piedras en las que Jimmy se fue desmoronando, Gian le pregunta a su madre, su abuela, su media hermana sobre él. Y Gian recupera fotos. Y Gian se pregunta a sí mismo qué hay de Jimmy en él.

 

Comala busca a un padre, como ocurre en el clásico rulfiano. Pero en ese hurgar, Gian va encontrando otros temas sustanciosos: un territorio del norte de México asediado y resentido por la guerra contra el narcotráfico, historias de vida que encuentran su imán en los misterios de Jimmy, la temeridad de los hombres, la resiliencia de las mujeres. 

 

Película sobre el linaje, Comala hace el recuento intimista de quienes vivieron, entre murmullos, una década aciaga del México contemporáneo.  

 

Comala de Gian Cassini forma parte de la sección Pulsos de La Gira Ambulante 2022. Platicamos con su director, Gian Cassini.

 

Tu relación con tu padre y tu familia es algo que atañe en tu identidad. ¿Cuándo se convierte este conflicto personal en tema para una película?
 

Podríamos remontarnos hace más de 10 años. Cuando mi papá falleció, meses después descubrí lo que hacía, lo que lo llevó a morir en esas condiciones trágicas. Yo como cineasta vengo de la ficción, he hecho cortometrajes y estaba planteándome dar el paso al largo. Con este evento de inicio quería hacer una ficción, pero viajé a Tijuana a reencontrarme con mi familia paterna y las circunstancias me hicieron pensar que podría tener mayor conexión con la audiencia desde el documental. Es mi primer documental y mi primer largometraje también.

Cuando me reencuentro con mi familia pensé que valdría la pena contar esta perspectiva intimista de la guerra contra el narco, este universo familiar con el que el espectador pudiera conectarse, a partir de sus propias vivencias. Todos venimos, en grados diferentes, de disfuncionalidades y secretos familiares, cualquier persona logra identificarse con eso. Fue lo que me motivó a hacer esta película.

 

 

Comala fácilmente podría ser una película contada desde la víscera; de manera inteligente sabes alejarte y construir una historia. ¿Cuáles fueron las ideas del cineasta con las que ibas construyendo?
 

Siempre estaba presente la dualidad entre el cineasta y el miembro de una familia. Ante todo tuve cuidado en cómo retratar a cada miembro de la familia. A nivel personal los respeto mucho; hay decisiones o acciones que no comprendo, no puedo decir si las apruebo o no, y eso era lo interesante para el Gian cineasta: intentar entenderlas, ponerme en los zapatos del otro.

Por otro lado reconozco, y eso es evidente en la pantalla, que en mi familia hay grandes personajes. Son personas encantadoras y con una alegría en su día a día, aunque por supuesto hay mucho dolor, resentimiento; aun así hay algo en sus caracteres que al Gian director le facilita muchísimo trabajar y estructurar.

Otra dificultad era ser objetivo como persona. ¿Cómo lo hago de manera concisa? ¿Cuáles son mis sentimientos, mis emociones y recuerdos en relación a algo? Eso fue un reto y demandó muchísimo trabajo en la escritura, porque no quería ser la víctima, ni quería que se viera así a los demás personajes. No quería caer en monólogos larguísimos y poéticos de las emociones. Quería contar cosas concisas, que me permitiera construir situaciones y atmósferas con las que el espectador pudiera relacionarse.

 

¿Cómo es trabajar con la familia como personajes? ¿Cómo se sentían ellos con la cámara y con la idea del documental?
 

La mayoría de la familia estaba opuesta por diferentes razones. Temían que yo me pusiera en riesgo, pensando en el contexto que se dio en México con los temas de libertad de expresión. Otros pensaban que quería hacer una película criminal y entiendo que para la memoria de un hijo, un hermano o un padre, no es algo que quisieras.

Tomó un poco de tiempo convencerlos, explicar cuál era el tipo de película que quería hacer. Porque desde el día uno yo tenía claro que quería hacer una película intimista, sobre las dinámicas familiares y las heridas que cada uno lleva, y que se vinculan con la violencia masiva que estábamos viviendo en esos años.

Las dinámicas de rodaje no fueron complicadas por las personalidades de cada uno de los miembros de mi familia y por la relación que ya teníamos. Con la cámara era algo que se dio con facilidad.

 

Por lo general el documentalista desaparece de la pantalla, o tiene breves intervenciones pero pone en claro que los otros son sus personajes. Tú apareces y participas, ¿cómo viviste la experiencia de ser personaje de lo que estás filmando?
 

Fue algo que me generaba conflicto, tenía un miedo constante, aun avanzada la edición. Traté de ser lo más cuidadoso, no quería que se me percibiera como una víctima, hacer este retrato en relación a la compasión o a la lástima.

