Crónicas de un México lejano: el Archivo Manuel Ramos

Entrevista con Gabriela González Reyes, subdirectora del Archivo Manuel Ramos

 

Fotorreportero desde el porfiriato hasta los años cuarenta del siglo XX, que siguió de cerca al movimiento cristero pero también registró a una todavía pueblerina Ciudad de México, Manuel Ruperto Ramos Sánchez (1874-1945) es un autor poco conocido. Que además, se hizo de una cámara de cine y con ella filmó momentos alucinantes del país: bodas, clero, paleterías, tranvías rebosantes de pasajeros, pero también elefantes y cabras: sorpresivas imágenes en movimiento de una ciudad posterior a la Revolución, todavía lejana a la modernidad.

El Archivo Manuel Ramos ha emprendido el rescate de la fotografía del fotorreportero potosíno. Junto con ello, ha recuperado alrededor de 200 rollos cinematográficos, que se digitalizaron con el apoyo de la Cineteca Nacional y ahora, con Focine Acervos, se ha hecho posible consultarlos. 

Además, dos editoras han hecho ejercicios de reinterpretación del material de Ramos, para crear dos cortometrajes: México, diafonía de una ciudad, de Mariana Rodríguez Fabris y Apuntes de un metraje encontrado, de Valeria Valenzuela. Juegos de rescate e imaginación, que actualizan el breve e intenso ejercicio cinematográfico de este fotorreportero. 

Gabriela González Reyes, subdirectora del Archivo Manuel Ramos, nos contó sobre este ejercicio de recuperación. 

 

¿Quién fue Manuel Ramos?

Nació en Venado, San Luis Potosí. Sabemos que llega a la Ciudad de México y trabaja como fotógrafo. Alfonso Morales, historiador de la fotografía, lo llama el fotógrafo guadalupano. Tenía mucha relación con la iglesia y retrató el movimiento cristero, pero también lo que acontecía en el país. Tomaba fotos para la prensa, y después de la Revolución registró los monumentos y edificios históricos de la ciudad. Este trabajo se encuentra en el INAH. El archivo que nosotros tenemos es el que se quedó su familia, y que en algún momento se lo dieron en comodato a Carmen Ramírez, la custodia del archivo. 

Encontraron su rastro cuando se hizo la exposición Asambleas de ciudades, en 1992. Es una historia chistosa: el dentista de Pablo Ortiz Monasterio les dijo: “Tengo un fotógrafo por ahí, que parece que era importante, pero no sabemos”. Era Manuel Ramos; entonces se empezaron a encontrar muchas de sus fotos. Varias estaban en la Fototeca Nacional; así se ha ido reconstruyendo su historia. 

Tenemos unas 11,000 piezas, que en realidad son pocas para alguien que producía con esa intensidad. Muchas cosas están en el INAH y en la Fototeca Nacional. Como también fue inspector de monumentos, hay registros suyos en la Colección Culhuacán.

A grandes rasgos es lo que sabemos- Ha habido algunas investigaciones sobre él, pero no ha sido muy estudiado. Todavía hay muchas vetas que no sabemos. 

 

Su labor más amplia la hizo con foto fija, ¿cómo empezó su participación en el cine?

Imagino que de alguna manera le llegó una cámara Pathé Baby de 9.5 mm, el primer formato amateur. Al principio hacía piquetitos con la cámara, como si tomara foto, y después entiende que hay que seguir al personaje que está registrando, y empieza a hacer tomas más largas. Había muchos datos en los carretes donde estaban guardados los rollos, y más o menos calculamos que la usó de 1928 a 1931, tres años de su labor. Hay otros rollos en la Filmoteca de la UNAM, unos 15 a lo mucho, entonces fue una parte muy cortita, comparada con lo que trabajó como fotógrafo. 

Además, hizo el comercial de estas cabras, Cabras Tougemmbourg, que me parece una locura. También hizo un comercial de Paletas Ernestina y ahí usó todo su bagaje que tenía como fotógrafo. 

Cuando entiende el uso del movimiento logra unas tomas increíbles. Retrató mucho a su familia, hay escenas en las que aparecen unos niños, la gallina se escapa y la niña le reclama a la cámara. Son sus hijos: el que monta la cabra también es su hijo y fue interesante esta coincidencia entre las fotos y la imagen en movimiento. Antes había encontrado fotografías de cabras vestidas con falda, tomando té. Me parecía rarísimo; después, con el audiovisual entendí que las trajo a México y las trató de comercializar. 

