‘El compromiso de las sombras’ de Sandra Luz López Barroso: crónicas funerarias de la Costa Chica

En El compromiso de las sombras hay dos temas que podrían ser bastión de la película: la identidad transexual y la afrodescendencia. Pero aquí son secundarios, los rebasa el rito funerario. ¿Hay una conciencia de esto?

Desde Artemio muchos profesores sugerían que indicara que la historia se ubicaba en la Costa Chica, porque mucha gente no la conoce, pero para eso están los créditos y uno investiga si tiene interés. Para expresarme elijo el lenguaje cinematográfico y no la antropología. Quiero hacer un cine que transmita emoción, trasladar al espectador a ese lugar. Para mí la Costa Chica significa los encuentros con las personas: como antropóloga estaba consciente del tema de la afrodescendencia y todo esto, como cineasta no.

¿Cómo mira la cineasta?

Al estudiar cine apuestas más a la intuición y la emoción como formas de proceso creativo. Ésa es mi apuesta particular, aunque también entiendo que sin la experiencia como antropóloga no estaría contando estas historias. De alguna forma se entrelazan y se enriquecen. No es que Sandra la antropóloga no me guste, la Sandra que estudió antropología me brindó la experiencia para las historias que estoy contando.

 

Llevas 15 años en contacto con la Costa Chica, tus dos películas tratan de allá, ¿te estás volviendo la cronista de San Nicolás Tolentino?

También me lo he preguntado. Siento que desde que conocí a doña Catalina mi intención, mi sueño, por lo que estudié cine, es hacer la película sobre ella; las he hecho sobre su bisnieto y ahora sobre la persona que la enterró. Sigue pendiente su película. Pero sinceramente ahora quiero explorar nuevas formas del cine documental, alejarme de la Costa Chica porque este proceso me sacudió en muchos niveles y quisiera tomarme un descanso. Pero no pienso abandonarla, tengo este deseo de hacer la peli sobre doña Cata, pero creo que no es ahora.

 

¿Qué te significa estrenar en FICUNAM?

Es uno de mis festivales favoritos del país, me significa poder devolver lo mucho que he aprendido en él. Yo ahí conocí a cineastas que son referentes para mí, me maravilla poder estar en ese espacio que han ocupado cineastas que yo admiro profundamente y que son referentes para mi trabajo.

 

El compromiso de las sombras (México, 2021). Dirección: Sandra Luz López Barroso. Producción: Karla Bukantz, Maricarmen Merino. Fotografía: Sandra Luz López Barroso. Edición: Lucrecia Gutiérrez Maupomé. Sonido Directo: Isis Puente. Diseño Sonoro: José Miguel Enríquez, 24/48. Post Postproducción: Víctor Gómez. Personajes principales: Lizbeth Domínguez Marín, Élida Hernández. Municipios / estados de producción: Cuajinicuilapa, Guerrero.

 

En San Nicolás Tolentino no hay funerarias, ni hospitales, ni curas que acompañen el fallecimiento de sus habitantes. De esta actividad se encarga Lizbeth Domínguez, mujer trans con sabiduría ancestral, que desde hace más de una década funge como autoridad que da consuelo a las familias y ayuda a las almas a bien morir.

 

El compromiso de las sombras, de Sandra Luz López Barroso, explora los ritos funerarios de la comunidad y va más allá: se adentra en los temas del duelo y el consuelo ante ese misterio que es la muerte.

 

El compromiso de las sombras de Sandra Luz López Barroso estrenará en la sección Ahora México de Ficunam 11.

Sandra Luz López Barroso tiene contacto con la Costa Chica de Guerrero desde hace 16 años, primero como antropóloga y después como cineasta. Le obsesiono la presencia de una señora de San Nicolás Tolentino, doña Catalina Noyola Bruno, “una mujer que no sabía leer ni escribir, le encantaba bailar el son de artesa, sabía un montón de versos y componía todo el tiempo”.

 

En el intento de comprender la historia de doña Cata ha encontrado dos historias más: primero, la de su ópera prima, Artemio (2017), el bisnieto de doña Cata que tiene la disyuntiva de vivir en la Costa Chica o en Estados Unidos. Ahora, en El compromiso de las sombras, pone en el centro a Lizbeth Domínguez, la mujer que se encarga de los rituales funerarios de la región.

 

¿Cómo empiezas tu contacto con Lizbeth?

A ella la conozco en 2007, cuando muere doña Cata, con quien estaba trabajando en una investigación. Este universo cinematográfico me significa mucho pero no por los temas sino por las relaciones de cariño que he construido. Artemio fue mi tesis del CCC en 2014; en 2016 muere mi padre y al no poder despedirme de él viene la intención de explorar el ritual fúnebre en San Nicolás, con Lizbeth como guía.

 

¿Cómo involucras una cámara en una actividad que quisiera privacidad, como lo es una ceremonia fúnebre?

Lizbeth permitió que entráramos a estos espacios, se volvió una especie de productora en locación. Ella nos presentaba con la familia del difunto, explicábamos lo que estábamos haciendo, y había familias que nos aceptaban con mucho gusto; otras nos decían que no pero la mayoría nos permitió entrar a esa intimidad.

 

Con las personas trans hay una relación ambivalente, por un lado sufren de la violencia machista, por otro obtienen cierto respeto. A Lizbeth le otorgas momentos bellos, un carácter de personaje fantástico, ¿cómo recreabas este personaje?

Lizbeth es la autoridad de las ceremonias religiosas. Para mí ella tiene una sabiduría ancestral. Algún día estábamos comiendo y empezó a hacer mucho viento. Ella dijo: “este viento es malo”. Lo dijo como quien dice un saludo. Y agregó: “va a temblar”. Me fui a la casa donde dormía y al llegar empezó a temblar. Creo que la construcción de Lizbeth en la película y su relación con la naturaleza es proponer algo que está en ella, asomarnos a la memoria ancestral de los pueblos afrodescendientes, a rituales que no son tangibles y están en la oralidad. Para mí es un reto como realizadora porque, ¿cómo haces tangible algo que es invisible, como el dolor o estas premoniciones?