Margarita cae enferma y Evaristo debe cuidarla. Ella le insiste que se le debe construir una casa al techic, un pájaro que trae buenos o malos augurios, y que podría representar al espíritu de su hijo migrante. Pero también, a Evaristo lo visita el espíritu del volcán Malintzin, con mensajes escalofriantes. Desde esta historia, Missael Sánchez Arce recrea leyendas de su comunidad, en una historia que pasa por lo fantástico, por el horror, pero también por los cuidados y la nostalgia por los migrantes.
Techiq es, además, el ejercicio con el que Missael Sánchez Arce actualiza la representación de su comunidad, San Miguel Canoa, en Puebla, que ha sido estigmatizada desde aquella célebre Canoa: denuncia de un hecho vergonzoso, que filmó Felipe Cazals en 1976. Una mirada más íntima y empática, que proviene justamente de uno de sus habitantes.
Con el apoyo del Estímulo a la Creación audiovisual en México y Centroamérica para comunidades indígenas y afrodescendientes (ECAMC), Techiq llega a la sección Cortometraje Mexicano del 23° Festival Internacional de Cine de Morelia.
Su director nos contó sobre cómo recrear, desde las milpas y los mitos, el imaginario y el corazón de su pueblo.
¿Hasta qué punto la historia de Techiq es una leyenda de la región, o una historia que inventaste?
Más que leyenda son formas de ver la vida que tenemos. El techic es un ave mensajera, puede ser de buen o mal augurio, que nos avisa cosas. Escuchamos el shhh, shhh y decimos: "De seguro ya viene mi hija de la escuela”, o “de seguro tu papá ya salió del trabajo". Y la historia que cuenta al final doña Margarita, la del pájaro Mimincueo y los niños abandonados en el campo, es una leyenda sobre la Malintzin, un ser que habita la montaña, una entidad que debes respetar porque si no te hace mal. Esta leyenda es muy triste: dos niños abandonados que los transforman en pájaros para que ya no lloren. Al mismo tiempo, es esperanzadora. Y sentía que era el espejo de la historia de Evaristo y Margarita.
¿Cómo se conformó el equipo que trabajó en este cortometraje?
Es una combinación de gente de la comunidad, que no tenía relación con el cine, y amigos de la carrera que hicieron trabajos muy puntuales, como el sonido directo y el diseño sonoro.
En foto y diseño de producción me acerqué a gente de mi pueblo, la familia Sánchez Reyes. Ellos graban bautizos, bodas; el papá es artista plástico, hace restauraciones de niños Dios, murales, pinturas. Fueron mi mano derecha. Me acerqué a otro colectivo de mi comunidad, Tlachiahliztli que son maestros y músicos tradicionales. Incluso el trabajo actoral son personas de mi pueblo.
¿Cómo trabajaste con tus protagonistas Maurilio Sánchez y María Cristina Arce, que no son actores profesionales?
Desde que estaba en la carrera me gustaba trabajar con personas que no eran actores. Tuve esta formación de que la actuación es como cuando juegas de niño a ser pirata y lo crees hasta que termina el juego y regresas a la realidad. Mi acercamiento actoral fue similar. Un mes antes del rodaje trabajé con juegos, de que vamos a hacer que usted es el papá malo y usted la mamá buena, y ahora cambiemos; y así empezar a jugar.
Fueron dos formas distintas de trabajar. Don Maurilio escribe poesía y declama, tiene este impulso de interpretar. Si le daba una línea de guión específica, la iba a decir. Doña Cris se ponía nerviosa, con ella era más jugar a la improvisación. Generar el entorno y que ella reaccione a él.
La criatura, Malintzin, me pareció muy elegante, ¿cómo fue su concepción?
La desarrollamos con la familia Sánchez Reyes. En los cuentos es una mujer de cabello largo. En mi guión escribí que era un ser hecho de montaña. Feliciano empezó a hacer bocetos, primero como una especie de hada, y poco a poco fue evolucionando a algo más monstruoso.
Aquí tenemos la tradición de que a la Malintzin le vamos a pedir agua en épocas de sequía. Es usual dejarle aretes, como una mujer. Entonces, pensamos: "Pero si es una criatura, quizás no sabe cómo ponerse un arete o la ropa". De allí viene la concepción. Si uno ve a detalle la Criatura, se dará cuenta que tiene un montón de aretes, pedazos de metal, como si se hubiera despertado y dijera: "ay, esto me lo dieron, me lo pongo acá." Fue hecha con material de la montaña, de resina de árbol, de corteza, con cosas de aquí.
¿Cómo asume tu comunidad el ejercicio cinematográfico?
En San Miguel Canoa hemos tenido una relación intensa con el cine, debido a la película de Felipe Cazals, Canoa, memoria de un hecho vergonzoso. Esa película nos han estigmatizado. Cuando mis papás querían buscar trabajo y bajaban a la ciudad de Puebla, no los aceptaban, decían que eran unos salvajes.