 

Cortesía: Archivo Manuel Ramos

¿Cómo ha sido el trabajo de recuperación de este material audiovisual de Manuel Ramos?

Empezamos a trabajar con el material en 2018, ya se había utilizado algo en una exposición del Museo de la Ciudad de México, justo lo que tiene la Filmoteca de la UNAM. No había dónde pudiéramos digitalizar, justamente por el formato, hasta que la Cineteca abrió el proyecto de Memoria, donde la gente lleva sus rollos y se los digitalizan. Ahí limpiamos el material. 

Son rollitos chiquititos, llevaban más de cien años enrollados en unos carretitos pequeños. Los pusimos en carretes más grandes. Tania López Espinal, de la Cineteca, hizo la digitalización del material. Encontramos cinco grupos documentales que más o menos tienen relaciones, ahí supimos qué había y qué tan valioso era. 

Hasta que le entregamos el material a las editoras entendimos que se podía construir una narrativa, pudimos fechar e identificar a algunos de los personajes que están. Los contrayentes de la boda no sabemos quiénes son, el otro día alguien me preguntaba cómo se llaman los elefantes y tampoco supimos, ni de dónde salieron; del clero sí los identificamos, pero con las personas civiles está más difícil. Ubicamos a sus hijos, era muy bonito porque Carmen, la directora del archivo, conoció a los hijos de cerca y tiene un panorama de la familia distinto, ella entrevistó a una de las hijas y tiene los casetes, con ellos estamos tratando de reconstruir su historia.

 

 

Con el material fílmico de Manuel Ramos dos editoras realizan sendos cortometrajes: México, diafonía de una ciudad, de Mariana Rodríguez Fabris, y Apuntes para un metraje encontrado, de Viviana Valenzuela. Platícame de esta experiencia. 

Para mí era importante la interpretación del material desde alguien que trabaja en el cine. Por eso invité a las editoras Mariana Rodríguez Fabris y Valeria Valenzuela. Mariana ha trabajado ficción y Valeria documental; eso podía hacer una diferencia para que trabajaran, porque es difícil enfrentar 200 minutos de material. 

Trabajamos a la par: mientras se hacía la catalogación, ellas revisaban el material. Les pedí que trabajaran solas y cuando tuvieran una propuesta la veíamos juntas. Lo mismo pasó con Alfonso Figueroa, el músico: él elaboró la música desde ciertas secuencias que tenía. 

Ellas estaban preocupadas porque usaron las mismas imágenes. Pero en lugar de quitar esos elementos decidimos exacerbarlos, que se reconocieran los puentes entre ambos cortos. 

Mariana no toma en cuenta la parte histórica, revuelve una cosa con la otra, incluso la música que utiliza es de principios de los años cuarenta. Hace una narración completamente visual, inmersiva. En su ficción llegas a un lugar, reconoces a la familia, pasas por una iglesia, hace este recorrido por las imágenes y los espacios. Valeria, en cambio, hace un análisis histórico, donde además se apropia de las frases del mismo archivo. Algunas reflexiones son de ella y otras son tomadas del archivo; destaca las imágenes de León Toral y hace esa narración más cercana al documental. 

 

Cortesía: Archivo Manuel Ramos

 

El Archivo Manuel Ramos ha trabajado, sobre todo, con fotografía fija. Es más reciente la recuperación del material fílmico, y ahí entra Focine Acervos. ¿Cómo ha sido esta experiencia?

Propusimos tres líneas de trabajo: hacer una base de datos, catalogar el material y hacer el trabajo de edición. Focine no se metió en esta parte creativa de producción, pero siempre están ahí si necesitas apoyo. 

Focine nos permitió dar acceso al público, algo muy importante porque siempre lo pienso: si preservas y lo tienes guardado, es como si tuvieras un archivo muerto. Lo importante es la posibilidad de dar acceso a investigadores, cineastas, editores. Los cineastas van a encontrar un material interesante para incluir en sus proyectos, porque dan contexto histórico. Por ejemplo, en algo que estaban haciendo sobre Frida Kahlo, querían la quema de los judas. 

Me parece importantísima esta beca, sin ella no hubiéramos logrado hacer una base de datos, porque requiere de bastante dinero. También me parecía importante darles salida a los materiales, porque si no lo enseñas de manera más creativa, es diferente la recepción. 

Esta beca es un gran acierto, porque hay muchos archivos con materiales de este tipo, no sólo de este autor: trabajé años con el material de Héctor García y también tiene materiales fílmicos enlatados, sin cuidados, que me da pavor. No es solamente este archivo, hay muchos fotógrafos que usaron la cámara de cine como una extensión.