Fue un reto construir mi propia presentación. Con esto no quiero dar por hecho que se súper planeó, más bien es una tema de visión y estructura. ¿Cómo te presentas? ¿Cómo puedes ser honesto sobre quién eres tú?  También, para mí era evidente que el interés estaba en las demás voces. Ellos son los que tienen las historias que valen la pena escuchar. Son a quienes se les debe de dar espacio para conocer sus historias, sus pasados, sus heridas, eso me motivaba como cineasta a seguirlos.

Me gustaría agregar que también trabajé bajo esta conciencia, como decía Agnès Varda: “voy a hablar de mí a través de los demás”. No necesito que esta película hable 98 minutos sobre mí, porque todo este universo también me describe, tengo cosas de cada una de estas personas.

 

El título Comala, queda claro cuál es la intención de ponerlo, pero, ¿qué te daba a ti?
 

Cuando hice el viaje para reencontrarme con mi familia en 2012 estaba preparando mi proyecto para un guión de ficción. Mi vuelo hacía escala en Guadalajara y ahí compré Pedro Páramo, lo iba leyendo hasta que llegué a Tijuana. Me impactó muchísimo cómo podía identificar a cada uno de los miembros de mi familia con los personajes de Rulfo. Estos personajes emblemáticos y maravillosos —Miguel Páramo, Pedro Páramo, Juan Preciado— estaban en mi familia.

Esa fue la chispa para hacer esta película. Al inicio la idea era ligar más a Pedro Páramo con mi Comala, pero con el tiempo la idea se fue condensando y es lo que es ahora.

Pero para mí esta conexión con la novela de Juan Rulfo fue algo fuerte y especial, me hacía completo sentido que se llamará así. Con el tiempo íbamos a ver si lo cambiábamos, incluso hay gente que no le gusta el título, o que me intentó persuadir en que lo cambiara, pero al final se quedó Comala, y es algo que me hace mucho sentido y que para mí crea ese vínculo con ese otro contexto que la novela de Rulfo plantea.

 

Haces mucho uso de archivo; hay fotos, videos de los años noventa, ¿qué tan complicado fue trabajar con estas herramientas?
 

No fue complicado conseguir los materiales, de hecho podría decirte que una de las razones que me impulsaron a hacer esta película es que descubrí esos materiales. En esa visita en 2012 a Tijuana fue una sorpresa enorme ver a mi papá de niño, de bebé, a mi edad, era algo nuevo para mí. Tuve acceso a ese material porque un miembro de la familia ya lo había digitalizado. Yo me di a la tarea de encontrar más fotos y nadie me puso un pero, creo que porque soy el hijo de Jimmy.

Con el material periodístico sí se complicó. Había algunas cosas que alcancé antes del desarrollo del documental, otras con el tiempo se diluyen. Eso de que puedes ir a la televisora y husmear en carpetas llenas del polvo es mentira, muchas televisoras y periódicos se deshacen de materiales después de cierto tiempo. Me quedé con ganas de tener otro tipo de material, por otro lado no lo resentí, porque sabía que no quería irme por esa dirección.

 

Me parece interesante el ejercicio de género y masculinidades que hay en Comala. Los hombres son violentos: el padre, tu tío, el hermano, el abuelo; las mujeres preservan y cuidan: tu abuela, tu madre, tu hermana, incluso este personaje enigmático que es Cristina, ellas mantienen a las familias mientras estos locos hacen lo que hacen.

Me lo han comentado frecuentemente, dicen que los personajes femeninos son bastante interesantes y son por los que la mayoría siente empatía. Me alegra porque es algo que quería resaltar. Yo crecí en un ambiente matriarcal, mi papá igual ,es un patrón que viene de generación en generación. Este tema de la abuela que está arreglando su coche destartalado mientras el abuelo está trapeando y limpiando la casa, son dinámicas que socialmente pensarías que deberían de ser al revés, sin embargo no es así. Poner esos temas sobre la mesa y de manera casual me parecía interesante y valía la pena resaltar.

¿A Jimmy Cassini le hubiera gustado tu documental? ¿Qué habría dicho de Comala?
 

Creo que la idea de una película sobre él le agradaría. La idea de verse en un póster donde es el personaje central le gustaría; no le gustaría cómo queda parado en la película.

También hay que pensar que este retrato está montado desde mi perspectiva y eso es algo que yo le diría: “tú sabes quién eres tú y yo sé quién eres tú, desde mi punto de vista y desde la relación que tuvimos, y de la relación que tengo con tu familia, que también es mi familia.” Pero le gustaría que se esté hablando de él, que se esté mencionando en medios, que su foto esté en todos lados.

 

 

 


 

Comala (México, 2018). Dirección y guión: Gian Cassini. Producción:FOPROCINE, La Levedad & IMAGYX Entertainment. Compañía Productora: Imagyx Entertainment. Dirección de Fotografía: Iván García. Música: Galo Durán. Edición: Gian Cassini, Ana Laura Zerón y Elva Guzmán.