Yo desde niño sabía de Canoa, lo mencionaban mis compañeritos de la escuela, compraron la película en la plaza. Yo imaginaba que era una película de las ferias o las danzas, hasta que llegué a mi adolescencia y veo que es otra cosa. Siempre hemos tenido esa relación intensa con la película, por la representación que da de nuestra comunidad. Esa película no se grabó con personas de aquí y con la variante del náhuatl de aquí. Y representarnos cinematográficamente es un tema que está ahí, en el conocimiento de todos.
Por otro lado, desde que era estudiante de cine, mis ejercicios los hice en la comunidad. Muchos de mi comunidad decían: "Alex hace cosas en video." Cuando llego con este proyecto, muchos lo aceptaron. Por ejemplo, la casa donde se grabó la película es el ranchito de unos tíos. La gente se acercaba a ver la grabación. En la escena que Margarita se desmaya en el camino de piedra, a lo lejos, en la barranquita, una familia del pueblo se asomó para aplaudirle a la señora, porque estaban emocionados.
Ahorita, con el estreno en Morelia, todos están a la expectativa, dándonos buenas vibras y felices porque estamos dando una cara distinta de nuestra comunidad.
¿Hay algo desde el punto de vista creativo que te hace preferir la lengua náhuatl sobre el español para hacer tu película?
Hay cosas que cuando las traduces al español pierden su fuerza, ya sea por la construcción metafórica de la palabra, por la construcción de la frase o el contexto. Por mencionar una: no sé traducir techiq. Al hacer la película investigamos qué pájaro era, y descubro que su nombre en español es cucarachero; eso cambia lo que simboliza para nosotros. Las lenguas te abren la perspectiva, es otra forma de ver el mundo, de entender la realidad y la creatividad. Te permite pensar en otras formas de construir tu narrativa.
Y, por ejemplo, este cortometraje, si bien a las personas que no son de mi comunidad que lo han visto les ha gustado, en mi pueblo conecta diferente, con cosas que nosotros entendemos y sentimos. Por eso es importante narrar, dirigir y ver cine en nuestras lenguas.
Techiq fue beneficiado por el ECAMC, un apoyo que también tiene su parte de capacitación, ¿cómo fue tu experiencia allí?
Mucho de la forma en que abordé Techiq, y con la que ahora abordo el cine, es gracias al ECAMC, por el intercambio que hubo con otros compañeros. Por mencionar algo: yo en un principio decía: "Voy a hacer Techiq porque quiero hacer una película para mi comunidad". Y en el ECAMC encuentro compañeros como Xun Sero, que me dice: “está muy bueno eso, pero también tenemos el derecho de que nuestro cine se vea en otros territorios”. Ahí me llegó este chip de que sí es cierto. Nuestro cine tiene todo el derecho de estar en la pantalla más grande del mundo, porque nuestro cine es universal y necesario, y cuenta cosas que van a impactar y que se necesitan pensar.
En mi caso tuve asesorías con Tatiana Huezo y Ernesto Pardo. Ellos venían de El Eco y nos ayudaron a entender el tema de la dirección con personas que no son actores. Llegar al ECAMC y ver nuevas formas de dirigir, que no pertenecen a sistemas tan reglamentarios, me dio mucha esperanza de entender el cine de manera distinta.
Ahora vas a una pantalla en Morelia, ¿qué te parece mostrar allá Techiq?
Fue aventar una piedra bien lejos. Es la primera vez que un producto cinematográfico de mi comunidad llega a ese nivel y estamos más que felices. Es un gran paso para nuestras representaciones, para decir: "esto es la comunidad nahua, ésta es nuestra lengua, estos son nuestros problemas y nuestras contradicciones”.
Después queremos hacer una muestra itinerante en nuestra comunidades , que son muchas, pero que no están tan comunicadas: que sea una puerta para que se puedan conocer, y mostrar que el cine sí es realizable en estas zonas.
Techiq (México, 2025). Dirección: Missael Sánchez Arce. Guion: Missael Sánchez Arce. Producción: Missael Sánchez Arce. Compañías productoras: Atzala, ?sÁnchez, con el apoyo del ECAMC. Fotografía: Feliciano Sánchez Flores, María Manuela Reyes Zepeda, Karla Mariel Sánchez Reyes, Josué Sánchez Reyes. Edición: Josué Sánchez Reyes. Diseño de producción: Feliciano Sánchez Flores. Sonido: Luis Alberto Zamora Pérez. Música: Víctor M. Morales. Reparto: Maurilio Sánchez Flores, María Cristina Arce Arce, Edith Angélica Pérez Pérez, Rosa María Arce Gachupín, Bruno Álvarez Arce.